(147) Algunos no quieren que Él reine sobre nosotros…
“…Nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador…” (Pio XI, Quas Primas)
Cuando el papa Pío XI proclamaba la fiesta solemne de Cristo Rey en su encíclica Quas Primas, la situación del mundo era ciertamente agobiante. Hoy, crecidas sobradamente las semillas de descomposición y subversión social que entonces señalaba la Iglesia como Madre y Maestra, seguimos celebrando esta magnífica fiesta, pero lamentablemente hay que clarificar esta doctrina no sólo para que se entere el mundo, sino incluso muchos miembros de la Iglesia, porque no es la doctrina católica la que abunda entre quienes deberían enseñarla cotidianamente a los fieles para alimento y fortaleza en el combate.
Por eso, repasar hoy ciertos clarísimos párrafos de aquella encíclica es como un bálsamo para el alma, y hemos querido comentarlos.
Así, a la luz del legítimo Magisterio y Tradición de la Iglesia, es en vano que muchos se empeñen en torcer el Evangelio e inculcar la caricatura de un Cristo dulzón, democrático, “revolucionario de la Ternura” –aunque quienes así lo pretendan sean admiradores del Che Guevara-, pacifista estilo zen, o medio hippie…porque ese no es Nuestro Señor. No es el Verbo que habitó entre nosotros, que por nuestra causa fue crucificado, muerto y sepultado, resucitó al tercer día y está sentado a la derecha del Padre, y cuyo reino no tendrá fin. No se trata de un Cristo Presidente dependiente de la deletérea voluntad popular (que suele elegir tradicionalmente a Barrabás), ni de un Señor “camarada”…
¿Acaso puede haber impostura más grosera y atrevida que falsearnos al mismísimo rostro de la Verdad que es Cristo?…
La crónica que se nos pinta es impecable:
“Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad.
Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas.
Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados.
Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos.
No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.” (Quas Primas, 23)
¿Y qué decir de los ministros sagrados y pastores - verdaderos descendientes de Judas- que pretenden enmendar la plana al Evangelio, y enseñarle virtudes al propio Dios?...
Porque aunque nos resulte amarguísimo, hay que admitir que hoy hay algunos que como aquellos del Evangelio, murmuran en su corazón y en sus obras: “¡No queremos que Éste reine sobre nosotros!” El rey que está en el fondo de aquella parábola es Cristo rechazado por el pueblo, que no quiere que reine sobre ellos; confirmado sin embargo por el Padre y que volverá a juzgar a dóciles y rebeldes. Lucas 19, 11-28 Comentándola, señala el p. Horacio Bojorge s.j.:
“Toda nuestra cultura actual! Nuestra cultura apóstata se ha venido sacudiendo a Dios como un yugo. Lo sacó de sus escuelas, de sus universidades, de su historia y de su filosofía, de sus leyes, de sus gobiernos, de sus costumbres, de sus conversaciones, de sus signos y símbolos, de su lenguaje… No quiere ningún signo exterior que se lo recuerde… No quiere, tampoco y mucho menos, que le digamos que, sin embargo: Él está ahí… Y es Rey. (…) Esta cultura moderna y postmoderna es la que quiere establecer frente al Reino de Cristo, otro Reino. El Reino del Hombre endiosado en lugar de Cristo. Esta es la cultura del Anti-Cristo. Parodia del Reino de Cristo.
‘Por qué se confabulan las naciones y los reyes murmuran contra el Señor y su Rey? Rompamos su coyunda, sacudamos su yugo.El Señor desde el cielo sonríe, El Señor se burla de ellos, los quebranta como vasos de barro con su cetro de hierro’ (Salmo 2).
Efectivamente, aunque celebren su fiesta litúrgica, en la “praxis” no todos los hijos de la Iglesia están dispuestos a que Cristo reine sobre ellos, sobre sus costumbres, sobre sus pensamientos y criterios. Ni siquiera están dispuestos a “probar” la acción de la gracia, bajando los brazos ante la tiranía de la naturaleza que consideran inexorable, porque en el fondo, ya han cedido su corazón a la herejía.
Podrán establecer tratados pseudoamistosos entre las naciones y recurrir a la CHI (Confabulación Hipócrita Internacional) para que los despistados crean que les preocupa el bien común y la paz, pero lo cierto es que
“…Nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador…”
Sencillamente porque
“…No hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo.”
Muchos se han dejado convencer de que la paz podrá lograrse a costa del Nombre de Cristo, impugnando la genuina prédica misionera, negociando vergonzosamente con idólatras y enemigos de la Cruz, y estableciendo “programas” de acuerdo interreligioso que sólo sirven para pisotear a la Verdad, pactando con la Sinagoga hoy y con los herejes mañana, ocultando a la Madre de Dios, caricaturizándola también como “dulce doncella”, pero evitando decir que Ella es “terrible como ejército formado para batalla”. Tal vez hayan celebrado la misa de Cristo Rey, pero en sus pensamientos se han inclinado ya ante todo lo que pretende destronarlo.
Pero nosotros sabemos con cada gota de nuestra sangre que
…Cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad.
Con un poco de honestidad, pues, en vez de echarle la culpa a “los tiempos que cambian” y a una supuesta necesidad de “adapatación", ¿Qué frutos hemos visto de esta verdadera apostasía?:
Los amarguísimos frutos que este alejarse de Cristo por parte de los individuos y de las naciones ha producido con tanta frecuencia y durante tanto tiempo, los hemos lamentado ya en nuestra encíclica Ubi arcano, y los volvemos hoy a lamentar, al ver el germen de la discordia sembrado por todas partes; encendidos entre los pueblos los odios y rivalidades que tanto retardan, todavía, el restablecimiento de la paz; las codicias desenfrenadas, que con frecuencia se esconden bajo las apariencias del bien público y del amor patrio; y, brotando de todo esto, las discordias civiles, junto con un ciego y desatado egoísmo, sólo atento a sus particulares provechos y comodidades y midiéndolo todo por ellas; destruida de raíz la paz doméstica por el olvido y la relajación de los deberes familiares; rota la unión y la estabilidad de las familias; y, en fin, sacudida y empujada a la muerte la humana sociedad. (Quas Primas, 24)
Muchísimos mártires de nuestro tiempo han alcanzado la palma del martirio gritando ¡viva Cristo Rey! No era una consigna, no era un programa, no era un lema, ni en fin, un grito meramente humano, dictado “por la carne o por la sangre”, sino -como señala el p. Bojorge- “una gracia del Espíritu Santo que lo proclama en Espíritu y en Verdad a través de la boca de los mejores hijos del Padre celestial, sacrificados como Corderos inocentes. Por su boca, es el Espíritu Santo quien lo grita a un mundo que no quiere que Cristo reine sobre ellos.”
Olvidando estos testimonios heroicos, en muchas homilías de este día, oímos que el Reinado de Cristo es algo vago, difuso, que no debe pretender ser plasmado exteriormente sino que se trata de un reinado puramente espiritual, “en nuestro corazón”, donde Él mira indulgentemente todo lo que hagamos, por contradictorio que sea con la fe, anestesiando las conciencias liberales. Pero la realidad es muy otra, pues
“es dogma de fe católica, que Jesucristo fue dado a los hombres como Redentor, en quien deben confiar, y como legislador a quien deben obedecer. Los santos Evangelios no sólo narran que Cristo legisló, sino que nos lo presentan legislando. En diferentes circunstancias y con diversas expresiones dice el Divino Maestro que quienes guarden sus preceptos demostrarán que le aman y permanecerán en su caridad”.
Nos llegan a decir también que “Jesús siempre nos justifica, porque sabe ver con ternura nuestros corazones, y nunca nos castiga” –como si fuésemos todos un rebaño de discapacitados morales- pero resulta que
“…El mismo Jesús, al responder a los judíos, que le acusaban de haber violado el sábado con la maravillosa curación del paralítico, afirma que el Padre le había dado la potestad judicial, porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de juzgar se lo dio al Hijo[26]. En lo cual se comprende también su derecho de premiar y castigar a los hombres, aun durante su vida mortal, porque esto no puede separarse de una forma de juicio. Además, debe atribuirse a Jesucristo la potestad llamada ejecutiva, puesto que es necesario que todos obedezcan a su mandato, potestad que a los rebeldes inflige castigos, a los que nadie puede sustraerse…:”
Esta fiesta luminosa, pues, se ha instituido
“para que estos inapreciables provechos se recojan más abundantes y vivan estables en la sociedad cristiana, necesario es que se propague lo más posible el conocimiento de la regia dignidad de nuestro Salvador”,
Y por tanto
“enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.(…) pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectitud de costumbres…”
Parecerá a muchos un programa “anacrónico”, que no gozaría del beneplácito de las Naciones Unidas. Pero, ¿qué creemos acaso que es la liturgia, si no nos cambia la vida? ¿Acaso en el tiempo en que la Iglesia hablaba claramente, era aplaudida por el mundo? ¿Acaso hay hoy más cristianización, o más bien “cretinización”…?
El papa Pio XI, pues, anima como pastor solícito, en la misma línea de Nuestro Señor y sus Apóstoles, a la militancia y celo apostólico, al ardor misionero, al “proselitismo”, vale decir, a hacer prosélitos para gloria de Dios y bien de las almas, reprochando incluso la “timidez de los buenos”, porque ¿quién creerá si nadie les predica…?:
Hace unas décadas, era lógico relacionar esta fiesta con el movimiento de la Acción Católica, -que al teñirse las mentes de progresismo ya no es ni acción ni católica-, pero sería cuestión de repasar el espíritu que entonces la animaba, comparando sus antiguos frutos de santidad con los de ahora.
“Nos anima, sin embargo, la dulce esperanza de que la fiesta anual de Cristo Rey, que se celebrará en seguida, impulse felizmente a la sociedad a volverse a nuestro amadísimo Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad. Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor...”
¿Y cómo hemos de hacer reinar a Cristo, entonces? Mediante nuestras obras de misericordia, claro (con todas, las 14), para alcanzar la conversión de todo el hombre y de todos los hombres:
-Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario
-que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos;
-es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido;
-es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios[35], deben servir para la interna santificación del alma. Todo lo cual, si se propone a la meditación y profunda consideración de los fieles, no hay duda que éstos se inclinarán más fácilmente a la perfección. (QP, 25; 11-12-1925)
Esta fiesta no puede entonces, sino invitarnos a una renovada esperanza, porque ésta no puede nacer más que en la Cruz, en la tormenta y en la batalla, porque si se apoyara en nuestras fuerzas no sería ya esperanza. Escándalo para los judíos y locura para los gentiles, nuestra esperanza debe ser entonces hoy esplendorosa y fuerte, seguros de lo que NO es el Reino de Cristo, para esperar al verdadero. Con estas bellísimas líneas del p. Bojorge, pues, exclamamos:
“Mi corazón espera el día en que veré otra Humanidad. Una Humanidad distinta a ésta dentro de la cual me tocó vivir en mi efímera vida mortal. Aquella Humanidad sentirá lo que se adelantan a profetizar en mi corazón el Espíritu y la Esposa: enjuiciará estos siglos y llorará el error de los hombres de esta cultura. Desde lo más hondo de su corazón lanzará la oración de su profundo anhelo: ¡Ven Señor Jesús! ¡Ven Rey del Universo! Ven a reinar sobre nosotros como has reinado dentro de nosotros en tus fieles! ¡Qué necios fueron nuestros antepasados que no quisieron que Tú los gobernaras con tu yugo suave y tu carga ligera! ¡Ellos que no podían ni siquiera gobernarse a sí mismos y dominar sus pasiones! ¡Ellos a los que tiranizaban los caprichos de su corazón! ¡Ellos pensaron que podían gobernarse a sí mismos y gobernar a otros, e incluso gobernar el mundo, instalando el Reino del Hombre sobre el Hombre! Así fue como instalaron la tiranía mentirosa del Anticristo para destronarte a Ti y arrebatarte el Reino que te ha dado el Padre! Nosotros hemos conocido ese reino atroz. Ya no creemos en ese ídolo, en esas ideologías ‘cristianas’ que quisieron suplantar a Jesús el Cristo haciéndolo manipulable por el Hombre. Nosotros somos los desengañados de las ideologías del Anti-Cristo, del Anti-Jesús. Del Antifaz fraudulento. ¡Ven Tú, Señor, ven en persona a reinar sobre nosotros, pues nosotros reconocemos el poder y el honor y la gloria que te ha dado el Padre para siempre! ¡Nosotros reconocemos que somos tu herencia y la porción de tu heredad para siempre!”
No podemos ni queremos conciliar el reinado de Cristo con el reinado del espíritu del mundo, que es, al fin y al cabo, el espíritu inmundo.
Nosotros queremos que en nuestras vidas reine e impere el Señor del Universo, a través del Corazón Inmaculado de Su Madre, nuestra Reina y Madre.
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Para agendar, asistir y difundir: “La Familia Católica, estandarte y trinchera” (XIX Encuentro de Formación Católica de Bs.As.-2 al 4 de diciembre de 2016)
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Infocatólica agradecerá vuestra generosa colaboración; le sugerimos cómo hacerlo.
8 comentarios
Nos dicen que celebramos litúrgicamente a Cristo Rey, pero no se lo creen.
Para mí, abandonar el reinado de Cristo en todos los órdenes de la vida, como se hace en la predicación e intención de la jerarquía, es la mejor muestra de nuestra traición al Señor.
Con lo dicho por el P. Bojorge, nos alienta a seguir adelante, aunque hoy nos tengan por retrógrados, mañana nuestros hijos nos llamaran Valientes súbditos de Cristo Rey, guerreros revestidos de la Gracia.
Que este grito no se quede en algo externo, sino que sea un reconocimiento del verdadero Reino de Cristo, quien nos compró con su bendita Sangre, pues por su obendiencia venció al mundo, al demonio y a la carne. Esperamos que nuestros pastores abran los ojos y sepan resistir los sutiles engaños de los enemigos de Dios y de su Iglesia que ya se han infiltrado hasta lo más alto de la misma Iglesia.
El Señor ha de venir a derrotarlos con el aliento de su boca, porque a final de cuentas, lo quiera el mundo o no, Cristo ha de reinar eternamente en los Cielos, en la Tierra y en todo lugar. ¡Abrevia, Señor, el tiempo de la prueba! ¡Ven pronto, Señor Jesús!
¡Dios te bendiga, Virginia, a ti y a tu familia!
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V.G:Muchas gracias Juan, ¡viva Cristo Rey y su Santísima Madre, nuestra Reina!
Pienso que Él solamente puede amarnos.
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V.G.: ¿Nunca ha oído hablar del Reinado de Amor? Ud. evidentemente considera un reinado exclusivamente como los del mundo, y de este modo no se comprende nada, pero no desfigure la doctrina católica negando el Reinado de Cristo, y repase el Credo, por favor.
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