“¡Señor Santiago! Heme aquí, de nuevo, junto a tu sepulcro
al que me acerco hoy, peregrino de todos los caminos del mundo,
para honrar tu memoria e implorar tu protección.
Vengo de la Roma luminosa y perenne,
hasta ti que te hiciste romero tras las huellas de Cristo
y trajiste su nombre y su voz hasta este confín del universo.
Vengo de la cercanía de Pedro, y, como Sucesor suyo,
te traigo, a ti que eres con él columna de la Iglesia,
el abrazo fraterno que viene de los siglos
y el canto que resuena firme y apostólico en la catolicidad. (…)
Venimos hasta estos benditos umbrales en animosa peregrinación.
Venimos inmersos en este copioso tropel que desde la entraña de los siglos
ha venido trayendo a las gentes hasta esta Compostela
donde tú eres peregrino y hospedero, apóstol y patrón.
Y venimos hoy a tu vera porque vamos juntos de camino (…)
Caminamos, más allá, hacia el arranque de un milenio nuevo
que queremos abrir en el nombre de Dios. Señor Santiago,
necesitamos para nuestra peregrinación de tu ardor y de tu intrepidez.
Por eso, venimos a pedírtelos hasta este finisterrae de tus andanzas apostólicas.
Enséñanos, Apóstol y amigo del Señor,
el CAMINO que conduce hacia El.
Ábrenos, predicador de las Espadas,
a la VERDAD que aprendiste de los labios del Maestro.
Danos, testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la VIDA.
Ponte tú, Patrón de los peregrinos,
al frente de nuestra peregrinación cristiana.
Y que así como los pueblos caminaron antaño hasta ti,
peregrines tú con nosotros al encuentro de todos los pueblos.
Contigo, Santiago Apóstol y Peregrino,
queremos enseñar a las gentes de Europa y del mundo
que Cristo es-hoy y siempre- el CAMINO, la VERDAD y la VIDA.”
(Oración de S. Juan Pablo II ante de la tumba del Apóstol Santiago en la IV Jornada Mundial de la Juventud, Santiago de Compostela, 19 de agosto de 1989)
No me canso de decir y gritar que la Comunión de los Santos es cosa maravillosa e insondable, consuelo sin par, cadena inquebrantable de fortaleza y regocijo.
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