César Félix Sánchez Martínez es doctor en humanidades por la Universidad de Piura (Perú). Ha sido director de estudios del Seminario Arquidiocesano de San Jerónimo de Arequipa, donde actualmente se desempeña como profesor de diversas materias filosóficas. Preside la filial arequipeña de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
En esta entrevista analiza la figura de Joseph de Maistre, uno de los grandes pensadores reaccionarios, cuya memoria es injustamente olvidada. Hemos de aclarar que aunque en su juventud, en medio de la grandísima confusión de ideas y costumbres en los tiempos prerrevolucionarios, se unió a una logia de la masonería, alcanzada la madurez, y dándose cuenta de su gran error, abjuró solemnemente.
Este año se cumple el 200 aniversario de la muerte del conde saboyano Joseph de Maistre (1754-1821), uno de los grandes pensadores contrarrevolucionarios, pero sin embargo su figura parece olvidada ¿Por qué es importante rescatarla?
Creo que es importante rescatarla, tanto por su estilo y altura literaria, llena de imágenes de una belleza desafiante, como por su visión profética. Respecto al primer aspecto, un pensador ateo, por lo general inmisericorde con toda banalidad, como es Emil Michel Cioran, en su curioso libro Anatemas y admiraciones, lo compara con Nietzsche y San Pablo por su genio y apetito por la provocación, y sostiene que «al elevar el más trivial de los problemas al nivel de paradoja y de dignidad del escándalo, imponiendo anatemas con crueldad entusiasta, creó una obra rica en enormidades, un sistema que infaliblemente seduce y exaspera». Otro personaje, poco sospechoso de beaterías, como el maudit Charles Baudelaire, decía que el conde de Maistre le «había enseñado a pensar».
Y es ahí donde podemos comprender cabalmente su profetismo. Joseph de Maistre nos enseña a mirar más allá de lo evidente, de la serie de efectos «esperables» de causas «comprensibles» por una conciencia vulgar (como la de tantos politólogos y analistas políticos actuales) y, con una mirada a la historia de la Salvación y en la realidad de la naturaleza humana caída, a poder encontrar el orden secreto del drama permanente de la lucha entre las dos Ciudades.
Me explico: para las conciencias vulgares de los politólogos laicistas, muy probablemente el año 2020 se parecería al 2019 y la humanidad avanzaba, lentamente y a pesar de populistas y otros «deplorables», a una ecumene pacífica e ilustrada. En cambio, Maistre, viendo el estado de anomia de la sociedad humana y los ocultos designios de Dios revelados en la Escritura, habría repetido un anuncio que hizo en las Soirées refiriéndose a circunstancias históricas y espirituales semejantes: «Debemos aprestarnos para un acontecimiento inmenso en el orden divino, hacia el cual marchamos con una tan acelerada velocidad que sorprenderá a todos los observadores. Temibles oráculos ya anuncian que los tiempos han llegado».
Se le considera uno de los máximos opositores intelectuales a la ilustración y a la Revolución francesa, por lo que su figura debiera ser destacada, aunque al parecer no interesa.
Más allá de la ignorancia generalizada y escandalosa de los intelectuales y opinadores de los medios globales de nuestros días, una de las grandes razones del olvido voluntario y, a veces, del rechazo infundado que surge de una mirada superficial es la beatería. ¿A qué nos referimos? A una especie de prejuicio farisaico por el cual todo aquel que haga afirmaciones fuertes, paradójicas, contraintuitivas a la sensibilidad ilustrada y de consecuencias esenciales –es decir, que nos lleven a pensar en el destino último del hombre–, es inmediatamente tachado de «fanático» o «extremo» y ni siquiera se le da el beneficio de una lectura más o menos sosegada. Más allá de la descalificación fácil, cualquier referencia más profunda a este tipo de pensadores provocaría una suerte de «impureza ritual» en todo opinador que quiera ser políticamente correcto. Esto es particularmente cierto en el mundo hispánico, cuyos vulgarizadores intelectuales son casi siempre repetidores de eslóganes y lugares comunes «prestigiosos» antes que pensadores reflexivos. Así, los pocos que mencionan tangencialmente al Conde, repiten de manera parcial los lugares comunes de Isaiah Berlin, donde se le juzga como una especie de profeta del fascismo, siendo que el Conde fue un enemigo explícito de todo despotismo ilegítimo y de toda utopía política revolucionaria.
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