El P. Agustín Giménez habla del Foro Mariano Diocesano y la labor por el dogma María corredentora
El P. Agustín Giménez González es sacerdote diocesano de Getafe desde 1999. Actualmente profesor estable de Sagrada Escritura en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, capellán de las MM. Carmelitas del Cerro de los Ángeles y vicario parroquial de San Juan de Ávila (Móstoles). Es coordinador del Foro Mariano Diocesano. Están a punto de publicar un libro, en la editorial nueva Eva, en donde estudian a fondo todas las cuestiones de la corredención de María, a nivel bíblico, teológico, histórico y de actualidad.
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¿Cómo nace en ustedes la llamada a profundizar en el papel de María en la redención, en su título como Corredentora o Colaboradora Esencial de la Redención?
Nació en una comida de trabajo entre D. Jaime Pérez-Boccherini, Fina Rivero y servidor, Agustín Giménez. Nos pusimos a hablar de la Virgen y la conversación fue derivando hacia un deseo común de que fuese proclamado este dogma sobre el papel de María en la salvación del mundo. En la conversación compartimos la importancia decisiva que María había tenido siempre en la historia de la Iglesia, y cómo ahora se necesitaba su acción maternal más que nunca. También salió en la conversación una carta de santa Teresa de Calcuta donde afirmaba que cuando se proclamase el dogma de María corredentora, mediadora y abogada, vendría una gran gracia sobre la Iglesia. De algún modo nos sentíamos identificados con esa esperanza de la Madre Teresa.
¿Cómo les animó el obispo auxiliar, Mons. Rico, a profundizar y estudiar el tema?
Nos dijo que la Sociedad Mariológica Española había abordado la cuestión en varias semanas mariológicas del pasado, cuyas actas publicaban en la revista “Estudios Marianos". Nos invitó a empezar por ahí a buscar bibliografía, y a participar en las semanas mariológicas. Incluso nos animó a hacernos miembros de la Sociedad Mariológica y dedicarnos a un estudio serio y profundo de la cuestión. Así que fuimos a la Biblioteca de la Universidad Eclesiástica San Dámaso y revisamos todos los volúmenes de la revista desde 1942 y fotocopiamos los artículos referentes a la corredención, mediación y maternidad espiritual de María, que eran muchísimos. Empezamos así a formar una pequeña biblioteca mariana y a formarnos.
En 2016 pude asistir a mi primera semana mariológica y posteriormente también Fina Rivero y Jaime Pérez-Boccherini participaron de las siguientes. Allí conocimos a las hermanas de Mater Dei, que desde el principio entraron en el Foro y se pusieron a estudiar con nosotros. Fue muy interesante poder conocer en estas semanas a los principales mariólogos de España y dialogar con ellos sobre estas cuestiones que, cuanto más sabíamos más nos fascinaban. Asimismo, Don José Rico, el obispo auxiliar, se iba reuniendo con nosotros y profundizábamos juntos en lo que todos íbamos estudiando.¿Cómo se constituyó el Foro Mariano de la diócesis de Getafe y qué labor han venido haciendo hasta ahora?
Se constituyó al regreso de una peregrinación diocesana a Fátima con motivo del Centenario de las apariciones (2017). Habíamos planteado la posibilidad de hacer una oración común en la peregrinación pidiendo a Dios la proclamación del dogma de María corredentora, mediadora y abogada. Como algunos sacerdotes no lo veían claro, decidimos crear el Foro como lugar de diálogo para dialogar teológicamente sobre la cuestión, estudiarla, formarnos, etc. Se hizo una página web en la que subimos material de formación, artículos, etc, y en la que dialogar sobre estas cuestiones. Posteriormente se fueron añadiendo otras actividades: preparar consagraciones a la Virgen María, al Sagrado Corazón de Jesús, preparar otras peregrinaciones a lugares marianos, ponencias, escuelas de formación y el rosario de antorchas en el Cerro de los Ángeles los primeros sábados de mes, ofrecido entre otras cosas por la proclamación del dogma de la colaboración de María a la redención.
Existen ya cuatro dogmas marianos, ¿por qué podría hacer falta uno más?
Por que no hay ninguno que expresa quién es María para nosotros, los hombres, qué ha hecho María por la humanidad. Los ya existentes manifiestan lo que Dios ha hecho en María al inicio de su vida (inmaculada concepción), en su juventud (madre De Dios), en su tránsito final (asunción al cielo), y la virginidad perpetua de María (lo que María ha ofrecido a Dios). Pero ningún dogma presenta qué ha hecho y sigue haciendo María por los hombres. Alude además al momento del misterio pascual. El último dogma debería expresar que por su colaboración en la redención María se ha convertido en madre espiritual y verdadera de los hombres. Por su unión a Cristo el Redentor, María ha colaborado de modo único en nuestra redención.
¿Por qué la corredención de la Virgen María fue el fundamento teológico de otros dogmas anteriores?
Señalemos dos puntos: primero, de hecho, es el fundamento teológico en el que se apoyan las bulas definitorias de la Inmaculada Concepción (Pío IX, Inefabilis Deus, 1854) y de la asunción (Pío XII, Munificentisimus Deus, 1950). Uno de los argumentos que da Pío IX es: como María colaboró en la redención venciendo a Satanás (=corredención), aplastando su cabeza (cf. Gn 3,15), tuvo que estar siempre fuera del dominio del pecado, es decir inmaculada. Si hubiese estado en algún momento bajo pecado, no podría haber vencido al enemigo. Pío XII argumenta de modo semejante: como María colaboró en la lucha contra el pecado y el mal en unión con Cristo en la pasión (=corredención), no puede no participar también en la victoria, en la resurrección, por lo tanto tiene que gozar de la vida resucitada como su Hijo. En ambos casos se viene a decir: como María es corredentora, debe ser también inmaculada, y debe estar asunta y gloriosa en el cielo.
Segundo: es el fundamento porque los Papas argumentan de lo más claro a lo menos claro. Presentan como un dato evidente de la Escritura y de la Tradición la colaboración de María, su corredención. Y de ella concluyen lo que aparece menos claro, menos testimoniado en la Biblia y la Tradición, a saber, la Inmaculada y la Asunción.
¿Cuáles son los fundamentos teológicos en el que se basaría este nuevo dogma?
Sería extensísimo responder a esto… estamos escribiendo un libro con el resultado de toda nuestra investigación que saldrá pronto a la luz donde desarrollamos ampliamente la cuestión. En primer lugar hay un fundamento bíblico: la promesa de la redención por medio de una mujer y su descendiente, en el mismo momento del pecado (Gn 3,15), la colaboración necesaria de María a la encarnación y redención de la humanidad, unida a su Hijo (Lc 1; Jn 2; Jn 19; Ap 12). El fundamento patrístico, que presenta desde el siglo II la acción de María en la redención contraria a la de Eva en el pecado. San Ireneo la llama “causa de la salvación de todo el orbe". Una larguísima Tradición y enseñanza magisterial, especialmente en los papas de finales del s.XIX y XX. El fundamento principal es que, de hecho, Dios ha querido que la redención se dé con una intervención necesaria de la Virgen María.
¿Por qué no repugnaría este dogma con la misión esencial de Cristo como Redentor de la humanidad?
Porque sigue siendo Jesús el único Redentor. Pero no es el único que interviene en la obra redentora. También interviene decisivamente el Padre y el Espíritu Santo. Y de un modo especial, por la parte humana, María Santísima, su Madre.
No repugna porque es afirmar que Jesús no redimió solo, sino unido a su Madre, la cual se unió con Él a su ofrenda con amor maternal tanto a Jesús como a la humanidad, que estaba siendo redimida por el sacrificio de su Hijo.
No repugna porque no se habla de dos actos redentores, sino de una única acción redentora, en la que interviene Jesús como Redentor, sacerdote, víctima y altar; María como corredentora, oferente de su Hijo y de su propio sufrimiento maternalmente; el Padre, recibiendo amorosamente la ofrenda; el Espíritu Santo, amando en el corazón de cada uno de ellos.
¿Nos podría hablar de los cuatro atributos que tendría el dogma de María Corredentora?
Propiamente es un atributo principal, Madre espiritual de la humanidad, y tres atributos complementarios, que expresan diversos aspectos de esa maternidad: corredentora, mediadora y abogada.
Madre espiritual: nos engendra, regenera, como madre verdadera a la vida espiritual de comunión con Dios, colaborando con el Espíritu Santo. Empieza misteriosamente esta maternidad al dar carne humana al Hijo eterno, y alcanza el culmen de su maternidad en el Calvario, donde como nueva Eva nos da a luz a la vida sobrenatural por su unión íntima, esencial y de Corazón con el Redentor, ofreciendo a su Hijo por nosotros y destruyendo el lazo que Eva ató y nos ligaba a Satanás, al pecado y a la muerte. A esta dimensión concreta de una acción maternal, eficaz, necesaria y subordinada de María alude el atributo de corredentora. Es la acción de María en el momento de realizarse la redención.
Mediadora y abogada aluden al ejercicio de esa maternidad después de la redención, cuando esta ya ha tenido lugar. Son dos dimensiones que María puede ejercer precisamente porque ha participado esencialmente del acto redentor de Cristo. Como mediadora María nos hace llegar continuamente a los hombres, sus hijos, la gracia del Cielo, que es Jesucristo. Como abogada, en comunión esponsal con el Espíritu Santo, el Abogado (=Paráclito), intercede por sus hijos ante Dios y presenta sus plegarias, además de defenderles y protegerles. Mientras que la mediación la vincula más estrechamente al Padre, y tiene una dirección descendente, la abogacía expresa más su comunión con el Espíritu, y su acción es más bien ascendente.
¿Qué implicaciones prácticas tendría la proclamación de este quinto dogma?
Una acogida más fuerte y profunda de María como su Madre verdadera en todos los católicos. Esto a su vez permite que María ejerza plenamente su papel maternal ante el reconocimiento de sus hijos. Pero más allá de esto, que resulta obvio, las consecuencias salvíficas de este acto se nos escapan de las manos…En Fátima la Virgen pidió por parte del Papa un acto de consagración formal de Rusia a su Inmaculado Corazón, otorgando a ese sencillo acto (que costó Dios y ayuda…) un valor salvífico inmenso. Es un acto que proclama entre otras cosas, de modo excepcional, la victoria de María sobre Satán, aplastando su cabeza. Probablemente implicaría anular mucho el poder del enemigo por medio de María.
Por poner una analogía cinematográfica…podría implicar algo parecido a lo que supuso la destrucción del anillo único en el mundo creado por J.R.R. Tolkien. Muchos creemos que es la pieza clave del triunfo del Inmaculado Corazón de María prometido a Sor Lucía de Fátima.
¿Considera que lo podemos ver proclamado en unos años o cree que se puede demorar más?
Solo Dios lo sabe. Solo sabemos que nos sentimos llamados a rezar para que suceda cuando Dios quiera y lo considere oportuno. Nos gustaría que fuese lo antes posible y verlo con nuestros propios ojos. Podría ser en la primera mitad del siglo XXI, o dentro de cinco siglos, o nunca… Los caminos del Señor son inescrutables. Sí sé que proclamarlo no puede causar ningún mal, y no hacerlo podría privarnos de mucha salvación y gracia.
Por Javier Navascués
14 comentarios
El actual Pontifice ha negado literalmente la corredención de la Virgen. Y no parece que el sensus fidei esté pasando por su mejor tiempo.
Sólo Dios sabe.
Respecto al Papa Francisco, en realidad lo que ha negado es "la concepción protestante" del título corredentora, es decir, la que entiende el título como si María estuviese al nivel de Jesús. Y eso, como bien dice el Papa, es inaceptable. Pero el concepto católico, como mostró Rene Laurentin en su estudio histórico sobre el título, nunca equiparó a MAría con Jesús. Por otra parte, la intervención del Papa fue su modo de responder a la petición de 8 millones de católicos pidiéndole la proclamación del dogma. Su respuesta fue que no lo ve. Es decir, la misma que durante 4 siglos dieron los Papas al dogma de la Inmaculada, insistentemente pedido, entre otros, por España, cada vez que llegaba un nuevo Sumo Pontífice.
«Cuando te hubiesen encontrado llamándola, con los Padres, “Madre de Dios”, “Segunda Eva”, y “Madre de todo Viviente”, la “Madre de la Vida”, la “Estrella de la Mañana”, el “Nuevo Cielo místico”, el “Cetro de la Ortodoxia”, la “toda Inmaculada Madre de la Santidad”, y cosas semejantes, habrían considerado una pobre compensación para semejante lenguaje que tú protestases de que sea llamada Corredentora»: J. H. NEWMAN, Certain Difficulties felt by Anglicans in Catholic Teaching considered II. In a Letter addresed to the Rev. E. B. Pusey, D.D., on occasion of his Eirenicon of 1864; and in a Letter addressed to the Duke of Norfolk on occasion of Mr. Gladstone’s Expostulation of 1874 (Longman, Greens & co., London 1892) 77-78.
Si fuese sólo así, sería algo meramente histórico; extrardinariamente meritorio, hermoso y épico, pero... anecdótico. Y sin embargo, la contribución de María incluye algo asombroso, que le costó muchos años de indescriptible soledad y tristeza en la tierra, cuando aparentemente ya habría cumplido con creces su misión en la tierra; y que le sigue costando infinidad de lágrimas y dolores, aun a pesar de estar ya en el Cielo. ¿Para qué esos largos años aun en la tierra? ¿Sólo para acompañar el nacimiento de la Iglesia y atraer el ES sobre Ella? Con dolores de parto, desde entonces, Ella ha seguido engendrando y concibiendo en sus entrañas purísimas otros Jesús para toda la eternidad, otros "sumos sacerdotes" que a lo largo de los siglos han continuado perpetuando el santo sacrificio del altar, a través del cual (a través de los cuales) Jesucristo puede seguir cumpliendo esa promesa que nos hizo de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Nada más y nada menos.
(Juan Pablo II, Audiencia General, 17 de septiembre de 1997)
Sus palabras exactas fueron estas:
"Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. También la primera antífona latina – Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix: la Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros; pero como Madre, no como diosa, no como corredentora: como Madre. Es verdad que la piedad cristiana siempre le da bonitos títulos, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere! Pero estemos atentos: las cosas bonitas que la Iglesia y los Santos dicen de María no quita nada a la unicidad redentora de Cristo. Él es el único Redentor. Son expresiones de amor como la de un hijo a su madre –algunas veces exageradas–. Pero el amor, nosotros lo sabemos, siempre nos hace hacer cosas exageradas, pero con amor".
No tengo que explicar gran cosa. Sus palabras hablan por sí solas.
Yo por mi parte no tengo ningún inconveniente en reconocer el papel corredentor de la Virgen. Y si la Iglesia lo declara dogma, miel sobre hojuelas.
Tengo para mi que este dogma finalmente terminará proclamándose, aunque quizás no haya llegado el momento para ello. Me pregunto si, hasta que eso ocurra, la piedra de tropiezo no será precisamente su repercusión en cuestiones de índole ecuménica.
María Santísima colaboró de manera excelsa y singular, pero, de tal naturaleza es su cooperación, que no podemos decir que nuestra Redención se la debemos a Jesús y a María.
La Iglesia, instruida por el Espíritu Santo, prefiere el título de COLABORADORA o COOPERADORA DE LA REDENCION y el Concilio enseña que María Santísima es cooperadora en cuanto que es Madre (del Verbo Encarnado).
Qué lástima que, en España, no se haga lo propio, por lograr que esa celebración se extienda a todo el país y, en un segundo momento, a toda la Iglesia Universal.
Es una simple opinión, pero yo, de momento, me ocuparía primero de trabajar para que la celebración de ese Cuarto Dogma (Perpetua Virginidad) tuviera una celebración de mayor alcance, a nivel eclesial.
María se puede decir que aceptó engendrar al hijo de Dios, y aceptó vivir paralelamente con su hijo todos los acontecimientos acaecidos, sufrió con el corazón de madre, todas las adversidades y ofensas infligidas al hijo y no sólo por el dolor carnal infringido a Jesús, aceptó como Él, cuál iba a ser su final como hombre aquí en la tierra, sabía que la finalidad era la redención de todos los hombres, asumió ser cómplice y víctima en la tierra para alcanzar un fin Divino. Aceptó ser nuestra madre aquí en la tierra y en el cielo. Dios eligió a María y no quiso que fuera olvidada al término de su vida terrena, por su papel fundamental de Madre, cómplice en sus planes para con su hijo. El cuerpo y el Alma de la Virgen fueron glorificados y llevados al Cielo, con el Padre y el Hijo.
Si es Santa, es Abogada, Interceptora de los pecadores, nuestra Puerta al Cielo, es Auxiliadora, Consoladora, también Reina, y Madre de todos por petición de su hijo antes de expirar. Porque por ella, se obró el milagro, dio al mundo a un hijo al que acompañó para ser crucificado ( Jesús es esencia de la carne de María, carne de una Virgen fuerte, enérgica y que se adapta al sufrimiento), aquí el hijo y la madre tienen el valor y la capacidad de sostener el dolor, ¿quién tiene valor de llevar un largo camino bajo torturas, blasfemas e insultos para terminar crucificado?, y ¿qué madre acompañaría a su hijo en un agonizante camino hacia el calvario y dejaría que lo clavarán en una cruz?. Es un valor sobrenatural, diría yo, que Dios les inspiró a los dos, un vínculo esencial para poder llevar a cabo esa entrega libre de los dos, por amor al Padre y para salvarnos del pecado.
La Virgen María está unida al maravilloso misterio de la Santísima Trinidad, pues es hija amada y predilecta de Dios Padre, esposa de Dios Espíritu Santo y madre de Dios Hijo. Goza de una unión íntima y perfecta con el Señor. Está unión, no la hace ser un simple testigo de la redención, y si estuvo conforme en todo momento de ese futuro cierto, acompañó y se alió para romper esa fuerte alianza que Eva forjó con el Demonio , fue cooperante en la redención, ¿no puede ser corredentora?, ¿hay alguna diferencia en cooperante y corredentora?.
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 18 de diciembre de 1996
La profecía de Simeón asocia María al destino doloroso de su Hijo
Inspirado por el Espíritu Santo, le anuncia: "Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ―¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!― a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones" (Lc 2, 34-35).
Estas palabras predicen un futuro de sufrimiento para el Mesías. En efecto, será el "signo de contradicción", destinado a encontrar una dura oposición en sus contemporáneos. Pero Simeón une al sufrimiento de Cristo la visión del alma de María atravesada por la espada, asociando de ese modo a la Madre al destino doloroso de su Hijo.
Así, el santo anciano, a la vez que pone de relieve la creciente hostilidad que va a encontrar el Mesías, subraya las repercusiones que esa hostilidad tendrá en el corazón de la Madre. Ese sufrimiento materno llegará al culmen en la pasión, cuando se unirá a su Hijo en el sacrificio redentor.
Podemos advertir aquí que la profecía de Simeón permite vislumbrar en el futuro sufrimiento de María una semejanza notable con el futuro doloroso del "Siervo".
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