P. Christian Díaz Yepes. Sacerdote y poeta. Nacido en Caracas, Venezuela, en 1980. Estudió Bellas Artes y Filosofía, y alcanzó el Doctorado en Teología en la Universidad San Dámaso. Ordenado sacerdote en 2007, desarrolla su ministerio pastoral en la Archidiócesis de Madrid desde 2011. Recibió el Premio Nacional de Poesía Juvenil del Ateneo de Caracas y la Casa de la Poesía de Caracas (1996). A los 19 años su libro “Las Ruedas” fue seleccionado en concurso y publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana (1999). En el 2004 la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello publicó su libro “Una Barca. Ha publicado y recitado en países como Estados Unidos, Italia, Suiza, Brasil, Siria y recitó su poesía en el Aula Pablo VI del Vaticano ante siete mil personas en la conclusión del año sacerdotal en 2011. Su poesía ha sido traducida al Inglés, al Italiano y el Árabe. En Venezuela recibió el Premio Trípode de literatura cristiana por su libro de espiritualidad “Beber de la fuente de la paz". También ha sido nominado para recibir el Premio Mundial de Poesía Mística (Roma, 2010). Publica semanalmente textos de oración en el periódico La Razón y colabora con Religión en Libertad. Imparte asignaturas de teología para sacerdotes y laicos en Venezuela y se dedica especialmente a la dirección espiritual de jóvenes y adultos y la predicación de ejercicios espirituales para religiosos y laicos en España.
¿Cómo nació su aproximación al santo P. Pío?
En el libro cuento que desde que supe sobre el padre Pío en 1999, este no fue santo de mi devoción, literalmente. En ese entonces yo estaba volviendo a la Iglesia después de unos años de alejamiento por la incoherencia de algunos de sus representantes y seguí la idea de que el cristianismo tenía que ser algo atractivo, a la moda. Preferí modelos de santidad más acordes a nuestro tiempo, sin tener conciencia todavía de que lo santo sobrepasa lo temporal y nos abre a la eternidad. Eso lo iría madurando posteriormente.
En 2019 fui invitado a acompañar una peregrinación a los lugares del padre Pío en Italia. Al principio yo tenía todavía muchas reticencias. El padre Pío me seguía pareciendo un santo demasiado severo. Además, mis compromisos en ese momento hacían inviable que dedicara una semana a ese viaje. Sin embargo, todo empezó a despejarse sin mayor esfuerzo de mi parte y esa misma noche tuve un sueño revelador. Amanecí con la certeza de que debía acompañar aquella peregrinación y dejarme enseñar por este maestro.
Celebrar la misa en el altar en que el padre Pío se inmolaba cada madrugada con Cristo en el Calvario me estremeció y suscitó una conversión en mi sacerdocio. No tuve visiones, locuciones o experiencias llamativas, sino una fuerte toma de conciencia, a la cual tenía que responder con todo mi ser. En los días posteriores, me dejé conducir como un discípulo por este gigante de la fe. A través de las visitas a sus lugares, la meditación de su epistolario y el diálogo confiado en la oración, todo cambió en mí. Una verdadera vuelta a Dios, que trato de vivir con sencillez y coherencia, sabiendo que aún me falta mucho más por santificar.
Incluso a partir de ese momento se dedicó a confesar con gusto y consolación espiritual.
Así es. Ya Dios había sanado en mí un prurito inicial a escuchar confesiones, que me llevó en mis primeros meses de ministerio a decidir hacer todo como sacerdote menos confesar. Me sentía indigno de hacerlo y me atormentaban muchas de las cosas que escuchaba. Como cuento en el libro, Dios sanó esto por una oración que hicieron otros dos sacerdotes por mí, acogiéndonos a la intercesión del padre Pío, pues este había sido un gran confesor. Ya desde este momento el santo me estaba enseñando y ayudando, pero solo llegué a entenderlo al sentarme a confesar tantos años después en san Giovanni Rotondo. Por eso quise dedicar tantos capítulos del libro a detallar cada uno de los pasos de la Confesión, que ahora trato de valorar cada vez con mayor profundidad.
No quería ir a San Giovanni Rotondo, pero tuvo un sueño ¿Cómo fue la experiencia?
El día que me invitaron a la peregrinación, y yo busqué cómo escaquearme, el padre Pío se me apareció durante toda la noche en un sueño liviano y sostenido, en el cual me revelaba mucho acerca de mi propia vida y mi sacerdocio. Los detalles los cuento en el libro, pero aquí lo puedo resumir como un detallado examen de conciencia acerca de mi ser y mi hacer como sacerdote. El padre Pío me condujo por esas horas con la misericordia y la exigencia con la que el mismo Dios nos guía y nos mueve a la conversión, sin hundirnos en la culpa, pero moviéndonos a asumir nuestra responsabilidad.
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