Joaquín Mª Nebreda: "Se está mutando el paradigma ético humanista por otro deshumanizado"
Joaquín Mª Nebreda (Bilbao, 1947) es Doctor en Derecho (CEU), Máster Universitario en Derecho de las Telecomunicaciones (Universidad Pontificia Comillas) y en Historia Contemporánea (UNED). También es especialista en Espiritualidad Bíblica (Universidad Pontificia Comillas). Ha publicado libros y artículos sobre Derecho de la energía y ha colaborado en diversas obras colectivas en esta disciplina. Fue miembro de la ejecutiva regional de UCD del País Vasco (1978-1982), teniente de alcalde en Guecho (Vizcaya) y juntero por la comarca de Uribe Costa en las Juntas Generales del Señorío de Vizcaya (1979-1982), directivo del servicio jurídico en el sector energético, secretario del Congreso Mundial de la Energía de 1992, profesor de Derecho Administrativo (Sectorial) en la Universidad Europea de Madrid (2005-2008), profesor asociado en diversos cursos de postgrado sobre Derecho de la energía y Derecho de las Telecomunicaciones tanto en el Instituto de Empresa como en la Universidad de Comillas y en la Universidad San Pablo-CEU. En la actualidad, jubilado, trabaja en el estudio de la ética pública de la Civilización Occidental.
¿Por qué un libro sobre dignidad humana?
Para alertar de cómo, de manera imperceptible, está mutando el paradigma ético humanista de nuestra civilización por otro deshumanizado. Está en crisis nuestra civilización porque está en crisis la propia concepción del ser humano, cuya clave es su dignidad.
¿Cómo podemos definir la dignidad humana?
Es el valor innato de todo ser humano en razón de sus características inmanentes (razón, voluntad libre, conciencia del bien y del mal y capacidad de amar). Estas características espirituales junto con nuestra materialidad, definen el dualismo antropológico. Somos materia y espíritu (vida).
La dignidad humana es un valor de carácter absoluto, porque es excluyente frente a cualquier derecho existente, al resto de seres vivos y a todas las cosas inertes del universo; es invulnerable, porque es exigible al resto de la humanidad; e irrenunciable sin excepción alguna. Es la razón de que el humano sea el centro del universo, de que el universo existe para hacer posible la vida humana, lo que explica el principio antrópico.
Javier Gomá dice que la dignidad humana es lo que no tiene precio, porque no tiene equivalencia ni sustitución posible, lo que es inexpropiable por causa alguna, lo que es barrera que ni el interés común puede saltarse.
Hoy se habla del amor a los animales, pero tras lo dicho anteriormente, ¿por qué no podemos afirmar que los animales tienen dignidad?
Los humanos, los animales y las plantas, estamos formados de materia y espíritu (vida), pero el espíritu de los tres grupos es de distinta naturaleza, lo que se percibe a simple vista.
Los animales carecen de las características innatas a las que me he referido (razón, voluntad, conciencia y capacidad de amar) por lo tanto son seres subordinados al humano. Cuando un humano ama a otro humano espera de éste le devuelva amor por amor, pero los animales no aman, ni siquiera tienen conciencia de deber alguno. Pueden ser sumisos o no, pero nunca podrán establecer una relación de amor, porque no tienen capacidad de amar.
Los animales y las plantas aunque son seres vivos no son sujetos de derecho porque no son sujetos de obligación, mientras que los humanos tenemos, al menos, la obligación de no abusar de nuestros derechos. El perro carece de la obligación de no morder y si muerde el responsable es el amo.
La tierra tampoco tiene derecho alguno. Los humanos si tenemos derecho a exigir a los demás humanos que la tierra se conserve para su adecuada utilización.
Si no hay responsabilidad no hay obligación, y si no hay obligación no hay derecho, así que sólo el ser humano es sujeto de derechos.
Uno de los vectores dirigidos a la crisis de nuestra civilización es, precisamente, el intento de humanización de los animales, al estilo que Wall Disney los personificaba, estableciendo la equivalencia humano-animal para devaluar la primacía humana en el universo.
En definitiva, somos los seres humanos los que tenemos derecho a exigir al resto de congéneres un trato adecuado a los animales, porque el maltrato animal perturba la sensibilidad humana. Es un comportamiento sólo exigible por los humanos a sus congéneres.
¿Cuáles son las pruebas de que nuestra civilización está en crisis?
La devaluación del derecho absoluto a la vida y el proceso de deshumanización que la pseudo ideología de género impone, hacen prueba de la quiebra de lo que es esencial de nuestra civilización basada, en el valor de la vida y en una antropología concordante con la evidencia biológica y con el carácter teleológico, finalista, de los seres humanos.
La civilización occidental ya desapareció a principios de siglo XX en media Europa con el triunfo del comunismo, que en aquella época era el arma del materialismo, y puede extenderse su desaparición a la otra media Europa, mediante el relativismo (progresismo), actual arma del materialismo, que es una hidra de al menos siete cabezas (buenismo, devaluación del derecho a la vida, ideología de género como dogma legal, adoctrinamiento masivo, feminismo andrófobo, pacifismo unilateral y devaluación de la familia).
¿Cuáles son, a grandes rasgos, los principales factores que nos han llevado hasta aquí?
Un factor relevante fue el debilitamiento de valores en la sociedad occidental, acunada por el bienestar de la postguerra y abandonada por los intelectuales que, desconfiando del humanismo liberal, idealizaron una supuesta modernidad sin valores.
El factor decisivo, de carácter proactivo, ha sido el cambio de estrategia del materialismo. Siguiendo tardíamente a Antonio Gramsci, quien advirtió que la zafiedad del comunismo (dictadura del proletariado, sociedad igualitaria, etc.) jamás rompería la fortaleza de la civilización occidental culturalmente muy sólida, utiliza otras armas y actúa desde dentro de la propia civilización. Así se ha promovido el relativismo acrítico por el que todos los valores son discutibles y ninguno es absoluto, en forma de la hidra ya descrita. Y la hidra, lejos de asustar a la sociedad occidental, se acomodó como su animal de compañía.
Una sociedad atolondrada, adormecida, infantilizada, creyéndose titular de todo lo que sonara a derecho y repeliendo todo lo que supusiera esfuerzo y mérito, cayó en las melosas garras de su animal de compañía, la hidra. En estas estamos y los enemigos de la civilización van ganando por goleada.
¿Por qué la devaluación de la vida (aborto y eutanasia) y la ideología de género son los dos asuntos más graves de esta crisis?
La dignidad humana es la clave de la civilización occidental y la devaluación del derecho a la vida y el proceso de deshumanización de la ideología de género, quiebran radicalmente esta clave, lo que se produce por dos vías concurrentes:
Primera, ofreciendo excepciones al derecho a la vida, mediante el aborto, la eutanasia y lo que venga, así que la vida deja de ser valor absoluto, abriéndose la puerta a otras excepciones.
Segunda, mediante un ataque no ya a la vida sino a la naturaleza del ser humano mediante la ideología de género que parte de 4 dogmas científicamente inaceptables que contradicen no sólo el certeza biológica sino que alteran radicalmente la antropología de la civilización occidental: a) nacemos sexualmente neutros; b) podemos autodeterminarnos sexualmente; c) no existe el binarismo humano (mujer - hombre) y, d) aparece el inexistente género, que unas veces parece sustituir al sexo y otras parece aludir a muy diversas maneras de sentir la sexualidad.
Si estas vías concurrentes se consolidan, la muerte de la civilización sería un hecho.
¿Con relación al respeto a la vida que solución propone?
En primer término hay que recomponer los criterios y valores de nuestra sociedad, lo que exige un debate público, muy amplio, por encima de los partidos, en el que intervengan las fuerzas sociales (científicos, intelectuales, etc.) en el que los medios de comunicación presten sus vías de acceso a la opinión pública sin limitaciones sectarias. Se trataría que las ideas en contraposición permeen en la sociedad para que cada ciudadano tenga opción a hacerse una idea clara del contenido del derecho a la vida, de sus causas y consecuencias.
No estamos en una batalla partidista, estamos en una batalla de civilización y lo primero que tiene que saber la sociedad es que estamos en una batalla de civilización y no de banderías.
No basta con derogar las leyes que legalizan el aborto y la eutanasia por el solo peso de una mayoría parlamentaria si la hubiera, sino de que la sociedad, en su mayoría, ha de entender por qué no se puede legalizar la muerte de nadie.
Primero convencer, luego legislar.
Y por otra parte, ¿cómo se puede combatir la ideología de género?
Si la característica sustancial de la ideología de género es su carácter no ya acientífico sino contra científico, hay que empezar por instar a la comunidad científica (catedráticos y reales academias) posicionamientos claros, fundados en la ciencia, sobre las cuestiones claves de los postulados generistas para que apoyándose en tales posicionamientos, se legisle en función de la verdad, porque no puede legislarse ni enseñarse contra la ciencia.
La sociedad sólo puede actuar bajo la certeza científica, rechazando cualquier postulado que la vulnere. No basta con derogar leyes de contenido generista por mayoría parlamentaria, hay que ofrecer a la sociedad certezas científicas, que es convencer, y en base a ellas legislar.
¿Qué aporta este libro de nuevo a todo lo que se ha escrito sobre estos temas?
Esquemáticamente mi libro aporta:
Un tratamiento unitario los dos elementos fundamentales de la crisis, que aún siendo de naturaleza distinta tienen raíz común: el valor de la vida (de la pena de muerte a la guerra justa, pasado por el aborto, la eutanasia y el suicidio) y la pseudo ideología de género (sexualidad biológica y libre frente al dogma generísta, y feminismo de la igualdad en la diferencia frente al feminismo andrófobo).
Un trabajo comprometido con la verdad que contrasto con más de 400 reseñas de autoridad de no menos de 250 especialistas. Un potente paquete de argumentos. Es un libro de tesis y cada aspecto de la misma se argumentar a fondo.
¿Cómo se justifica este esfuerzo de razón?
Se está llegado muy lejos con las patrañas que están alterando nuestro mundo de manera de manera cada vez más patente.
No puede permitirse que se convierta en verdad oficial el aberrante tratamiento que se da a la sexualidad, en sus diversas expresiones y circunstancias, contradiciendo la evidencia biológica. Me refiero a la homosexualidad, a la transexualidad, a la intersexualidad, etc., y al inexistente concepto del transgénero que quiere confundir malévolamente todo lo anterior.
Las materias sobre las que trato no son entretenimiento de ningún olimpo académico, sino que hacen referencia a nuestros problemas y a los de los nuestros.
En definitiva, creo que aporto un completo trabajo en el que el lector tendrá la oportunidad de contrastar sus criterios no sólo con los míos sino con los de personas de reconocida solvencia, para que pueda penetrar en los riesgos que nuestra civilización corre mientras la sociedad asume, en modo trágala, teorías que la ciencia rechaza y que destruyen nuestra civilización.
Por Javier Navascués
5 comentarios
Pero, contra lo afirmado por el entrevistado, tampoco la dignidad del hombre es absoluta. No lo es su dignidad ontológica, ya que es inferior a la de los ángeles y ni siquiera la de éstos es absoluta. Por encima de todas las criaturas, incluso espirituales, está la majestad de Dios. Y los hombres decaen de su dignidad moral cuando infringen la ley de Dios, como decayeron los ángeles malos cuando se rebelaron contra Dios.
Tampoco el derecho a la vida es absoluto, contra lo afirmado por el autor:
"Aun en el caso de que se trate de la ejecución de un condenado a muerte, el Estado no dispone del derecho del individuo a la vida Entonces está reservado al poder público privar al condenado del bien de la vida, en expiación de su falta, después de que, por su crimen, él se ha desposeído de su derecho a la vida."
(Pío XII, discurso del 13 de septiembre de 1952, nº 28).
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La dignidad no responde a características inmanentes, sino que responde a la condición de creaturas de Dios y se entiende en relación a Éste. El hombre no conoce solo el mundo inmanente. Y somos materia, espíritu y alma.
El hombre tampoco es el centro del Universo. El centro, Hacedor y Señor del Universo es Dios. El hombre tiene la obligación de cuidar de la creación.
Entiendo que "vender" esto a un mundo apóstata es imposible y hay que buscar alternativas, pero no a base de crear confusión y de disminuir la potestad y el imperio de Dios, Nuestro Señor.
Curiosamente, el mundo postmoderno anglosajón ha acuñado un nuevo término que define a su generación: Woke -desperté-. Ellos están despiertos, han alcanzado un mayor grado de consciencia -jeje-, al contrario que el resto del mundo, anclado éste en viejos esquemas. Esto les permite aplicar su política de cancelación.
Dios, los ángeles y los humanos tienen esas facultades
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