(149) ¡La Navidad sólo puede ser Feliz!
“Cristo, la luz verdadera no se detiene ante los muros ni se quebranta por los elementos,ni se oscurece ante las tinieblas. La luz de Cristo es día sin ocaso, día sin fin; por todas partes resplandece, por todas partes penetra, en todas partes permanece. Cristo es el día, según el apóstol: “La noche está muy avanzada y el día se acerca.” (Rm 13,12) La noche está avanzada, precede el día…”
(San Máximo de Turín. Homilía sobre el salmo 14)
Parecería que en medio de la tormenta, como no se ve el sol, no hay manera de detenerse a dar gracias por él, ni por la luz, porque sólo se siente el salpicar del agua sobre el rostro, la barca que amenaza naufragar, y a lo único que se atina en estos momentos es a asirse de los mástiles que aún no se han quebrado, o de cualquier viga que parezca firme para soportar el embate de las olas… Por eso tal vez, leíamos hoy en un medio pretendidamente católico: “Me considero un pesimista. Quizás la razón sea que estoy informado de lo que está ocurriendo en el mundo. Si es cierto lo que dicen, que el ignorante es feliz, su corolario también debe de serlo: el que sabe mucho es infeliz…” Y me he indignado.
Porque no creemos ser de los más desinformados ni ignorantes del desastre que vivimos, pero si hay algo que debemos hacer prevalecer frente a todas las “informaciones”, es nuestra Fe. Y en medio de esta guerra, el signo de victoria es el estandarte de la Cruz, de la Inmaculada aplastando a la Serpiente, y de sus hijos inconmoviblemente fieles, por pura gracia. El demonio, como Padre de la Mentira, sabe ser camaleón, y hoy se viste de batracio como mañana lo hace de ángel de luz, ¡cuidado!.
Hace días que ante los saludos navideños, muchos buenos y fieles católicos me han respondido casi sin pensarlo, “¿podemos hablar de una “feliz” Navidad, en este panorama?”… Y opino que hay que detenernos seriamente de esto, porque nos vamos perdiendo en el laberinto, y el Minotauro acecha…
Sí: nos están crucificando las heridas a la Fe, el pisoteo de los sacramentos y de la Iglesia, aún por quienes so pretexto de “cambio, puro cambio”, han puesto todo patas arriba abogando por lo efímero en detrimento de lo perenne. Pretenden que la añadidura prime sobre lo esencial, porque parece que ya no admiten esencias, porque les molesta la metafísica, y prefieren la superchería sensiblera para no malquistarse con el mundo.
Pero si reconocemos esta monstruosidad y estos errores; si apostamos por la Fe inconmovible y por lo eterno, ¿cómo es posible que permitamos que estas lacras del pecado enturbien el misterio insondable que celebramos en estos días? ¿Cómo podemos permitir que nos roben el gozo inenarrable, potente, luminoso, de ver que hemos sido hechos familia de Dios???? ¡No puede ser que los dolores de parto sean más fuertes que el gozo por el Nacimiento! ¿Puede ser que no nos diga ya nada el Niño Dios, a los que pretendemos defender la Fe que Él vino a sellar con Su sangre?
¿Con qué derecho despreciaremos cada gota de ésta, prefiriendo las quejas, las lágrimas, los improperios a quienes lo están crucificando? Aunque sea entre escombros, el Nacimiento de Dios resplandece de luz, y para recordarnos esto, ha querido nacer en medio de la Noche…
¿Cómo es posible que ante Su llegada nos preocupen más las “noticias” que al fin y al cabo, pasarán como soplo -como todo lo terreno- y que éstas nos tironeen el corazón más allá del Pesebre en estos días?…
Es que…si nos alejamos de la Fuente, ¿con qué fuerzas pelearemos esta batalla? Si nos alejamos de la Tienda de campaña, ¿dónde buscaremos refuerzos, dónde hallaremos los pertrechos necesarios?
He sabido de alguno que no ha comulgado en estos días…porque tiene un párroco modernista o abiertamente hereje, o porque el confesor de turno tiene manga ancha y abre la puerta a adúlteros y.., y…, y … Pero digo yo: ¿¿¿Acaso pensamos “dejarles libre la plaza”????
¿Acaso porque el Via Crucis esté repleto de malhechores blasfemos, hemos de dejar de acompañar al Señor en su Calvario, en este ascenso de su Iglesia hacia la Cumbre, como Él, desfigurada?…
Por amor de Dios, que se me entienda: no niego que hierva la sangre en las venas; no digo que no haya dolor, ni visión crítica, ni alabo la actitud del avestruz en estas líneas.
Pero ruego que no dejemos que nos tuerzan la Brújula: todo, TODO esto pasará, y la Eternidad es inmensa y definitiva, y realmente, Cristo vence, reina e impera, y JAMÁS permite que pasemos un trago que no podamos digerir. Es hora de rumiar en el corazón una y otra vez, el “Nada te turbe” teresiano, hasta convencernos realmente, e irradiarlo: “Todo se pasa; Dios no se muda…; sólo Dios basta; quien a Dios tiene NADA le falta…”
Más que nunca, esta hora la tentación más sibilina es hacernos pensar que “no podemos más”. Este es el sello de nuestra desconfianza, nuestra bajada de banderas, y un triunfo para la Bestia, por haber desconfiado de la Gracia.
Hoy vivimos la locura de la Cruz, por supuesto, y la imagen de nuestros hermanos celebrando la Navidad en Siria, debería ser puesto como emblema en nuestras casas para inspirarnos esperanza y resistencia.
¡Y cuanto más oscuras sean las tinieblas, más deberá resplandecer nuestra alegría sobrenatural, pidiendo y agradeciendo una Feliz Navidad! Y claro que es Feliz porque es eterna y siempre nueva, pues este gozo no depende de los hombres, no lo comprende el mundo -gracias a Dios, es nuestro tesoro!- ni tampoco puede arrebatárnoslo.
Invito a mis lectores a regalarle al Niño en esta Octava, una ininterrumpida Acción de Gracias, también por cada astilla de cruz que nos permite compartir con Él en su cunita de pajas,
¡Feliz y Santa Navidad!
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5 comentarios
Es una Esperanza.
Postdata: A pesar del artículo corto de hoy, ¡siempre escribes artículos largos! (a veces, mucho).
¡Debes ser una pesada!
(Feliz Navidad)
; )
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V.G.: Sí, claro, a veces supongo que como collar de sandías...pero Dios compensa todo, pues hay muchos que de tan livianos, parece que se evaporan en el aire!
¡Feliz Navidad! ; )
Bueno, no es para tanto, al final del artículo se ve que esa afirmación tiene mucho de retórica, porque se lee ya en el último párrafo: «Soy pesimista, pero también soy optimista. No puedo dejar de ser optimista, porque el católico cree firmemente que la victoria final será de nuestro Dios. Jesucristo volverá en gloria para juzgar a vivos y muertos.», etc.
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V.G:: Sí, pero la alegría de Navidad es propiamente navideña; debe ser pura gratitud por el misterio insondable de la Encarnación, irreversible y definitiva, no por el Juicio o la Parusía, ante los cuales corresponde sobre todo la Esperanza.
He tomado las medidas necesarias para celebrar Navidad como se debe y que sea de provecho para mi alma y la de mis semejantes.
Gracias.
El neoconverso Fleming es un escritor brillante, pero como católico "le falta un hervor". Las categorías Pesimismo-Optimismo que utiliza no son católicas ni realistas, sino subjetivistas. Son deudoras del "todo es según el cristal conque se lo mire" o quizás incluso, del pesimismo de Shopenhauer.
Y su tesis de que las tinieblas de la ignorancia mantienen al hombre en estado de felicidad, no sé adónde la compró pero a mí no me la va a vender. Pareciera olvidarse que la mayor felicidad a la que el hombre pueda aspirar, va a coincidir con el conocimiento de lo más elevado y de lo más sublime, el de contemplar a Dios cara a cara.
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