Felicitaciones laicas
Cada Navidad que pasa vengo comprobando un fenómeno que se incrementa de año en año. No hay que volver muy atrás en el correr del tiempo para comprobar que en Navidades no muy lejanas eran de carácter religioso la inmensa mayoría de las tarjetas de felicitación, los mal llamados crismas, que solemos recibir por estas fechas. En este momento son mitad y mitad, por cuanto a temática religiosa o profana, las felicitaciones navideñas que me han llegado a casa durante los últimos días, contando con que en mis relaciones de amistad suelen ser personas de clara inclinación cristiana las que predominan, y, por tanto, las que me escriben y a las que siempre procuro corresponder.
Por otra parte, me he dado cuenta de que no resulta fácil encontrar tarjetas de felicitación con motivo religioso en una cantidad suficiente como para cumplir con los compromisos que cada año se presentan, a no ser que optes por aceptar esos lotes ya preparados en los que son mayoría las escenas y los dibujos alegóricos a la Navidad que, ni remotamente, tienen algo que ver con el hecho histórico del nacimiento de Jesús, que es el motivo único y central de estas fiestas y clave de la historia del Cristianismo, que cada año celebramos en tantos lugares de la tierra.
De que esto suceda somos nosotros los principales culpables, los consumidores, los que pasamos por los establecimientos y adquirimos, casi siempre a precios abusivos, lo que nos quieren dar. En esto como en todo debiera privar la demanda sobre la oferta, de manera que si nos negásemos rotundamente a comprar ese tipo de tarjetas navideñas de carácter laico, que como tantos detalles más contribuyen a paganizar estas fiestas, por simple sentido comercial dejarían de editarlas, y como consecuencia terminaríamos de recibir en nuestros domicilios esas cartulinas ajenas a tan esperado y tan noble acontecimiento que, cuando menos, dejan en cada uno el amargo sabor de lo indebido.
Entrar en esa rueda de irreligiosidad que se nos intenta imponer con tanto empeño, y que va penetrando a través de la piel del alma en los ambientes cristianos, exige de nuestra parte un mínimo de responsabilidad. Las cosas son así, pero es preciso hacer lo posible por que no lo sean, al menos en la medida de nuestro alcance. Los católicos siempre tenemos algo que decir y algo que hacer en el mundo en el que nos ha tocado vivir, para eso estamos aquí. ¿No será que sentimos vergüenza de manifestarnos como lo que somos? Aquella frase lapidaria de Cristo que aparece en la Escritura: “El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios”, que a menudo nos golpea a los católicos en la conciencia, conviene recordarla. Siempre es buen momento para rectificar.
José Serrano Belinchón
8 comentarios
DIOS os bendiga.
"La Epifanía es el momento simbólico en el que el poder y la sabiduría, representados por los Magos de Oriente, se inclinan frente a la inocencia, simbolizada por el Niño. El oro, el incienso y la mirra fueron sus presentes. Los tres sabios entregaron al Niño lo mejor que tenían, regalos materiales que palidecen al compararlos con el verdadero regalo, el regalo inmaterial más valioso que todos podemos recibir en estas fiestas: la inocencia, la ilusión y la alegría de compartir momentos y experiencias con nuestros seres más queridos".
Si es que estos maricomplejines populares son para echarlos de comer aparte...
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