(120) "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a María por Madre"
“HE AQUÍ A TU MADRE… HE AQUÍ A TU HIJO “
(Jn. 19, 25 – 27)
En este año de la Misericordia, en que también se habla con muchísimo énfasis de la unidad de todos los hombres, yo echo mucho de menos la mención del papel fundamental de la Madre de Dios en esta tarea: así como ha sido primordial su papel en la Encarnación y en toda la historia de la Salvación, ¿podremos hoy esperar una “fraternidad universal” sin mención de la Madre? ¿O será que para algunos Ella se ha ido convirtiendo, aunque no lo admitan, en un verdadero obstáculo…?
En efecto, hace ya tiempo que aquí, allá y acullá, vemos difundirse el grave error de que todos somos hijos de Dios, sin importar la fe profesada, en franca contradicción con lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica
1243El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de los hijos de Dios: el Padre Nuestro.
1265 El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito “una nueva creatura” (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho “partícipe de la naturaleza divina” (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).
Y aunque a los devotos del “pegamento espiritual” parece no interesarles ya el Catecismo -quizá porque creen que contiene muchas “fórmulas complicadas” que sólo crean distancias, o vallas entre los hombres…- lo cierto es que la Verdad divide aguas, define, delimita, pero siempre ilumina y consuela. Y como brújula inquebrantable, allí está la Cruz, y a su lado, la Madre de Dios, legado mayúsculo de la Verdad hecha carne.