El milagro de Calanda, el más documentado de la Historia. Entrevista a José Antonio Bielsa
José Antonio Bielsa Arbiol es articulista y escritor, historiador del arte y graduado en filosofía. Colabora en diversos medios de comunicación. En esta entrevista analiza en profundidad el milagro de Calanda, que conoce perfectamente como historiador y como calandino profundamente ligado a la tradición pilarista.
Para comenzar, háblenos de la importancia histórica del Milagro de Calanda.
Es uno de los grandes milagros de la historia de la Catolicidad, certificado por la Santa Madre Iglesia; se trata además de un milagro “de hierro”, de puro irrefutable en cada uno de sus puntos, sin fisuras ni grietas que lo hagan tambalear. Sus más encallecidos detractores, a los que tanto quita el sueño tan prodigiosa manifestación del poder de Dios, no han logrado destapar un supuesto fraude asido a intereses políticos, por el mero hecho de que nunca lo hubo.
Al mismo tiempo, el Milagro de Calanda ha intentado ser desmitificado por investigadores heridos en su cuadriculado entendimiento, lo mismo que atacado por incrédulos de toda laya –e incluso tergiversadores/falsificadores de la Historia, cuyos impíos nombres omitiré por caridad–, siendo sometido ocasionalmente a una lectura de bazar de feria bien típica de nuestro descreído tiempo. Pese a todo ello, el Milagro de Calanda resiste las embestidas del tiempo, siglo tras siglo, imponiéndose (al menos por la naturaleza de los hechos y aplastante veracidad, y verdad, del mismo) como uno de los más inauditos, sorprendentes e indiscutibles de los habidos en la historia del Cristianismo: el hecho empírico, el Milagro, se impondría de este modo como certera evidencia de la real posibilidad del milagro (del latín miraculum, derivado de mirari: asombrase) en el mundo terreno, con todas sus consecuencias.
Se considera el mejor documentado de la historia.
Con razón, así lo es: son las fuentes primarias las que “hablan” con la sinceridad del primer día, pues este hecho extraordinario tiene a su favor un documento sin el cual todo quedaría en espejismo dudoso (especialmente para el moderno henchido de empirismo): se trata del Acto público del notario Miguel Andreu, de Mazaleón, testificado en Calanda el 2 de abril de 1640, escrito apenas cinco días después del milagro. Sin este documento esencial, reiteramos, el Milagro de Calanda sería uno de tantos. Mas el texto existe para nuestra suerte.
Un segundo documento en importancia –al menos desde la perspectiva histórica del hecho– sería la Sentencia del Arzobispo de Zaragoza, D. Pedro Apaolaza Ramírez, de 27 de abril de 1641, declarando milagrosa la restitución súbita a Miguel Juan Pellicer de su pierna derecha amputada, relectura atenta del suceso, escrita con una corrección de estilo ausente en el previo, y afirmación definitiva del Milagro como tal.
Y uno de los más importantes después de la resurrección de Cristo, que se considera anticipo de la resurrección de la carne.
Tal cual. Y esto es lo que saca más de quicio a los enemigos de Cristo y la Iglesia: la constatación de la resurrección de la carne.
¿Podía hacernos una narración de los hechos lo más exhaustiva posible?
Ocurrió la noche del 29 de marzo de 1640, en la villa turolense de Calanda y en la persona de Miguel Juan Pellicer, joven mutilado de la pierna derecha, que le había sido amputada –cuatro dedos por debajo de la rodilla– dos años y cinco meses antes, a finales de julio de 1637 en Castellón, al pasarle por encima un carro lleno de trigo. Pellicer, que por entonces contaba diecinueve años de edad, fue llevado al Hospital de Valencia, donde la herida le fue sometida a una deficiente cura. Nostálgico de su tierra, se encaminó cinco días después hacia Zaragoza, subsistiendo a base de limosnas, y llegando a ésta en los primeros días de octubre de dicho año. Lo primero que visitó fue el templo de Nuestra Señora del Pilar, siendo ingresado a continuación en el Hospital de Gracia, donde le fue amputada la pierna dado su penoso estado.
Las informaciones y sutilezas de detalle de que disponemos sobre este peregrinaje son muchas y más que suficientes. Lo más significativo, con todo, viene después: tras practicar la mendicidad a las puertas del Pilar, donde Miguel Juan adquirió cierta popularidad como pordiosero habitual en la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza, y tras oír misa diaria en la Santa Capilla, regresaría a su Calanda natal. El viaje, largo y difícil, culminaría finalmente. A la espera (inesperada) de la noche del 29 de marzo de 1640, todo cuanto hasta ahora hemos apuntado nada tiene de extraordinario. Sin embargo, aquella noche, algo sobrecogedor, inexplicable, glorioso en su excelso significado, iba a ocurrir: tras encomendarse, como hacía siempre, a la Santísima Virgen del Pilar, Miguel Juan se durmió… Fueron sus padres los que al entrar en el aposento del hijo, horas después, reconocieron con la luz del candil que Miguel Juan tenía no una, sino las dos piernas.
Tal y como confesaría después Pellicer, éste soñó que la Virgen del Pilar le había traído y puesto la pierna antaño amputada. Para sorpresa de los médicos y del pueblo en general, algunas de las heridas y marcas de la pierna pretérita aparecían en la “nueva” pierna (que no era una nueva pierna, sino su “antigua” pierna). Este hecho de resonancia europea marcaría la vida de nuestro hombre, hasta el punto de que el propio Felipe IV, recibiéndolo en su corte, le besaría la resucitada pierna.
¿Cómo se puede probar todo lo que ha afirmado?
Remito a la segunda respuesta, con la referencia a los documentos matrices. Y por supuesto a las voces más autorizadas (de ayer y de hoy) en su estudio, como la del difunto Tomás Domingo Pérez (histórico canónigo archivero-bibliotecario de la S.I.M.), autor del libro más completo hasta la fecha –El Milagro de Calanda y sus fuentes históricas (2006)– sobre el Milagro (sin desdeñar a otros notables autores, que hicieron mucho por la investigación sistemático-científica del suceso, como mi paisano Miguel Sancho Izquierdo).
He aquí el gran quebradero de cabeza de todo escéptico cegado a la Verdad: la irrefutable autenticidad, insistimos, de unos documentos legítimos, amén de la memoria colectiva de un pueblo, Calanda, que todavía preserva parte de este legado, pese a la apostasía de las nuevas generaciones hedonistas y tecnólatras, quienes no creen en el hecho extraordinario, y que son un triste reflejo de la progresiva pérdida de la identidad calandina, amén de la muerte de la población anciana (los custodios de la tradición, casi todos ellos ya en el cementerio) y políticas neoliberales del peor cuño; en resumen: todo lo necesario para condenar a un pueblo histórico a la insignificancia del globalismo turbomundialista, que diría Diego Fusaro.
Como suele suceder en estos casos ha habido intentos de negar el milagro, por odio a la fe, aunque sin ninguna consistencia.
Lo primero que propicia en el escéptico el “extrañamiento” es la asombrosa documentación que sobre éste persiste: un implacable “puñado de papeles” que confirman lo que en principio y a priori difícilmente podría ser aceptado por cualquier entendimiento humano aferrado a la materia, con fe o sin ella: que una pierna amputada –”una pierna muerta y enterrada“, como reza el conocido romance popular– le sea restituida al propio mutilado por intervención de la Virgen del Pilar. Este hecho extraordinario, que como decimos será puesto en duda –siempre a la ligera– y hasta “desmontado” –de forma inconsecuente, como con tan mala fe ha hecho un Brian Dunning– por propios y extraños, tiene a su favor los referidos documentos y la memoria de todo un pueblo, testigo de excepción del suceso.
El último ataque realizado contra el Milagro ha sido un libro especulativo titulado El milagro del cojo de Calanda. La génesis de un mito, escrito por dos convencidos empeñados en negar el Milagro. Por desgracia, de tan estéril lectura, consiguen crear el efecto inverso: que el escéptico termine creyendo. Las hipótesis que se barajan en este libro son las siguientes: 1) que el Milagro fue una “farsa” (sic), impulsada por el “pícaro” Miguel Pellicer y el vicario de Calanda, que en ese momento “estaba siendo investigado por la Inquisición”; 2) que los más de 200 testigos del hecho extraordinario no pasaban de ser una turba de analfabetos, ignorantes y comprados sin escrúpulos –vamos, la gente que según estos iluminados debía predominar por la Calanda de entonces–; y 3) que lo que impulsó a la “construcción” del Milagro no fue más que un vulgar cruce de intereses (“la lucha del clero como telón de fondo”), que llevó a los investigadores históricos a que las fuentes eclesiales fueran “interesadamente mal leídas”.
Y para llegar a estas conclusiones dignas de un folletón por entregas, los artífices del embolado necesitan de 735 interminables páginas, a través de un texto sin metodología definida, mera retahíla de elucubraciones y suposiciones. Un desastre de “investigación” que, curiosamente, no fue del todo mal recibida en el pueblo (al menos entre la progresía), como pude comprobar en 2016 a tenor de la publicación de una reseña mía en el boletín municipal. ¡Ríete de Voltaire!
¿Qué diría al que lea esta entrevista y siga sin creer en el milagro?
Le diría que la increencia conforma otra forma de creencia, y no precisamente inteligente… Sea como fuere, el Milagro, el hecho extraordinario en sí, quedó anotado en esos preciosos documentos, tan esclarecedores como irrebatibles. Es comprensible que las preguntas, en consecuencia, no dejen de volver a replantearse en una época como la nuestra, una época que ha enterrado la fe religiosa de los hombres como si de una debilidad se tratase. Ante el único milagro documentado de la Historia, todas preguntas devienen redundantes y faltas de sentido: aceptar su veracidad o negarla totalmente, es cosa indiferente. El milagro en cuanto tal persiste, y así será en tanto que ocurrió (tal y como la Historia nos ha confirmado a través de multitud de estudios circulares, testimonios, obras de arte…). Sin embargo, la fuerza de la razón, la mera intuición, parece invitar a muchos a dudar, a negar lo ocurrido, prescindiendo así de la Fe, de una fe que nuestra época apóstata, pragmática y sombría, parece negar a cada instante. Pero, ¿qué juicio puede darse por definitivo, cerrado?
Ya era muy conocido, pero fue importante el libro de Vittorio Messori para darlo a conocer a mucha más gente de todo el mundo.
Fue un libro muy oportuno, cuya publicación ayudó a difundir –sobre todo en Italia– la grandeza del Milagro. Desde que Messori lo popularizó en su patria, muchos italianos han acudido en peregrinación al Templo del Pilar de Calanda, deseosos de visitar la Capilla del Milagro, en cuyo espacio original tuvo lugar el prodigio.
Como calandino y devoto del Pilar ¿Qué ha supuesto este milagro en su vida?
Por razones familiares, el Milagro –y el Templo del Pilar a él ligado– siempre ha(n) ocupado un lugar descollante en mi más inmediato entorno. Mi difunto abuelo José Arbiol, que desempeñó cargos de responsabilidad en la Juventud de Acción Católica durante los años 40, fue mayoral (cargo honorífico, léase gestor/mantenedor) del Templo del Pilar junto a su hermana entre los años 1978 y 1984; durante este tiempo se llevaron a cabo las principales obras de restauración del edificio tras los destrozos que provocó el Frente Popular en el 36, que arrasó con la práctica totalidad del patrimonio artístico, profanando de paso las tumbas de ilustres prohombres allí inhumados, entre ellas la del Cardenal Cascajares, entre otras cosas duras de contar. Mis padres también ejercieron como mayores durante un par de años, allá en la década de los 90, bien que en cometidos menores. Al mismo tiempo, mi también finada tía María fue determinante en la iniciativa de abrir un Museo dedicado al Milagro (Casa-Museo Miguel Pellicer), ubicado en la antigua casa del Capellán del Pilar, gracias al empeño del P. Gonzalo Gonzalvo, autor intelectual de la infraestructura; por cierto que el propio Mosén Gonzalo sería el principal nexo de comunicación con Messori, ayudando a “internacionalizar” el pueblo en aquellos momentos, con el centenario de don Luis Buñuel a la vista.
¿Sería descabellado que un día veamos a Pellicer en los altares o es una gracia gratis dada, que no tiene que ver con la santidad de vida?
No lo creo, ni siquiera como Siervo de Dios. Hay un factor de peso: Calanda no es Lourdes ni Fátima, sino todo lo contrario. A la negligencia por lo propio que nos caracteriza, cabe sumar el abandono relativo de cuanto el Milagro significa para buena parte de la jerarquía eclesiástica (pues hay también incrédulos sobre el Milagro entre las sotanas, como me consta de buena fuente). Si se hubiera sabido difundir el hecho extraordinario como Dios manda, no me cabe la menor duda de que Calanda sería un gran centro mariano de peregrinación, a la altura de La Salette. Sin embargo, se nos conoce más por el accidente de que un cineasta heterodoxo (que no ateo) naciera aquí, además del famoso Melocotón de Calanda… En fin.
¿Qué sabemos de la vida de Miguel Pellicer después de experimentar en sus carnes este grandísimo prodigio?
No sabemos grandes cosas de su biografía tras el Milagro, salvo que tras éste a Miguel Juan le restaban pocos años de vida, pues al parecer falleció el 12 de septiembre de 1647 en Velilla de Ebro (Zaragoza), con solamente treinta años de edad.
Lo realmente importante es que el conocido por muchos como “Milagro de milagros”, el Milagro de Calanda, realizado por la Virgen del Pilar en la persona de su mutilado devoto Miguel Juan Pellicer, permanecerá vivo en el archivo de las glorias del Catolicismo, desafiante al paso del tiempo, de la fatua razón y de las vanas apariencias de este mundo.
Por Javier Navascués
17 comentarios
Es una pena que en España no se pongan en valor sus tesoros espirituales, como el aquí narrado. Es mejor gastarlo todo en cabalgatas del orgullo
2. El milagro de Calanda es un hecho histórico evidente que la perversidad y la estupidez humana niega con tal de no aceptar a Cristo.
3. Un dato histórico con este milagro de Calanda para comprobar hasta dónde llega la psicología moderna anticristiana, en la perversidad y soberbia que se ha instalado el "superhombre" y la infinita estulticia humana es el caso de Karl Gustav Jüng (1875-1961).
4. Karl Gustav Jüng fue un médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis; posteriormente, fundador de la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología profunda.
5. Bien, Karl Gustav Jüng, como la psiquiatría y psicología actual, en parte hija suya, negaba la actividad espiritual más allá de la materia. Es decir, que la inteligencia y la voluntad libre son actividades materiales del cerebro.
6. El hecho histórico curioso fue que le presentaron el milagro de Calanda totalmente documentado por los testigos dignos de fe humana, creo que +200 personas, para que lo revisara y diera su opinión-diagnóstico sobre el caso. Una vez analizado y dado por bueno los testimonios, la respuesta de Karl Gustav Jüng fue que racionalmente tendría que aceptar el milagro de Calanda. Pero, si de tener que aceptarlo tenía que creer en la existencia de Dios tenía que negarlo para no creer en Dios. Y se quedó tan tranquilo y cuerdo, no por la razón, sino por la soberbia de su pecado. Hasta ese punto respeta Dios la libertad humana porque al ser Omnisciente sabe que tiene que hacerlo para darnos Juicio personal Justo. Aunque en Calanda Dios nos da el máximo de razones posibles para creer en Él, en la Resurección del cuerpo, la libertad del hombre es tal que puede negar la evidencia. La psicología de este tipo de personas es no me aporte usted hechos que yo ya tengo mis ideas y si los hechos van contra mis ideas peor para los hechos históricos. De nada sirve la regla de oro: ante los hechos históricos no valen los argumentos. Por tanto, el problema ya no es el hecho en sí, es la actitud del que observa el hecho histórico de Dios revelado y lo niega. Actitud contraria al orden de salvación de Dios que es derivado de la perversidad y/o de la estulticia infinita de navegar en la selva de las propias ideas.
7. Otro dato curioso: en una entrevista de Zenit a Messori le decían: El próximo 23 de febrero se celebrará el centenario del nacimiento del director de cine Luis Buñuel, quien nació precisamente en Calanda. ¿Conocía Buñuel el milagro? ¿Qué pensaba del mismo un cineasta conocido por su agnosticismo y anticlericalismo?
--Messori: Todos recordarán que a Buñuel le gustaba decir: «gracias a Dios soy ateo», ¿no? En realidad Buñuel era un hombre atormentado por el problema religioso, le he conocido muy bien precisamente porque me ha interesado mucho al estudiar Calanda. No puedes ser un calandino y vivir como si el Gran Milagro no hubiera sucedido allí. De hecho, una de sus últimas películas, «Tristana», tiene como tema central la amputación de una pierna: la actriz principal, Catherine Deneuve, es una mujer a la que le tienen que amputar una pierna. Buñuel mismo en una entrevista dijo que había hecho «Tristana» porque durante toda su vida se había visto atormentado por la pierna de su paisano Miguel Juan Pellicer. Pero no sólo eso. En la banda sonora de sus películas, muchas veces, aunque no venga a cuento, se oyen a lo lejos tambores que suenan, como los de Calanda. Buñuel pasaba todas las Semanas Santas en Calanda. Ya podía estar en Nueva York, en París o en Roma, él cogía el avión, iba a Calanda por tres días, y desfilaba en las procesiones de Semana Santa con los tambores. Llegó a decir que no dejaba de ser ateo, pero «no me toquéis la Virgen del Pilar, no me toquéis el Milagro, porque en ellos sí creo». Es más, llegó a afirmar que respecto a Calanda, Lourdes era un lugar mediocre. Mediocre porque en Calanda había vuelto a crecer una pierna y en Lourdes eso no pasaba.
Recomiendo un libro muy bueno de Messori:
EL GRAN MILAGRO de MESSORI, VITTORIO EDITORIAL PLANETA, S.A. colección Planeta+Testimonio ISBN: 8408032119
«Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
1. El entierro del Conde Orgaz de Toledo es una visión cuyo testimonio detalla el Cielo. Pero, no es base histórica que forma parte de nuestra fe, pues es revelación privada.
2. El milagro ha de entenderse como base histórica de la Fe católica que demuestra mediante hechos históricos la Revelación o Fe divina de Dios. En el Catecismo de la Iglesia Católica: 156 El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos». «Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación» (ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos», motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» (Concilio Vaticano I: DS 3008-3010); 515 Los evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo de los primeros que tuvieron fe (cf. Mc 1, 1; Jn 21, 24) y quisieron compartirla con otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su misterio durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su natividad (Lc 2, 7) hasta el vinagre de su Pasión (cf. Mt 27, 48) y el sudario de su Resurrección (cf. Jn 20, 7), todo en la vida de Jesús es signo de su misterio. A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que "en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Su humanidad aparece así como el "sacramento", es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora; 547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en Él. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23); 548 Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (cf. Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc 5, 25-34; 10, 52). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser "ocasión de escándalo" (Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22); 561 "Para quien la contempla rectamente la vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y los pobres, la aceptación total del sacrificio en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección, son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación" (CT 9);
3. El católico no cree porque si, pues el asentimiento a la Fe divina o Revelación de Dios encarnado y sus enseñanzas necesariamente pasa por el vínculo entre las pruebas de que se ha dado esa Revelación, su contenido, la Persona y la presencia histórica de Cristo en el mundo.
4. Si Dios nos ha hecho a Imagen suya por la racionalidad y libertad, no puede pedirnos que dejemos de usar la razón al encontrarnos con sus manifestaciones históricas, encaminadas, precisamente, a ayudarnos en lo que la razón sola no puede alcanzar.
5. Así, el milagro no es una actividad arbitraria de Dios, para estorbar a los científicos o para hacernos creer en extraterrestres.
6. Dios realiza sus milagros en un contexto claramente religioso, para mostrar que Él puede libremente hacer lo que va más allá de la actividad normal de la materia. No hay ningún problema lógico en eso.
7. Pero el milagro tiene que servir como prueba de acción divina, y tiene que ser algo EXTERNO, la visión es algo INTERNO, observable por creyentes o no creyentes, y por tanto no se puede llamar milagro a cualquier cosa que yo no entiendo o que es solamente de orden psicológico.
1. Con respecto a la argumentación de un ateo que arguye que si existen los milagros o hechos extraordinarios no puede darse la Ciencia porque no pueden reproducirse pregúntele usted si puede adivinar la Ciencia lo que usted va a hacer con su computadora dentro de 10 minutos.
2. Quienes objetan con tales argumentos desde la Ciencia de que nunca sabe lo que va ocurrir y la Ciencia necesita ser capaz de predecir lo que va a ocurrir, basta realizar un experimento sencillo de un acto libre propio.
3. Pues la Ciencia es obvio que no puede predecir lo que va a ocurrir. Entonces, si la ciencia no puede predecir mis acciones libres, no es extraño que no pueda predecir las acciones libres de Dios. Pero la Ciencia no se viene abajo por no poder predecir qué haré yo, ni tampoco por no predecir que va a hacer Dios.
"He aquí el gran quebradero de cabeza de todo escéptico cegado a la Verdad: la irrefutable autenticidad, insistimos, de unos documentos legítimos, amén de la memoria colectiva de un pueblo, Calanda, que todavía preserva parte de este legado, pese a la apostasía de las nuevas generaciones hedonistas y tecnólatras, quienes no creen en el hecho extraordinario, y que son un triste reflejo de la progresiva pérdida de la identidad calandina, amén de la muerte de la población anciana (los custodios de la tradición, casi todos ellos ya en el cementerio) y políticas neoliberales del peor cuño; en resumen: todo lo necesario para condenar a un pueblo histórico a la insignificancia del globalismo turbomundialista, que diría Diego Fusaro".
Al grano: conozco y he estudiado a fondo el Milagro de Calanda desde hace 50 años. (No descarto que algún amigo, sabedor de mi “calándismo” haya usado mi nombre para tomarme el pelo)
Me alegra extraordinariamente esta magnífica entrevista. Siempre me ha sorprendido lo poco conocido que es dada su importancia.
Aunque tiene un error gordo... el modo como acabó miguel Juan Pellicer... ahi dice que murió en Velilla enterrado de caridad.... pero eso demostró Tomas domingo -máximo experto del Milagro de Calanda) que no fue así... encontró en el libro de cuentas del Pilar los gastos del entierro de Pellicer, enterrado con honores de canónigo!
..................................................
Jose:
Comprendo su caso. Le aconsejo un batido de ajo y agua.
1. ¿Qué es para usted la Eucaristía?
2. La Eucaristía es Presente y el mismo milagro se da de Dios en la Sagrada Forma y en nosotros viviendo la vida del Resucitado.
3. Por ello, el sacerdote que no cree en los milagros tampoco cree en la Eucaristía. A lo que me pregunto ¿qué hace de sacerdote como los que bendicen el Pecado?
4. La desesperación es para los que no conocen la Luz y el Amor de Dios, para los que no creen en la Promesa de Nuestro Señor Jesucristo de la Resurrección de la carne. Para muestra un botón: el milagro de Calanda.
sacerdote zaragozano que cree en el milagro de Calanda
1. ¿Es irrefutable la fecha de su nacimiento y el nombre que le pusieron?
2. ¿Preserva usted ese legado?
3. ¿La apostasía de las nuevas generaciones hedonistas y tecnólatras si no creen en el Sacramento de su Ordenación en Cristo, hecho extraordinario, pierde usted su identidad de Alter Christus e in Persona Christi?
4. ¿Toda la Santa Tradición guarda el Depósito de lo que usted predica?
5. ¿El Liberalismo y el Socialismo que seculariza a la sociedad puede tapar la Verdad?
6. ¿La persecución al pueblo cristiano puede borrar la fe en los milagros?
7. ¿El católico se limita a narrar los hechos y deja que el lector valore su opinión relativista? El mandato del Señor es: "Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio." Entonces, proclamad la Verdad ¿qué es narrar los hechos de la batalla de Waterloo? ¿Paro de escuchar o leer cuando me dicen la verdad objetiva sobre algo? Quien está cegado a la Verdad, no es que no la busque, es que la desprecia y está posicionado en lo que mencioné de Karl Gustav Jüng: yo ya tengo mis ideas no confunda usted con hechos.
Jacinto que al grano no va
pájaro que no tiene pico
ni argumentos sabe dar
En buen lío le han metido
a la Virgen del Pilar
Que patrona de la Hispanidad
Protectora de trasplantes
Jacinto Segundo propondrá.
Pues muñón hizo crecer
a dos palmos del corvejón
que milagros tan curiosos
sólo en Aragón se dan.
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