Dios y la constitución
Hace unos días, el TSJA falló a favor de la profesora de Religión Resurrección Galera en su demanda contra el obispado de Almería. La autoridad eclesiástica había retirado a la profesora la idoneidad por haberse casado con un divorciado. La noticia tuvo gran eco en los medios de comunicación y suscitó numerosas opiniones. Yo quisiera traer a colación una frase que la profesora pronunció en una entrevista. Galera declaró a un periódico que “ni la Iglesia está por encima de la Constitución” (20 minutos, 13.01.2012).
Creo que esta frase sintetiza el problema de fondo en este debate. La Constitución Española es un texto jurídico positivo, es decir, es fruto del consenso alcanzado por unos hombres. La Constitución podría ser distinta o reformarse si el consenso político así lo determinara. El consenso no es inmutable ni infalible. Por esta razón, la Constitución no puede ser la norma suprema del derecho.
Pongamos un ejemplo. La Constitución Española afirma que “todos tienen derecho a la vida” (art. 15). ¿Dejaría de ser esto verdad si se dijera en ella lo contrario? Lo justo no se reduce a lo legal. Así, las leyes alemanas que amparaban los crímenes del nazismo eran injustas, a pesar de haber sido promulgadas por la autoridad política.
Por eso, al decir la profesora que no hay instancia jurídica superior a la Constitución está haciendo una afirmación totalitaria, porque no admite que existan leyes morales objetivas por encima de la política. Prescindiendo de la fe cristiana, desde los valores humanos o la ley natural, la postura de la profesora es profundamente inmoral. No estarían de acuerdo con ella Platón y Aristóteles, entre otros.
Pero la cuestión es que la señora Galera dice ser católica, más aún, reclama el derecho a impartir Religión Católica. Esto hace que su postura sea todavía más rechazable. Porque la Constitución es obra de los seres humanos, pero la Iglesia es obra de Jesucristo, que es Dios. Por tanto, afirmar que “ni la Iglesia está por encima de la Constitución” equivale a negar la divinidad de Jesucristo. Por negarse a adorar al Emperador y confesar la divinidad de Jesucristo murieron los mártires cristianos en el Imperio Romano. Es evidente que no puede enseñar Religión Católica quien no pone a Dios por encima del César.
Justo Hernández