San Benito José Labre, un antídoto contra la impiedad y el hedonismo de nuestra sociedad
Agnus Dei Prod acaba de sacar a la luz un librito llamado San Benito José Labre, el peregrino del Santísimo Sacramento. Por su interés comparto con ustedes las reflexiones de su autor Carlos Fernando María Bellmont. Unas palabras fuertes, pero certeras y necesarias, que comparto plenamente. Y recomiendo encarecidamente el libro. Para mayor información y adquisición puede escribir a: [email protected]
Reflexiones del autor sobre el libro
“Una sociedad prostituida con supuestos adelantos tecnológicos alienantes y esclavizantes, unos gobiernos que aprueban el crimen de infanticidio en el vientre materno, la criminal eutanasia, la aberrante manipulación genética, la sodomización y perversión de los niños, jóvenes y adultos, el divorcio, los espectáculos inmundos e infectos en televisión, cine, radio, música, modas, literatura, marquesinas con propaganda inmoral por las calles, la proliferación de sectas malvadas, la hipocresía y la mentira en la política, la corrupción, la manipulación de la historia, y un largo etcétera… van aumentando el monto del estercolero de una sociedad estrangulada por el vicio normalizado, la hediondez cultural y la sin razón.
¡On, Dios mío! ¡Oh, Madre Inmaculada! ¡Enviadnos santos operarios forjados en la escuela del Espíritu Santo para que nos libren de esta plaga y nos formen para la santificación de nuestras almas!
La vida de este santo varón, como la de todos los santos de nuestra amada Iglesia, interpela al cristiano a la oración y al amor a Jesús Sacramentado; es una llamada a alabar a Dios, hacerle reverencia, a conocerle, amarle y servirle, a acompañarle en la Custodia, en el Sagrario, en las parroquias, en las iglesias, en las catedrales.
Es un toque de diana a poner nuestras vidas bajo el amparo seguro de la Divina Providencia, dirigiendo siempre nuestra mirada, no hacia las cosas perecederas y caducas que acaban apolilladas y corroídas por el orín, sino hacia las verdades inmortales y en la eternidad.
Es un aviso a las sociedades que buscan construir la ciudad terrena al margen de Dios y de sus Santos Mandamientos, porque allí donde no habite el Espíritu de Dios no habrá libertad sino que solo se encontrará desolación, muerte y corrupción.
San Benito José Labre, también conocido como “El santo de las Cuarenta Horas”, “El santo de la Virgen”, “El penitente del Coliseo” o “El nuevo San Alexis”, nos avisa de la necesidad urgente que tiene el hombre de recurrir, en su día a día, en el silencio y en el recogimiento, al Santísimo Sacramento, manantial de gracias y despensa del alimento sacro imperecedero.
Este “fraile errante”, que no dejaba de pasar las cuentas de su rosario por entre sus dedos, nos avisa igualmente, a servir a los pobres, a los enfermos de cuerpo y de alma, a los encarcelados, al moribundo, al pordiosero, y a ejercitarnos, en definitiva, en obras de misericordia, espirituales y corporales…
Este santo piadoso y desprendido de lo mundano, que buscaba su sustento entre la basura y los desechos de los hombres, que nunca pidió limosna, y si alguien le daba alguna moneda, lo repartía entre los pobres, nos invita a soportar todas las contrariedades que nos sobrevengan por amor a Dios; oprobios, pobreza, menosprecios, calumnias, humillaciones…
Este hombre de Dios nos sigue convocando a formarnos en la doctrina Católica tradicional, a forjarnos en las máximas del Santo Evangelio, en el amor a la Virgen Santísima, a San José y a los santos, a perseverar en la oración sin desfallecer, a tener por meta la Sabiduría Divina de la Cruz, a la práctica de la mortificación de los sentidos, a la austeridad de vida, a la imitación de Cristo.
Este peregrino incansable, que tuvo por hogar el Coliseo Romano -arco XLIII-, las cuevas de Montecavallo y al final de su vida el Hospicio de San Martino al Monti, nos exhorta a vencer sin miedo los respetos humanos permaneciendo en la paz de Dios ante los menosprecios de los hombres. Una vez le llamaron con grosería “desgraciado", pero él santamente respondió:
-¡Yo soy feliz porque tengo a Dios! ¡Los que no tienen a Dios si que son desgraciados!-.