Simón Delacre, director de Apocalipsis: “Jamás soñé con un éxito tan grande, de escala internacional”
Simón Delacre es cineasta argentino, guionista, productor y director de “La Biblia: Apocalipsis” (Titulo en Hispanoamérica: El Apocalipsis de san Juan, Los 4 Jinetes y las Calamidades”). Egresado de la Universidad de Buenos Aires, es un apasionado del cine y de la teología católica. Su obra une la fuerza del lenguaje audiovisual con la profundidad espiritual, ofreciendo una mirada fiel y cautivadora sobre el Apocalipsis bíblico.
¿Cómo nace la idea de rodar la Biblia Apocalipsis?
Desde siempre me apasionó el cine de ciencia ficción de Hollywood, especialmente esas grandes producciones llenas de efectos visuales. Me atraían especialmente las películas de género apocalíptico: el apocalipsis zombi, invasiones alienígenas o revoluciones de máquinas siempre capturaron mi atención. Pero como joven católico, siempre me quedaba una pregunta en la cabeza: ¿qué dice realmente el Apocalipsis de la Biblia sobre el fin de los tiempos? ¿Hasta qué punto lo que Hollywood proyecta tiene algo de cierto?
Un día, después de ver una de esas películas apocalípticas, tomé la Biblia y me lancé a leer el Apocalipsis. Descubrí que, efectivamente, habla de resurrección de muertos, pero no de zombis; habla de invasiones, pero no de alienígenas, y hasta, en cierta medida, el mal uso de la tecnología aparece en el libro. Si bien en mi primera lectura entendí poco o nada, pues es un libro cargado de símbolos, luego, con el estudio del texto siguiendo a los grandes intelectuales católicos que trataron el tema, noté que el Apocalipsis bíblico no es un libro pesimista como pretende el “Apocalipsis hollywoodense”, sino todo lo contrario: es un libro lleno de esperanza y consuelo, pues apunta al triunfo definitivo del bien sobre el mal con la Segunda Venida de Cristo, algo que el cine secular omite y hasta tergiversa.
Sentía que una película era la forma más efectiva de comunicar su mensaje, que no lograba sacar de mi cabeza. Así comenzó mi camino: primero leyendo y estudiando, luego soñando con cómo traducir esa riqueza a imágenes y, finalmente, emprendiendo esta aventura cinematográfica que este 28 de marzo estreno en los cines de España bajo el título de “La Biblia: Apocalipsis".
¿En qué medida completa otros trabajos audiovisuales sobre el mismo tema?
Creo que “La Biblia: Apocalipsis", conocida en Hispanoamérica como “El Apocalipsis de san Juan” aporta algo que otras obras no han abordado con suficiente claridad: una combinación de fidelidad teológica y un lenguaje cinematográfico accesible. Como decía más arriba, muchas veces, el Apocalipsis ha sido adaptado en clave de cine de terror o ciencia ficción, desvirtuando su mensaje original y reduciéndolo a una narrativa apocalíptica de catástrofes sin fondo espiritual. Aquí, sin embargo, buscamos representar visualmente las visiones de San Juan tal como están descritas en la Biblia, acompañadas de una exégesis fiel a la tradición de la Iglesia. Nuestra propuesta es mostrar la dimensión espiritual y escatológica de la profecía sin renunciar a la espectacularidad visual. En ese sentido, creo que esta película llena un vacío importante dentro del mundo del cine.
¿Por qué ha elegido este libro que cierra la Biblia?
Podría decir que elegí el Apocalipsis, pero sinceramente siento que el Apocalipsis me eligió a mí. A fuerza de leer y estudiar este libro y sus interpretaciones, se volvió una obsesión en mi vida. Incluso en reuniones de amigos era común que alguien dijera: “¡Llegó el apocalíptico!".
En 2020, con los confinamientos en Argentina y tras quedarme sin trabajo de la noche a la mañana, solo tenía una idea fija: el Apocalipsis. Aunque intenté pensar en otros proyectos, siempre volvía a lo mismo. Algo tenía que hacer de mi vida, y allí solo estaba el Apocalipsis. Creo que más que elegirlo, fui empujado hacia él, casi acorralado con él. Fue recién después cuando entendí que detrás había un llamado más profundo.
En un tiempo en que la apostasía parece extenderse incluso en las altas esferas de la Iglesia, el nuevo orden mundial avanza sin disimulo y la iniquidad campea a sus anchas, el mensaje del Apocalipsis se vuelve urgente. Como bromeaba (o no tanto) León Bloy: “Cuando quiero saber las últimas noticias, leo el Apocalipsis”.
Hoy más que nunca necesitamos su mensaje. Conocer el libro nos acomoda la perspectiva sobre todo: el estado de nuestra vida, el estado del mundo, el estado de la Iglesia. El Apocalipsis es una advertencia, pero sobre todo un consuelo y una esperanza. Es el libro que nos anuncia que Cristo volverá pronto a vencer definitivamente al mal. Ante el agobio que genera la visión de la locura del mundo en que vivimos, el Apocalipsis nos recuerda que nada de eso es para siempre y que, según la interpretación que nosotros seguimos en la película, a todo ese mal le quedan las horas contadas; que si el demonio está desatado es “porque sabe que le queda poco tiempo”, como dice el libro. La historia de la humanidad culmina en la victoria de Dios sobre el mal. El Apocalipsis es el broche final que da sentido al resto de la Escritura, y llevarlo al cine se convirtió para mí en una misión inevitable.
¿Qué es lo que más le atrae de él?
Su tremenda actualidad y su capacidad de interpelarnos hoy, dos mil años después de haber sido escrito. Si bien todos los libros de la Biblia, al ser palabra de Dios, son atemporales, hay libros que han hablado muy específicamente a ciertas épocas. Pensemos en las profecías del Antiguo Testamento anunciando la Primera Venida. Es indiscutible que esos libros, esas profecías, tuvieron la mayor relevancia para la gente contemporánea a Cristo. Eran la clave para reconocer al Hijo de Dios. De manera análoga, el último libro de la Biblia adquiere o adquirirá la mayor relevancia sobre el final de los tiempos. Todo parece indicar que ese tiempo ha llegado, y la lectura y estudio del Apocalipsis, junto con el escrutinio de los signos de nuestro tiempo, parecen confirmarlo. Además, me atrae enormemente su carácter visual: el Apocalipsis está lleno de imágenes impactantes, de visiones que parecen escritas para ser llevadas al cine. Cada sello, los cuatro jinetes, cada trompeta, las visiones celestes… tienen una fuerza narrativa y estética enorme, que fue un desafío y una bendición poder plasmar.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación? ¿Cuáles han sido sus principales referencias?
Principalmente me introduje en la exégesis del libro de la mano del Padre Castellani. Luego, y mucho en parte gracias al mismo Castellani, fui descubriendo otros autores muy versados en el tema: el venerable Bartholomé Holzhauser, San J. H. Newman, Monseñor Straubinger y Pieper, entre otros. Todos ellos basados siempre en la tradición exegética católica, principalmente en los Santos Padres antiguos. No pretendo ser exégeta ni teólogo, soy apenas un aficionado, y no me atrevo a interpretar por cuenta propia las Escrituras. Mi aporte reside principalmente en tomar los puntos comunes y más fuertes de estos autores y adaptarlos a un lenguaje más accesible al público general y, en algunos casos, actualizar de acuerdo al tiempo en que vivimos parte de esas interpretaciones, siguiendo la máxima de que “toda profecía se aclara al acercarse su cumplimiento”. De esta forma, es muy fácil para mí, e imposible para los antiguos, imaginarse una posible aplicación de finanzas digitales para aquello que dice el libro: “no podrás comprar ni vender nada quien no tenga la marca de la bestia”. En resumen, no quise aportar una “visión personal", sino ser un transmisor fiel de la interpretación que nos ha dejado la tradición. Y para tranquilidad del público aclaro que el guion fue minuciosamente controlado y corregido por excelentes sacerdotes y un teólogo de primera línea, y la película cuenta con la bendición y recomendación de personas como Monseñor Schneider y el Cardenal Sandoval.
¿Hasta qué punto es difícil aplicar este libro sagrado a nuestros días y cómo nos puede ayudar espiritualmente?
Creo que el libro, acompañado de una interpretación seria y actualizada, puede servir de mapa o GPS de la historia para ubicarnos aproximadamente dónde estamos parados, en qué lugar entre la Primera y la Segunda Venida de Cristo. Vernos tan cerca de la Segunda Venida genera en nosotros un sentido de perspectiva más aguda. Las novias necias seguramente pensaban que faltaba mucho para que llegara el Novio. Si sabemos que falta poco, la preparación es otra. Vivir a la expectativa exige un estilo de vida contracorriente del mundo. Pero esa misma cercanía da un ánimo enorme, y allí reside la capacidad de consuelo del libro y, por asociación, de la película. El Apocalipsis es perfectamente aplicable a nuestros días: habla de una sociedad que se aleja de Dios, de una crisis espiritual profunda y de una lucha entre el bien y el mal que ha ido in crescendo y que hoy está muy cerca de alcanzar su pico. Para la gente esto o es muy evidente o, al menos, lo perciben, tienen como una sensación de que algo pasa en el mundo (y en la Iglesia). Nos ayuda espiritualmente a mantenernos vigilantes, a no acomodarnos al espíritu del mundo y a vivir con la mirada puesta en la Segunda Venida de Cristo.
¿Cómo ha podido lograr unos efectos especiales tan espectaculares con tan escasos medios?
Yo mismo tengo formación en efectos visuales y hoy en día, con tiempo, que es el principal recurso con el que conté en este proyecto, se puede hacer mucho con muy poco. Así pude resolver con un equipo ínfimo todas las escenas con FX. Por supuesto que todo llevó muchísimo más tiempo que si contara con el apoyo de un estudio especializado, pero no fue el caso y asumo que así lo quiso la Providencia. Muchas veces me hubiera gustado arrojar unos cuantos billetes a un experto y olvidarme del asunto, pero los billetes siempre escasearon. Así que tuve que encarar la mayoría de los VFX yo, y lo que no sabía cómo hacerlo, aprenderlo. Tuve que aprender a manejar un programa profesional de animación 3D desde cero para la escena de las langostas. Para las escenas del cielo (las visiones de los 24 ancianos y el trono de Dios) tuve la ayuda de un amigo que es un gran ilustrador y artista.
Y para el resto, más que talento, hubo paciencia. Los cerca de cuatro segundos de “Y cayó fuego del cielo” me tomaron casi dos semanas de trabajo intenso. Pero la película también tiene efectos prácticos, como la apertura de los siete sellos, para lo cual tuve que aprender a manejar el lacre y experimentar para que, cuando se partieran, estallaran y no se quebraran solamente. Cuando tuve que prender fuego a tres dobles de riesgo —“Y fuego salía de sus bocas y devoraba a sus enemigos”— la Providencia vino en mi auxilio y un generoso donante anónimo pagó por la empresa profesional de “stunts”. Además, al ser un proyecto independiente, nos vimos obligados a agudizar el ingenio y a sacar el máximo provecho de cada herramienta a nuestro alcance. Mucho trabajo fue artesanal, pero hecho con un nivel de detalle y cuidado que se refleja en pantalla.
¿Esperaba tan gran acogida internacional?
Jamás soñé llegar al cine, mucho menos un éxito en cine a esta escala. Fue la Divina Providencia la que fue cerrando puertas aquí y abriendo otras allá, llevando, casi contra mi voluntad, el proyecto al cine. Pero una cosa llevó a la otra, hasta que en 2024 estrenamos en más de 17 países y en todos la película fue un éxito, al punto que los mismos distribuidores se sorprendían. Sabíamos que había una sed de contenidos que traten la fe con seriedad y belleza, pero ver cómo la película ha sido un éxito en tantos países de Hispanoamérica superó nuestras expectativas. Se ha posicionado entre las películas más vistas en países como México, Colombia, Perú y Argentina, y eso es un testimonio de que el público quiere ver este tipo de cine.
¿Por qué merece la pena verla?
Porque no es una película más. Es una obra que busca tocar el alma, que nos interpela y nos llama a la conversión. Nos colma de esperanza y nos anima a seguir en el buen combate. Porque se juega como pocas se han jugado, no trata de agradar a nadie más que a Dios, y en buscando eso, ha logrado agradar a miles de personas, hartas de corrección política. Porque habla la verdad sin miedos, sin pelos en la lengua, sin preocuparse por el qué dirán ni a quién pueda ofender.
Desde el punto de vista técnico, visualmente es muy impactante y entretenida. La caracterización del personaje de san Juan es sublime. Te sumerge en un viaje profundo al corazón del Apocalipsis, pero sin perder el mensaje de esperanza que late en el texto bíblico. Creo que saldrán del cine con más preguntas que respuestas, pero sobre todo, con el corazón encendido.
¿Cómo se puede ayudar a difundirla?
Lo primero es verla, sobre todo el primer fin de semana (del 28 al 30 de marzo) y luego recomendarla insistentemente. El boca a boca es clave. Volver a verla, llevar amigos y familiares que necesiten un golpe de realidad, un cachetazo espiritual. La película es realmente muy entretenida, y pueden agarrarlos por ese lado. No es el típico documental de entrevistas que a veces aburre. Es una película épica, repleta de efectos visuales sorprendentes, acción, excelente música… Es una herramienta muy buena para evangelizar… ¡aprovéchenla!
También pueden seguirnos en nuestras redes sociales y compartir nuestros contenidos (@caravelfilms). Y, por supuesto, rezar por este apostolado, pues hay mucha contra. Estamos ante una película que ha logrado llegar a salas comerciales en horarios “prime” cuando muchos pensaban que el cine católico sólo podía estar relegado a circuitos alternativos. Toda ayuda es bienvenida para seguir llevando este mensaje al mundo.
Para más información: www.apocalipsisrevelado.com/espana
Enlace del tráiler estreno España.
Por Javier Navascués
12 comentarios
Ven Señor Jesús, para que vivamos un tiempo de Paz permanente: en el mundo, en cada corazón.
🙏🏻💒
Yo, en particular, creo que el Final de los tiempos está muy lejano y que, de momento, me debo preocupar de mi propio final, alimentado con la esperanza de que el bien vencerá al mal, pues, a fin de cuentas, esa es la Profecía del Libro del Apocalipsis. Dios no puede fracasar: con su Misterio Pascual ya le ha asestado, al mal, el golpe de muerte.
Por lo visto, algunos siguen soñando con la primavera eclesial, cuando la realidad es que estamos en pleno invierno, con una clara apostasía, por buena parte de la jerarquía. Sorprende que algunos no vean la triste realidad.
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