Carlos J. Díaz Rodríguez profundiza en el misterio de la cruz según la beata Concepción Cabrera de Armida

Carlos J. Díaz Rodríguez. Es un seglar licenciado en Derecho. Actualmente, se desempeña como litigante, catedrático y expositor. Ha estudiado a fondo los escritos de Concepción Cabrera de Armida. Nos habla en esta entrevista de cómo vivió la beata el misterio de la cruz.

¿Cómo conoció la figura de Concepción Cabrera de Armida?

Durante 12 años estudié en un colegio de las Hijas del Espíritu Santo, cuyo carisma tiene su origen en la Espiritualidad de la Cruz. Recuerdo que la primera vez que supe de Concepción Cabrera de Armida (1862-1937) fue mientras hojeaba la agenda que la escuela diseñaba para que tuviéramos un espacio en el que anotar nuestras tareas y que, entre otras cosas, contaba con efemérides, juegos y biografías relevantes como la de la Sra. Armida. No se me olvida la primera fotografía que vi sobre ella: aparecía sonriente y eso tan simple hizo que me pusiera en camino para investigar acerca de su obra. Hoy, a mis 35 años, continuo estudiándola y dándola a conocer por medio de artículos, vídeos y conferencias.

¿Cómo llegó a profundizar en el misterio de la cruz?

Vivió ciertos acontecimientos muy fuertes que la llevaron a buscar el sentido del sufrimiento. Por ejemplo, la muerte de familiares cercanos ante enfermedades que no tenían tratamientos efectivos en el siglo XIX. Entre ellos, su esposo y algunos de sus hijos. Frente a un cuadro tan difícil, encontró fuerza, consuelo y esperanza en Jesús crucificado. Se sintió querida y comprendida por él. Con esto no debemos imaginarla paralizada por el dolor o la tristeza. Logró, con la ayuda de Dios, descubrir que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra. Y esa convicción la llevó a dar paso a la fundación de las cinco Obras de la Cruz de forma progresiva a partir de 1894. Lo anterior, sin descuidar por ello a su familia y demás compromisos. Era muy equilibrada y sus directores espirituales la ayudaron a continuar en esa misma línea. Menciono a sus directores porque varios de ellos fueron figuras muy destacadas. Por ejemplo, Monseñor Luis María Martínez (cuya causa de beatificación se encuentra abierta), quien luego sería arzobispo primado de México y uno de los mejores teólogos hispanoamericanos del siglo XX. Muchos continúan leyendo algunas de sus obras como la que escribió sobre el Espíritu Santo.

¿Por qué veía en la cruz el secreto de la verdadera felicidad en la tierra?

Porque en su experiencia fundante descubrió la Cruz del Apostolado. Si uno presta atención a los elementos que la forman se dará cuenta de que está llena de luz. No aparece Jesús muerto en ella, sino su Sagrado Corazón palpitante; es decir, vivo, de manera que ella se dio cuenta de que, frente al dolor, hay que hacer lo éticamente posible para eliminarlo, pero que si queda algún remanente fuera de nuestro alcance no debemos amargarnos, sino ofrecerlo; especialmente, en favor de los sacerdotes. Cuando te das cuenta de que tu sufrimiento no es inútil, duele menos y se vuelve llevadero. En cambio, si lo niegas, si eliminas de la ecuación la virtud teologal de la fe, aparece la desesperación. De modo que tuvo claro que, en la vulnerabilidad de la propia cruz, Dios sigue siendo Dios y que no se olvida de nosotros. Al contrario, como sabemos, saca cosas buenas de lo aparentemente perdido. Recuerdo que, luego de la pandemia, visité una galería de arte y, al ver una pintura que me gustó, supe que su autor había comenzado a pintar como distracción en medio del caos pandémico. O sea que logró sacar algo positivo de una situación límite como la que vivimos en ese momento de la historia.

¿Cómo se puede ser feliz en medio del sufrimiento?

Entendiendo que no se trata de disfrutarlo, pues eso sería dolorismo, sino de saber gestionarlo a la luz de la fe. Confiar en Dios es la clave de todo lo demás. Jesús está con nosotros incluso cuando, como nos lo recuerda el Evangelio, la barca parece naufragar. Ahora bien, cuando encuentras el sentido de tu vida; o sea, la propia vocación, se puede ser feliz incluso en medio de las dificultades y del sufrimiento. La oración y los sacramentos constituyen la vía para vivir esa felicidad que da la certeza suficiente de haber encontrado nuestro lugar en la Iglesia y en la sociedad.

Pero mucho más importante que el consuelo en esta tierra es ver la cruz como puerta del Cielo…

La cruz, en cualquiera de sus formas, nos “obliga”, por así decirlo, a salir de nuestra zona de confort, a explorar nuevas vías para alcanzar la santidad. Es decir, nos pone en situación de vulnerabilidad para descubrir, desde la experiencia, lo que decía otra grande de nuestra fe -Santa Teresa de Ávila- en el sentido de que “solo Dios basta”.

¿Por qué la cruz no es un fin en sí mismo sino un medio para unirse a Cristo?

La cruz no es un fin en sí mismo porque la razón por la que Dios nos creo es la felicidad; sin embargo, como siempre digo, para tener vacaciones, primero hay que pasar por los exámenes del instituto o de la universidad. Así, antes de llegar a la vida eterna, toca pasar por los vaivenes del camino en la familia, el trabajo, las amistades, los proyectos, etcétera, recordando que el ancla es Jesús Sacerdote.

¿Por qué es importante abrazar las pequeñas cruces cotidianas para morir a uno mismo cada día?

Así como para conseguir una buena condición física toca entrenar, es necesario abrazar las dificultades del camino para que nuestra fe sea sólida; es decir, con raíces y no simplemente basada en sentimientos que vienen y van. Es un ejercicio constante que nos vacía de todo aquello que estorba para poder hacerle espacio al Espíritu Santo, el maestro de la vida interior y al que la beata le dedicó cientos de páginas de su cuenta de conciencia (misma que cuenta con 66 tomos).

¿Cómo vivió la beata este amor a la cruz en su vida?

Su biografía nos presenta muchos ejemplos, pero hablaré de uno en particular. De 1917 a 1937 (año en que murió) pasó por años de sequedad espiritual que evocan la “Noche oscura” de San Juan de la Cruz. Es decir que, luego de haber tenido durante muchos años momentos sensibles de oración, quedó en un profundo silencio de tipo contemplativo. ¿Dónde está su amor a la cruz? Justamente en haber perseverado pese a que Dios no se dejaba sentir con la frecuencia de antes. Todo esto la llevó a una nueva profundidad que contribuyó a su madurez humana y espiritual. Seguir a Jesús en esas circunstancias es un acto de fe que, en su sentido más hondo, es un acto de amor sacerdotal y cuando digo sacerdotal me refiero a que nace del bautismo.

¿Por qué sigue siendo la cruz de Cristo locura y necedad para nuestro mundo?

Porque la cruz está marcada por una lógica invertida. ¿Cómo es eso? La pedagogía de Dios se vale de paradojas. Por ejemplo, el que quiere ser grande, debe ser pequeño o, en su caso, bajar para poder subir. Muchas veces, esto nos descoloca y, precisamente por esta razón, puede llegar a pensarse que se trata de una locura y, en cierto sentido lo es, pero desde el amor, el sentido común y la confianza en Dios que la beata Concepción Cabrera de Armida manifestó a lo largo de todos sus esfuerzos tales como fundar, inspirar, acompañar, escribir y ofrecerse de modo especial por los sacerdotes.

¿Qué consejos prácticos daría para empezar a amar la cruz cada día?

El primer consejo es recordar lo que decía el papa Benedicto XVI: “el que cree nunca está sólo”. Cuando vivimos una soledad habitada; es decir, sustentada en la oración, podemos llevar con mejor actitud nuestra cruz de cada día, incluso con buen humor que viene siendo el sello de garantía de que vamos avanzando en la relación con Jesús y su efecto en las buenas obras que toque emprender. Concepción Cabrera de Armida lograba animarse y animar, porque sabía que no estaba sola. En resumen, encontrar la propia vocación, dejarse acompañar por una persona con el perfil adecuado en el marco de la Iglesia, trabajar la oración y traducirla en acciones concretas en favor de la evangelización constituyen el núcleo para poder hacer de las cruces de cada día una serie de oportunidades para aterrizar el proyecto al que Dios nos ha llamado.

Por Javier Navascués

3 comentarios

  
AJP
Muchas gracias
25/01/25 5:44 PM
  
Má. Dolores Rendón Rendon
Hace muy poco asisto a un grupo del Apostolado de la Cruz y estoy conociendo a Conchita, aún soy postulante no he recibido la Cruz del Apostolado, muchas gracias Javier por tu aporte ya lo compartí con mi grupo.
25/01/25 9:19 PM
  
Eduardo
Dónde se puede acceder a la obra de la Beata Conchita?
26/01/25 12:52 AM

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