Cynthia García Egea dejó un gran puesto de trabajo en el banco para dedicarse a la evangelización
Cynthia García Egea. Nacida en Cartagena. Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales. Máster en Gestión Bancaria. Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanzas de Idiomas. Máster en Ciencias del Matrimonio y Familia por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia. Ha trabajado veinte años en banca y desde el año 2016 se encuentra al servicio de la Nueva Evangelización. Es conocida por su apostolado en redes sociales y por su labor como voluntaria en Radio María España, donde dirige el programa mensual: Amaos.
Autora de la novela testimonial: “El Escultor de almas” que va ya por su tercera edición. Una novela única que saca a la luz evidencias eucarísticas reales y recientes nunca dadas a conocer hasta ahora. La historia comienza en la ciudad de Murcia. Una joven adoradora, asidua a la Capilla de la Adoración Eucarística Perpetua, se siente seducida por los testimonios que diversos adoradores han dejado allí sin que nadie les preste atención. Comienza un viaje de búsqueda que la conduce más allá de nuestras fronteras, a Polonia. Irá descubriendo importantes hechos que aumentan en intensidad conforme avanza la novela. Incluye el propio testimonio de la autora. Una novela que emprende el más ambicioso de los viajes posibles: el viaje hacia el encuentro con Dios.
Desde el año 2021 ha coordinado el Ciclo “Literatura y Fe” de la Semana Internacional de las Letras de la Región de Murcia.
¿Cómo fue naciendo en su corazón su deseo de conversión?
Mi deseo auténtico de conversión está plenamente relacionado con la Eucaristía. Si la Eucaristía no hubiese existido, creo que ninguna idea, por muy buena que fuera, por sí sola, hubiese bastado para transformarme. Mi deseo de Comulgar a Jesús Eucaristía y ahora, mi relación con Él, es el motor de un cambio profundo. Me sorprende cada día.
Le iba muy bien en el mundo, pero el trabajo le agobiaba, nada le llenaba del todo… Buscaba una respuesta transcendente a todos esos profundos anhelos, pero no sabía dónde. ¿Cómo fue buscando hacer la voluntad de Dios?
El trabajo nunca me ha agobiado como tal; creo me acompañan muchos años de estudio y trabajo exigente con buenos resultados. Lo que se produjo en mí fue un cambio de enfoque. Tras mi encuentro con Jesús, mi deseo era pasar más tiempo con Él, conocerle cada día más, y servirle. A Él, no al dinero.
Y, en efecto, desde una mirada mundana me iba bastante bien. Era feliz con las pequeñas cosas; una cría muy sonriente. Muy curiosa en el saber, tenía metas personales y luchaba por lo que quería. Además, si no de una manera, de otra, normalmente lo conseguía. Era resiliente, y también de las situaciones adversas buscaba el sentido, la oportunidad. Ahora sé que esas fuerzas no eran solo mías. Cuando miro hacia atrás, compruebo que Dios siempre estuvo ahí. Y lo sé por muchos detalles que proceden de Él, como por ejemplo: mi capacidad para perdonar, levantarme y mirar siempre con esperanza. Tengo un recuerdo especial. Un día me encontraba en una idílica isla balear; el atardecer era de ensueño, la compañía perfecta, gozaba de buena salud, y muchos logros conseguidos. Miraba alrededor y ¡no me podía creer que fuese posible tanta felicidad! ¡No me faltaba nada!
“Y, ¿ahora qué? ¿Qué más puedo desear en la vida que esto?”, dije en mi interior. Inmediatamente recibí una respuesta. No escuché ninguna voz, pero me asaltó un entendimiento que no era mío.“Todo esto es efímero. Se va a pasar”. Y, ¡me asusté! Tuve un sobresalto. Yo quería retener la felicidad. Sentí una tremenda e inevitable pena. Y, desde el fondo de mi alma, ¡contesté! mirando la extensión de aquel paraíso. “Lo único que puedo desear por encima de esto, ¡es que Tú existas! Porque solo Tú puedes garantizar que permanezca”. Os aseguro que recuerdo ese momento como uno de los momentos más importantes de oración de toda mi vida. Y fue así, sencillo, en la naturaleza. Mi acompañante no se enteró de nada, porque la Vida interior es eso, una vida íntima y personal que nos habita dentro. Uno no habla solo consigo mismo. ¡Puede hablar con Dios!
El Señor le fue guiando y le puso en el camino a personas providenciales…
Sí. El deseo de hacer la voluntad de Dios no es fruto de la casualidad. Nadie quiere perder su libertad. Más, cuando la libertad es un regalo de Dios. El cambio, cuando decides entregarle a Él tu voluntad, es algo que procede del amor y la confianza. Sentirte amado por Dios es una experiencia absolutamente liberadora y maravillosa. Entonces, el miedo que tienes es otro; ya no es el de perder tu libertad, sino ¡el de perderle a Él! Te das cuenta de que esa libertad sin Dios, es una falacia. Y, así como se abrió el Mar Rojo para que cruzase Moisés con el pueblo elegido, librándose de sus enemigos, nosotros tenemos hoy el Corazón de Jesús abierto de par en par, por la lanzada en la Cruz, para que crucemos hacia el refugio seguro que nos conduce a la Tierra Prometida. Ha hecho una Alianza con quien la quiera aceptar. Y yo, ¡sí quiero!
Él es el Camino, la Verdad y la Vida… y en este Camino, que es Jesús, todos nosotros somos dones los unos para los otros. Encontré a personas providenciales que me ayudaron, sí. Y las sigo encontrando. Ahora espero ser también una de ellas. Le diría al Señor con alegría: “Pero, ¿cómo has metido a tantos dones por la puerta estrecha!”.
¿Por qué tomó la decisión de dejar su buen puesto de trabajo en el banco?
El Martes Santo del año 2014 tuve un encuentro muy grande con el Señor. “Me llamó portentosamente”, como dice el salmo. Una experiencia que, junto a las de otras personas, narro en la novela testimonial: “El Escultor de almas”. Habían sido veinte años en la banca, y le dedicaba demasiadas horas, casi no tenía tiempo ni para ir a Misa durante la semana. Mi corazón se ahogaba, y me escapaba frecuentemente a orar, porque mi espíritu sufría mucho. La Palabra de Dios dice: “No se puede servir a Dios y al dinero”, y yo lo tenía muy claro: ¡quería servirle a Él!
Una decisión que francamente el mundo no entiende y es una locura humanamente hablando…
El trabajo es parte de la condición humana, y debe ser empleado para elevar la Creación a Dios. No trabajamos para cumplir, sino para amar sirviendo. A Dios sobre todas las cosas, y al prójimo con el Corazón de Cristo. Dios existe. Me ha llamado. Es mi Padre, mi Esposo, mi Maestro, mi Mejor Amigo…ahora, ¡también mi Jefe! Yo sigo trabajando, pero ahora solo para Él. Y me deja tiempo para que estemos juntos.
No es la única locura que he hecho por Él, ¡y espero que no sea la última! Ja, ja, ja… Jesucristo es un loco de Amor, no se merece menos.
¿Nunca se ha arrepentido de hacerlo?
Nunca.
¿Merece la pena dejarlo todo por Dios? ¿Percibe el ciento por uno?
Sin duda. Aunque existen las pruebas que nos hacen crecer. Y, además, el Espíritu Santo que debe guiarnos, “nadie sabe de dónde viene ni a dónde va”, dice la Escritura. ¡Esto es así! La Palabra de Dios es Verdad. Pero imagina por un momento si, por mi cobardía, no hubiese seguido las mociones de Dios en mi corazón. Entonces, no hubiese vivido, no hubiese compartido, no hubiese hecho tantas cosas importantes. Cada mañana que me levanto, ¡se alegra mi corazón!
No obstante, por si algún otro “loco” me lee, recomiendo un buen discernimiento previo. Yo lo hice con un sacerdote, y el Señor me dejó en espera ¡dos años!
Recuerdo que un compañero de trabajo, con el que tenía confianza, me había dicho: “¡No, mujer, no lo hagas!” Pero el mismo día en que salí del trabajo, me escribió un mensaje precioso: “El ciento por uno y la vida eterna. ¡Bien hecho!”.
¿Cómo ha encauzado esos deseos de entregarse por completo al Señor?
El mismo día en que dejé el trabajo, por la tarde y sin planearlo, el obispo Mons. Munilla visitaba Murcia. Yo era voluntaria de difusión en Radio María y acudí a escucharle con el resto de compañeros. Al término, alguien me empujó para que hablase con él. Le dije: “Monseñor, ha venido usted en un día muy especial, porque esta misma mañana he dejado mi trabajo de 20 años en banca por una llamada del Señor”. Enseguida me dijo: “¡Espera, que te doy la bendición! Años después, seríamos compañeros de programación en la radio de la Virgen. No podré olvidar sus palabras: “Quien ha comenzado en ti la obra buena, Él mismo, la lleve a su término”.
¡He ahí mi Paz y mi confianza! Quisiéramos saberlo todo, pero no es así. Y, a menudo, no se trata tanto de hacer, como de ser. En mi opinión, el primer Mandamiento de la Ley del Amor de Dios lo tiene todo. Hay que pedir el Amor, y ya nos encauza el Señor.
A mí me toca recordarle al “Jefe” cada día: “¡No abandones la obra de tus manos!”.
Aunque su celo le ha llevado a ser muy activa, todavía está en proceso de búsqueda y de escucha…
Si vivimos una auténtica Comunión con el Amado, el Esposo del alma, ese proceso nunca debería terminar. Los que se aman, se buscan y se escuchan, ¿no? El peligro es buscarse y escucharse solo a uno mismo, porque eso es egoísmo, justo lo contrario del amor. O enmascararlo bajo hipocresía, y engañarse a uno mismo, es decir, que Jesús esté en nuestros labios, pero no en el corazón.
Háblenos de su programa en Radio María…
Se llama “Amaos” y se emite a las 21:00h, un lunes cada cuatro semanas. Tenéis todos los programas de estas seis temporadas en la web: www.radiomaria.es La semilla la plantó el Señor en mi corazón tras la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia, en Polonia. Allí fui la única española en acceder al Centro Internacional de Evangelización, y ¡no por mis méritos!, sino porque iba invitada por el P. Piotrowski, fundador de la revista “Amaos” y del Movimiento de los Corazones Puros.
¡Volví a Murcia con una fuerza evangelizadora que, en aquel momento, me hizo sufrir mucho! Nadie me entendía bien. Y yo no sabía cómo canalizar todo aquello en España, ni con quién. Claro, la fuerza la traía yo, los demás no. Tan solo Radio María España respondió a mi inquietud. Presenté este proyecto al director, y él tardó en contestarme varios meses largos. Un día, mi madre me insistió: “Recuérdaselo, hija, que lo mismo no lo ha visto o algo”. Pero yo tenía tanta confianza en Dios… que le contesté: “Mamá, si es la voluntad de Dios, saldrá. Y si no lo es, ¿para qué quiero yo ese programa? No lo quiero para mí”.
Al día siguiente, el director me llamó. Mi madre no se lo podía creer. Fue muy emocionante. Estamos al servicio de la Nueva Evangelización, con María.
¡Ella lo hace todo!
Por Javier Navascués
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