(367) Lamentable claudicación episcopal (por Mario Caponnetto/ Miguel De Lorenzo) -Sobre confesionalidad del Estado-

escudoFenoyReproducimos un artículo aparecido en el diario La Prensa, pareciéndonos un interesante y sólido aporte en respuesta a la declaración del Arzobispado de Santa Fe, con relación a la confesionalidad de esta provincia.

Lo hacemos observando que no es un tema suficientemente profundizado, en desprecio de las fuentes de las que deberíamos abrevar como católicos, errando muchos en el juicio, ya sea por ignorancia, obsecuencia o franca convicción, pero en discordancia con el sentir perenne de la Iglesia.

 Lamentable claudicación episcopal 

Por Mario Caponnetto y Miguel De Lorenzo

“La Constitución vigente declara que «la religión de la Provincia (Santa Fe) es la Católica, Apostólica y Romana, a la que le prestará su protección más decidida, sin perjuicio de la libertad religiosa que gozan sus habitantes». Es prácticamente una profesión de fe […] hoy semejante párrafo es inadmisible desde todo punto de vista […] la Provincia no es, ni puede ser, de ninguna manera católica”.

Estas palabras no pertenecen a un político laicista, ni a un jerarca de la masonería, ni siquiera a un dirigente socialista o socialdemócrata. Créase o no, son palabras textuales de un Comunicado o Declaración del Arzobispado de Santa Fe que lleva la firma de su titular, Monseñor Sergio Fenoy, y la del Obispo Auxiliar, Monseñor Matías Vecino. El documento esta refrendado además por el Equipo Arquidiocesano de Pastoral Social y la Junta Arquidiocesana de Educación del Arzobispado. Los obispos, sin que nadie les haya pedido explicación alguna, se han creído obligados una vez más a claudicar, a renunciar a la Verdad de la Iglesia de Cristo. Se anticipan por las dudas, no vaya a ser que alguno, que tampoco cree, o que cree aún menos que ellos, pudiera sentirse agraviado.

Lamentamos tener que afirmar que estas declaraciones son vergonzosas, absolutamente indignas de quienes tienen a su cargo el grave deber de regir, instruir y santificar a su grey y, sobre todo, contrarias a la doctrina y a la tradición de la Iglesia.

DOCUMENTO

El documento que comentamos lleva por título Reconocer a la Iglesia dentro de la pluralidad, sin privilegios. Reflexiones en torno a la reforma constitucional.

Ya el mismo título resulta, por decir lo menos, inapropiado. Porque afirmar la identidad católica de una nación, reconocer a la Religión Católica Apostólica y Romana (la única verdadera) como religión del Estado y prestarle, por parte de éste, su decidida protección, sin perjuicio de la legítima libertad religiosa de todos los habitantes, no es un privilegio de la Iglesia. Es cumplir con la grave obligación que tienen los Estados de dar culto público al Dios verdadero.

Más aún en nuestro país, donde la historia detalla claramente la decisiva tarea que cumplió la Iglesia desde la llegada de los españoles, pasando por la independencia, los ejércitos libertadores, la educación etc., etc. Así lo ha entendido siempre el Magisterio de la Iglesia, así lo ha proclamado y defendido desde siempre, aun a costa de la sangre de multitud de mártires.martires

Los obispos firmantes apelan a Gaudium et Spes, 36. Pero este pasaje no hace sino reiterar la doctrina de siempre, a saber, la distinción entre una legítima autonomía de lo temporal, basada en sus propias leyes, y una falsa autonomía que supone que “la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador”.

Nada de esto es nuevo: basta leer los Padres y los Doctores de la Iglesia de todos los tiempos, el Magisterio auténtico de los Papas, para advertir que esta ha sido una posición constante e invariable a lo largo de veintiún siglos.

Pero, además, si se apela al Vaticano II habría que recordarles a los obispos que la misma Declaración Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa, sostiene taxativamente: 

“Confiesa asimismo el santo Concilio […] que deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo” (Dignitatis humanae, 1).

En rigor de verdad, esta doctrina se remonta al circo romano cuando miles de cristianos ofrecían sus vidas por negarse a adorar al Emperador o a aceptar que Cristo fuera uno más de los dioses del Imperio.

Sostener, pues, como hace el documento, que “Desde mediados del siglo pasado la Iglesia viene afirmando la justa autonomía y la cooperación del orden temporal con respecto al religioso” es un imperdonable gazapo histórico y doctrinal, fruto de una grosera ignorancia o mejor dicho de una tergiversación de la enseñanza perenne de la Iglesia.

 

CONFESIONALIDAD

Pero hay varias cosas más que deben señalarse en este documento. Por empezar, una torcida interpretación de la confesionalidad del estado como si ésta fuera, eo ipso, una confusión del orden temporal con el religioso.

Por eso no deja de asombrarnos que los obispos santafesinos pretendan desestimar la doctrina católica acerca de las relaciones entre el orden temporal y el religioso afirmando que “la condición propia de lo temporal, por definición, implica la no perdurabilidad, la siempre mutabilidad, la continua perfectibilidad; en ese sentido, la religión nos enseña que ningún gobierno representa «lo definitivo», y juega un papel saneador, profético diríamos nosotros, frente a toda instancia de poder”.

Uno se pregunta ¿qué tiene que ver la mutabilidad de lo temporal en todo esto? El cristianismo es, precisamente, en razón de la unión hipostática de Cristo, la asunción de lo temporal en lo eterno, de la mutabilidad humana en la inmutabilidad de Dios.

En tal sentido, no sería una demasía pretender que para salir de la ignorancia y de la baratija populista, intenten frecuentar los documentos de los últimos Papas. Así por ejemplo sostiene Paulo VI: 

“El predicador del Evangelio, busca siempre la verdad que debe transmitir a los demás. No vende, ni disimula jamás la verdad, por el deseo de agradar a los hombres, de causar asombro, ni por deseo de aparentar”.

Por otra parte, ¿por qué razón se presenta la religión como una instancia profética frente a todo poder? ¿Por qué se ha de pensar en una suerte de inevitable enfrentamiento de la Iglesia con el poder político como si éste fuese siempre e intrínsecamente malo? ¿Cómo negar tantos reyes santos, tantos príncipes cristianos, verdaderos padres de sus pueblos y defensores de la Fe? ¿De dónde surge esta suerte de falso profetismo, de un cinismo feroz, que suele ir de la mano con la obsecuencia frente al poder de las ideologías dominantes?

POSICION FALSA

Los obispos, casualmente los de la Provincia de Santa Fe de La Vera Cruz, dicen, rechazar el laicismo al que consideran un error simétrico respecto de la confesionalidad de los Estados. Pero si bien se mira, la posición intermedia en que pretenden situarse es radicalmente falsa: ella está signada de un radical inmanentismo del que no pueden salir. Finalmente, el relativismo invocado desemboca, inexorable y democráticamente en las teorías de Kelsen y Rorty, para quienes no hay otra verdad reconocida que la de las mayorías.

Efectivamente, lo que se pide es que el Estado respete la dimensión religiosa del hombre, pero entendida como un mero hecho humano, uno más entre tantos. Se trata del conocido “todos, todos, todos” esto es, un mundo sin Dios definido, en que todos, todos, chapoteamos en el mismo barro. Nada importa la referencia a algo que trascienda la dimensión religiosa de la persona humana, nada se dice respecto de una realidad trascendente a la persona misma.

Estamos aquí ante una cruda expresión del principio de inmanencia por el que nada es trascendente a nada. De este modo se sustituye la grave obligación de los Estados de rendir culto al Dios verdadero por la obligación de respetar una religión reducida a la simple condición de un fenómeno humano.

He aquí la inversión (la svolta antropológica de la que habla Fabro) tan propia de la mentalidad presente: poner al hombre en el lugar de Dios.

Lo que se espera de los obispos, no es que sean los adalides de un pluralismo de suburbio, sino los sencillos y firmes testigos de Cristo Rey, al que deben someterse todos los individuos y las naciones como única garantía de auténtica paz y de verdadera libertad. Necesitamos Pastores que vuelvan a proclamar la Paz de Cristo en el Reino de Cristo.

No otra cosa les señala con inusual fuerza San Juan Pablo II:

“Como pastores tenéis la viva conciencia de que vuestro deber principal es ser maestros de la Verdad. No de una verdad humana y racional sino de la Verdad que viene de Dios, que trae la auténtica liberación del hombre”.

DESTACADO:  Proteger a la religión católica no es un privilegio de la Iglesia. Es cumplir con la grave obligación que tienen los Estados de dar culto público al Dios verdadero.

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7 comentarios

  
Vladimir
Lo que hicieron estos obispos es tan escandaloso, como aquello de un Papa bendiciendo uniones adúlteras y homosexuales. TAL PARA CUAL.
30/12/24 10:28 PM
  
Vladimir
Siempre se nos enseñó a acoger, con docilidad, la palabra del Papa y los Obispos. A como están las cosas, hoy habría que hablar, más bien, de nuestro deber de corregirlos.
30/12/24 10:36 PM
  
Urbel
Hace falta cuajo para invocar a Juan Pablo II en defensa del Estado católico.
En su largo pontificado de casi 27 años no se encuentra ninguna reafirmación de la tradicional doctrina católica sobre los deberes del Estado para con la única religión verdadera y la única Iglesia de Cristo.

Y sí, en cambio, lo opuesto:
".... la no confesionalidad del Estado, que es una no intromisión del poder civil en la vida de la Iglesia y de las diferentes religiones, así como en la esfera de lo espiritual, permite que todos los componentes de la sociedad trabajen juntos al servicio de todos y de la comunidad nacional."
Carta del 11 de enero de 2005 al episcopado francés con motivo del centenario de la Ley de Separación de 1905 (por cierto, condenada por San Pío X).

31/12/24 4:51 PM
  
Urbel
Habría que haber citado, en cambio, la encíclica Immortale Dei (1885) de León XIII:

"La sociedad, por su parte, no está menos obligada que los particulares a dar gracias a Dios, a quien debe su existencia, su conservación y la innumerable abundancia de sus bienes.
Por esta razón, así como no es lícito a nadie descuidar los propios deberes para con Dios, el mayor de los cuales es abrazar con el corazón y con las obras la religión, no la que cada uno prefiera, sino la que Dios manda y consta por argumentos ciertos e irrevocables como única y verdadera, de la misma manera los Estados no pueden obrar, sin incurrir en pecado, como si Dios no existiese, ni rechazar la religión como cosa extraña o inútil, ni pueden, por último, elegir indiferentemente una religión entre tantas.
Todo lo contrario. El Estado tiene la estricta obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se le venere.
Es, por tanto, obligación grave de las autoridades honrar el santo nombre de Dios.
Entre sus principales obligaciones deben colocar la obligación de favorecer la religión, defenderla con eficacia, ponerla bajo el amparo de las leyes, no legislar nada que sea contrario a la incolumidad de aquélla."
31/12/24 4:57 PM
  
Urbel
Claro que, para los obispos de la Provincia de Santa Fe semejante doctrina católica "es inadmisible desde todo punto de vista… La Provincia no es, ni puede ser, de ninguna manera ‘católica’. La confusión del orden civil
con el religioso es no sólo anacrónica, sino también errónea”.

Los obispos no aclaran si también habrá que cambiar el nombre de la Provincia por “erróneo”, dado que no solo es una “profesión de fe”, sino de “Santa Fe”: o sea, un super-error.
31/12/24 5:03 PM
  
Pedro de Madrid
Hubo una total falta de prudencia por estos episcopados, lo mejor sería haberse callado
31/12/24 5:55 PM
  
Mario Caponnetto
Estimado Urbel: Gracias por su comentario. Si lee con atención, verá que la cita de Juan Pablo II no se refiere al tema de fondo, la confesionalidad de los Estados, sino a la grave obligación de los obispos de ser maestros de la Verdad. Con este sentido está puesta.
No hemos citado el conocido texto de León XIII dado el carácter de la nota; apenas un breve comentario periodístico sobre el tema.
Le agradezco que lo haya reproducido para provecho de los lectores.
Cordial saludo en Cristo y María.
03/01/25 2:26 AM

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