El P. Christian Díaz Yepes habla de su libro Bajamar, canto a la necesidad de sentido y trascendencia
P. Christian Díaz Yepes. Nace en Caracas, Venezuela, en 1980. Ganador en Venezuela de los concursos Nacionales de Poesía Juvenil de la Casa de la Poesía y el Ateneo de Caracas en 1996.
Publicó su primer libro de poesía, Las Ruedas, a la edad de 19 años, después de que resultara ganador del Concurso de nuevos autores hispanoamericanos de Monte Ávila Editores Latinoamericana en 1999. Publicó el libro Una Barca bajo el sello de la Casa Nacional de Las Letras Andrés Bello de Venezuela en el año 2004. Publicó el libro Aquedah, en Caracas, 2014.
Ha colaborado con diversas publicaciones dentro y fuera de su Venezuela y España, tales como la Revista Nacional de Cultura, la revista “Ateneo” en Venezuela y las revistas Gens, Sophia y Clan-Destino en Italia. Ha sido invitado a recitar su poesía en eventos como el Festival Mundial de la Poesía y la Semana Internacional de la Poesía de Caracas, la Bienal Mariano Picón Salas de Mérida, el Museo de Arte Contemporáneo y el Festival Atempo de Caracas, así como en el Festival de Culturas Contemporáneas en Sión, Suiza, y en el Centro Internacional de Castelgandolfo, Italia. En 2010 recitó parte de su poesía en el Aula Pablo VI del Vaticano, ante un público de más de siete mil personas, además de múltiples transmisiones en el mundo entero. Su poesía ha sido traducida al árabe, inglés e italiano y ha sido compilada en diversas antologías.
Es sacerdote de la Archidiócesis de Madrid, donde sirve como Capellán de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense. También es profesor de Teología en Venezuela y articulista en el periódico La Razón.
En esta ocasión le entrevistamos acerca de su libro Bajamar, compuesto por poemas independientes, puede leerse como un único canto a la necesidad de sentido y trascendencia. La intimidad del mar, que se descubre con asombro y esperanza, es la metáfora que guía al lector a conocerse a sí mismo a la luz de aquello que las palabras no expresan. El autor vuelve a cautivarnos con su tono místico y gozoso, velando y esclareciendo la realidad que nos compone y nos supera. Un libro que no deja indiferente a nadie ni en su conjunto ni en cada una de sus partes. Así continúa el recorrido de los libros previos del autor, Una barca, Aquedah y La noche y el deseo, en esa exploración de la hondura del ser y del existir.
¿Por qué un libro de poesías sobre el mar?
En verdad, yo nunca he escrito uno o varios libros de poesía, aunque aparezcan publicados así. Lo que intento siempre es escribir un poema, un solo canto, compuesto por muchos poemas, epígrafes y apartados independientes que van relacionándose entre sí, abriendo dimensiones y conformando un único conjunto. Aunque esto no obsta para que también su contenido pueda leerse como poemas independientes, cada uno con un sentido, unidad temática y ritmo propio. El jugar con estos elementos estructurales es una de las posibilidades más fascinantes del género poético, tanto para el compositor como para el lector u oyente.
En anteriores obras como Una barca, ya está presente esa atracción por el mar…
Efectivamente, el mar suele ser una imagen muy recurrente en mi obra poética. Al contrario de lo que se pueda pensar, yo no soy hombre de mar; en cambio sí de montañas. Pero, como digo, la potencia simbólica y evocadora del mar siempre me ha cautivado y aparece con frecuencia en mis versos. Bajamar nació de una experiencia de contraste. Fue en mi ciudad de origen, Caracas, hace doce años. Allí estábamos viviendo los embates políticos y sociales que estaban llevando a Venezuela a su peor tragedia histórica. Uno de los países más bendecidos por la Providencia, tanto en recursos naturales como en la profunda fe y el sentido de excelencia de su gente, se estaba viendo asolado por las consecuencias de una ideología antihumanista que parecía arrasar con todo. Entonces coincidió con que vine a vivir a España y conocí la costa gallega. Una mañana, mi amigo y antiguo profesor de literatura, José Javier Míguez Rego, me llevó a ver la bajamar. Ese fue un fenómeno que yo nunca hubiera imaginado. El mío es un país con un millar de kilómetros de costa del Caribe, un mar exuberante y siempre abundante. Nunca se nos ocurriría pensar que se puede retirar y dejar al desnudo su profundidad. Al caminar cientos de pasos por el lecho del mar sin lograr atisbar donde se había marchado, relacioné todo lo que estábamos viviendo como venezolanos. Es como si el mar, por muy difícil de creer que sea para nosotros, se hubiera retirado y dejado solo sequedad y desierto. Entonces sentí de la necesidad de explorar esa metáfora, y la mejor forma era empezar a componer este gran poema.