Elena Pilar Palomino Martínez del Cerro es una escultura autodidacta y veterana que vivió una intensa experiencia del amor de Dios en Tierra Santa, una ‘certeza total’ que la devolvió a la Iglesia y la Eucaristía. Ha contado parte de su testimonio en la hermosa película documental Corazón de Padre, sobre la figura de San José. Cuenta más detalles a Pablo J. Ginés en Fundación Tierra Santa. Fue San José quien la llevó a Tierra Santa, a Nazaret, y allí se confesó, en el Santo Sepulcro y su vida dio una vuelta.
Nacida en Cádiz en 1971, desde niña se apasionó por la escultura. Con 24 años, hizo una «Virgen del Tercer Milenio» que el obispo Bellido Caro, de Jerez, entregó a Juan Pablo II. Al año siguiente, le encargaban esculturas para la catedral de El Salvador, en el país centroamericano.
En esta breve entrevista nos habla de su vocación de escultora al servicio de Dios.
¿Cómo nace su vocación creativa?
Diría que desde siempre. Imagino que desde el mismo momento de mi concepción ya Dios incluyó la vocación creativa que me regalaba junto a la vida. Realmente desde que tengo uso de razón se me hizo imprescindible plasmar en lo material lo que sentía el corazón.
No recuerdo que comenzara a modelar en un momento concreto. Familiares recuerdan que desde muy pequeña hacía y deshacía nudos con cuerdas. Dicen que enseguida comencé a utilizar todo lo que caía en mis manos para darle forma (hojas de árboles, migas de pan, tizas de las pizarras, papel de plata…)
Aunque al principio la plastilina fue lo más importante. Con la plastilina ya empecé a hacer toda clases de figuras de personas o animales. Eran figuras hechas con toda clase de detalles.
Recuerdo tener bolsas llenas de plastilina de todos los colores con las que hacía continuamente toda clase de figuras con las que luego jugaba. Incluso recuerdo ir con los bolsillos llenos de plastilina los primeros años de colegio y en el recreo no paraba de hacer figuras.
Mi abuela, con la que me he criado y vivido siempre, desde el principio comenzó a guardar en vitrinas estas pequeñas figuritas de plastilina que hacía con tres o cuatro años. A ella le encantaban, pues tenía una sensibilidad especial para sentir lo que transmitían las figuras.
Un poco más tarde empecé a usar el barro. Por cierto recuerdo que tuvieron que esperar un poco para darme arcilla pues decían que al ser tan pequeñita el barro podía hacer daño en la piel de las manos.
¿Qué siente al poder dedicar este talento a Dios?
Es precioso pensar que un regalo que Dios te da, pueda ser un instrumento que puedes compartir con el mismo Dios. Él es quien mejor puede enseñarte a utilizar ese talento. De alguna manera Dios nos da a cada uno todas las herramientas necesarias para poder entrar en su Corazón, para poder llegar al Cielo.
Dios nos ha dado a cada uno “las herramientas” que Él sabe que necesitaremos en nuestra vida. Usando debidamente estas herramientas se está alabando a Dios. Y esta alabanza nos lleva al mismo tiempo a ir conociendo y amando a Dios cada vez más. A través de esta alabanza Él nos va enseñando el camino al Cielo.Leer más... »