La atroz persecución a la Iglesia en la Revolución Francesa
A lo largo de la Historia ha habido grandes revoluciones por odio a la fe para socavar los cimientos de la cristiandad. Los cristianos han sido perseguidos con saña y crueldad. Numerosos mártires dieron su vida por defender la religión católica.
Una de las más importantes sin duda fue la Revolución francesa y la Ilustración, que intentó desterrar a Dios de la sociedad y entronizar a la diosa razón y al hombre como la medida de todas las cosas. Justamente la antítesis de la sociedad teocéntrica medieval, que fue la época de mayor esplendor de la cristiandad.
La Revolución francesa, como todo en la vida pasó, pero el veneno de sus ideas inmanentistas permanece hasta nuestros días y se entremezcla con la ponzoña de otras grandes revoluciones como la comunista o la de mayo de 68.
D. Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá, nos habla en profundidad del feroz ataque que supuso la Revolución Francesa a la cristiandad y sus graves consecuencias.
¿Cuál fue el caldo de cultivo en Europa en el que se fue fraguando la revolución francesa ya desde siglos atrás?
La cultura de la cristiandad representada por Santo Tomás de Aquino entiende un punto fundamental, que Dios es creador y providente. Dios ha creado al mundo, ha creado al hombre y por lo tanto el hombre es una criatura dependiente de Dios, que debe obedecer sus mandatos. Dios ha creado al hombre para que le sirva, le ame y después sea feliz con él en el Cielo. Este concepto se rompe en el siglo XVI por medio de Lutero que introduce una nueva idea frente al hombre como criatura: el hombre como ser autónomo. En su doctrina nos propone el libre examen que consiste en decir sucintamente que somos autónomos para interpretar las Escrituras, no necesitamos de ninguna autoridad eclesiástica que nos diga cómo interpretar la Palabra de Dios. Podemos prescindir del Magisterio y de la Tradición. Esto lo oyen los campesinos alemanes en 1525 y se hacen la siguiente composición de lugar: “Si nadie me puede decir a mí lo que yo tengo que hacer en materia religiosa muchísimo menos nadie me podrá decir lo que debo hacer en materia política”. Así surgen las revoluciones campesinas de 1524 y 1525.