Ana Sendagorta, con la Fundación Pablo Horstmann, rescata a muchos niños malnutridos del tercer mundo

La oftalmóloga, tras perder a su hijo, crea una fundación con su nombre para evitar que muchos niños mueran de hambre

Ana Sendagorta es madre de familia numerosa, oftalmóloga con más de 24 años de experiencia, y fundadora y presidenta de la Fundación Pablo Horstmann, que trabaja por mejorar las condiciones de vida de los niños más vulnerables en África Oriental a través de la educación, la alimentación y la atención sanitaria.

¿Cómo nace su inquietud por ayudar a los niños necesitados del tercer mundo y cuáles fueron sus primeros pasos al respecto?

Cuando cumplí 40 años, era plenamente consciente de que había tenido una vida muy privilegiada. Mis padres me transmitieron sus valores, me iniciaron en la vida de fe, y me abrieron todas las oportunidades. Estudié la carrera que me apasionaba: Medicina. Me casé y tuve cinco maravillosos hijos; me gustaba mi trabajo como oftalmóloga… Todo eran bendiciones, mi vida era la que había querido.

Creo que como muchas personas, era consciente de todo lo que se me había dado inmerecidamente y sentía la necesidad de devolver, al menos una pequeña parte, de tanto recibido a los demás.

Mis primeros pasos en cooperación los di como oftalmóloga, cuando respondí a la llamada de un misionero que quería luchar contra la ceguera infantil en el norte de Kenia. Conocer las dramáticas circunstancias en las que miles de niños y madres luchan por sobrevivir día a día en Turkana, atrapados en un círculo de miseria del cual son incapaces de salir por sí mismos, me permitió abrir los ojos a la dura realidad de las enormes desigualdades que aún en el siglo XXI sufre la humanidad.

Como cristianos todos estamos llamados a vivir la fraternidad universal. Aquellos niños podían ser mis hijos, y desde luego eran tan hijos de Dios como cualquier otro niño. Conocer aquello puso en mí la convicción de que era mi responsabilidad, como la de cualquier cristiano, aliviar en lo que pudiera los sufrimientos de tantas personas que todavía hoy no pueden vivir dignamente por su extrema pobreza. Y empecé a cooperar como oftalmóloga luchando contra la ceguera infantil durante cinco años.

¿Cómo el fallecimiento de su hijo Pablo le cambió la vida? ¿Por qué decidió crear una Fundación con su nombre para hacer el bien a los niños pobres?

Cuando nuestro hijo Pablo falleció, en 2007, mi marido y yo tuvimos claro de inmediato que la mejor forma de honrar su memoria y tenerle presente entre nosotros sería haciendo el bien en su nombre. Pensamos que es lo que él hubiera querido. Dios se hizo muy presente entre nosotros en aquel momento, y sin duda nos inspiró para canalizar todo nuestro dolor y dar sentido a la muerte de Pablo. Decidimos constituir una fundación para cubrir las necesidades más básicas de los niños más vulnerables africanos, y eso se concretó en desarrollar escuelas para los que no habían podido aún ser escolarizados, hospitales para los que carecían de asistencia sanitaria, alimentación para los malnutridos o una casa de acogida para los niños abandonados.

¿Cómo empezó a actuar la Fundación en Kenia y cuál fue la labor que inicialmente desarrolló allí?

En Turkana, región semidesértica en el norte de Kenia, donde yo había cooperado como oftalmóloga, las Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia soñaban con abrir centros nutricionales para alimentar a miles de niños malnutridos. Con ellas desarrollamos 12 escuelas preescolares que hasta la actualidad alimentan, visten y educan a más de 2.000 niños al año.

En ese primer año, 2007, construimos también el Hospital Pediátrico Pablo Horstmann en Lamu, un archipiélago al noreste de Kenia, que carecía de médicos y donde la asistencia sanitaria era muy precaria.

¿De qué manera fueron logrando una infraestructura para dar a los niños una atención sanitaria de calidad en Lamu?

Tras construir un pequeño hospital pediátrico, contratamos a algunos sanitarios kenianos, a los que con un plan de formación continuado y gracias a la colaboración de pediatras españoles, fuimos formando hasta consolidar un equipo sanitario capacitado para atender todo tipo de patologías pediátricas con calidad.

Se convirtió de inmediato en el centro de referencia pediátrico de todo ese condado, al que acudían niños muy enfermos de lugares remotos. En el Hospital Pediátrico Pablo Horstmann de Anidan hemos llegado a atender a más de 205.000 niños enfermos de forma completamente gratuita. Pero el Condado de Lamu no debía depender únicamente de nuestro hospital privado para la asistencia pediátrica, así que nos fusionamos con el Hospital del Condado de Lamu público, donde ahora co-dirigimos el Servicio Pediátrico y pronto inauguraremos la UCI pediátrica para elevar la calidad asistencial aún más.

¿Por qué vieron muy importante formar y capacitar a sanitarios allí para que ellos pudiesen atender tanta demanda?

En cooperación no tiene sentido prestar uno mismo los servicios, lo que se pretende es enseñar a las personas locales cómo hacerlo, para que ellos mismos se conviertan en el motor de desarrollo de sus propias comunidades. La formación implica la transmisión continuada de conocimientos, tanto teóricos como prácticos, y también el acompañamiento hasta garantizar que los equipos locales han alcanzado su plena autonomía. En general, en África hay muy pocos médicos bien formados, y cuentan con escasos especialistas. Los sanitarios africanos que están en zona rurales marginales tienen una formación muy básica, pero muchas ganas de aprender. Priorizando su formación se logra tener equipos de especialistas en unos años, y esa es la clave para el desarrollo sanitario en las zonas más marginales. Enseñarles a ellos es la única forma de que superen su dependencia de las organizaciones extranjeras.

¿Por qué no se trata tanto de formar una buena infraestructura sanitaria sino de hacer un seguimiento completo hasta asegurarse que funciona todo con la máxima eficacia?

Bueno, una mínima infraestructura es necesaria, y también dotarla con todos los equipos médicos necesarios para un buen diagnóstico y tratamiento. Pero los proyectos de cooperación que solo construyen y dotan centros sanitarios, sin formar al personal suficientemente, puede que no logren prestar una asistencia eficiente y de calidad. Nosotros basamos nuestra cooperación en el acompañamiento, trabajando codo con codo con ellos durante años, de forma que impartimos formación sanitaria, asistimos a los pacientes conjuntamente, enseñamos a gestionar y administrar el hospital, hasta que consideramos que han alcanzado la capacitación plena para continuar solos.

También se preocupan de la educación y escolarización de los niños, que en su gran mayoría reciben una formación cristiana…

En Turkana solo el 17% de la población infantil estaba escolarizada cuando empezamos en 2007. Ahora, gracias a que en los centros preescolares de las Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia se les enseña inglés y suajili, más de 2/3 de los niños se escolarizan. Los turkana son una tribu muy primitiva, animista, y a través de estas escuelitas y de la labor evangelizadora de las misioneras, ahora son miles de niños los que se bautizan, hacen la Primera Comunión y se confirman cada año. Y las HMSI han pasado de ser solo tres misioneras ecuatorianas, a tener más de 30 vocaciones kenianas allí.

¿Cómo consiguieron pasar de Kenia a Etiopía y Uganda?

El obispo del Vicariato Apostólico de Meki, en la región etíope de la Oromía, contactó directamente con nosotros, solicitando que nos hiciéramos cargo de un orfanato que se había quedado sin dirección y sin financiación. Años atrás yo había ayudado a una misionera salesiana que residía cerca de Meki, a traer a mi hospital en Madrid a operar a Hanna, una niña de Etiopía con una cardiopatía que necesitaba una cirugía urgente para vivir. Esa niña salvó su vida y, como había sido abandonada, ingresó en un orfanato de la Iglesia católica.

Cuando se vieron en apuros, aquel obispo me localizó de nuevo en 2011. La decisión de hacernos cargo de un orfanato en Etiopía no fue sencilla. Por un lado, yo no tenía ni idea de cómo llevar un orfanato; por otro, empezar un nuevo proyecto significaba una carga financiera añadida a la que no podría hacer frente si continuaba trabajando como oftalmóloga en el Hospital Ramón y Cajal, atendiendo a mi familia y gestionando y buscando la financiación de los proyectos en marcha.

Así que concluí que mi servicio como oftalmóloga lo podría cubrir cualquiera de los jóvenes oftalmólogos que formábamos, mientras que posiblemente esos niños abandonados etíopes no iban a encontrar tan fácilmente quien se ocupara de ellos. Dejé mi actividad profesional y nos metimos de lleno en Meki, Etiopía, donde no solo ampliamos el orfanato, sino que también desarrollamos un hospital materno infantil, un programa de becas para la escolarización de niños y jóvenes, una guardería para hijos de madres solteras y un programa para que las mujereres emprendieran pequeños negocios familiares.

¿Cuál es el balance del bien que han hecho durante todos estos años?

Hemos tratado a más de 430.000 niños enfermos, asistido a más de 56.000 niños malnutridos, formado a más de 600 sanitarios; cada año hemos escolarizado a unos 2.500 niños. Aun así, sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero como diría la Madre Teresa de Calcuta, el mar sería menos si le faltara esa gota. Como reconocemos lo sagrado que hay en cada persona a la que servimos, su plena dignidad, decimos con frecuencia que “solo por uno” ya haríamos todo el esfuerzo. Cada vida tiene un valor único, y nosotros logramos dar oportunidades de una vida mejor a muchos, así que somos positivos, aunque también realistas, y sabemos que queda mucho por hacer.

¿Qué es lo más específico de la Fundación Pablo Horstmann?

Apostamos por desarrollar proyectos con compromiso de permanencia hacia las comunidades a las que servimos. Todos nuestros proyectos iniciados siguen prestando servicio, algunos ya traspasados a nuestros socios locales.

La calidad de nuestros servicios es reconocida tanto por los gobiernos locales como por organismos internacionales (pe. Ministerio Sanidad de Lamu y Premio Unicef 2019-20 al proyecto sociosanitario de Meki, Etiopía).

El 90% de los colaboradores en sede son voluntarios, lo cual indica el elevado compromiso hacia nuestra misión y beneficiarios.

El 100% de las donaciones que recibimos llegan directamente a los proyectos, ya que todos los gastos de estructura los cubre el Patronato.

¿De qué manera se puede colaborar con ustedes y ayudar en los diferentes proyectos?

La forma más sencilla y que más necesitamos es hacerse socio, aunque también agradecemos mucho cualquier donación puntual aquí o Bizum 33358. Allí el dinero se multiplica y da unos frutos increíbles. Por ejemplo, tratar a un niño enfermo con pruebas diagnósticas cuesta de media 9 €. Escolarizar, alimentar y vestir a un niño en las escuelitas turkanas todo un año, 120 €.

También necesitamos pediatras, ginecólogos y personal sanitario especializado para ir a cooperar en terreno.

Por Javier Navascués

3 comentarios

  
Maria Hernández
Muchísimas gracias por dar a conocer iniciativas como ésta fundamentadas en las obras de misericordia, y sobre todo para asentar mediante la formación y preparación a las comunidades locales, rompiendo el círculo de la pobreza mantenido éste durante décadas por las grandes élites económicas.
26/12/24 12:36 PM
  
anawim
Curso intensivo en 5 minutos sobre la obesidad en España:

La obesidad no es la enfermedad de los grandes comilones, sino de los grandes perezosos, y a veces de los grandes estresados. La falta de ejercicio, el nunca encontrar tiempo para salir a caminar, el vivir estresado, engorda. Esto ¿Cómo se soluciona? sustituyendo el jamón serrano por el ibérico, el aceite de oliva normal por el "Marqués de Griñón", los filetes de cerdo por los filetes de Wagyu, etc...

Ana Sendagorta y marido tienen mucha luz.

26/12/24 10:00 PM
  
anawim
Como diría San Pablo: hijitos míos, acordaos de las llamas antes de sentaros a la mesa. Yo lógicamente no consumo los alimentos anteriormente mencionados, pero tengo la desgracia de conocer gente que los consume. Es un escándalo comprar estos alimentos, cuando gran parte del mundo a penas si tiene para comer, pensar en cómo será el juicio de estas personas que idolatran su salud por encima de lo que sea, es echarse a temblar.
26/12/24 10:19 PM

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