JUEVES SANTO Hoy día de la institución del sacerdocio meditemos en la soledad sacerdotal
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Nuestro Señor Jesucristo siempre nos facilita el camino para que comprendamos que la soledad no es oscuridad, cuando nos llenamos de Dios, no estamos solos cuando estamos con el Señor, en todo tiempo, esta soledad nos anima a la perseverancia con el Señor. No solamente para los sacerdotes, religiosos y religiosas, sino para los bautizados que no tienen esta vida como la tienen los piadosos sacerdotes, religiosas y religiosas. Un gran número de seglares que huyen del mundo para salvarse, no condenarse. Encuentran sus delicias en el Señor nuestro Dios, a ninguno nos abandona. El sentido de que uno caiga en preocupaciones, en una oscuridad, es terrible para quien no se haya encontrado con el Señor. Es el pecado, es la vanidad, los aplausos, la vanagloria, en algún momento, el alma puede sentir esos azotes de soledad, por no haber aceptado a Jesús. En el mundo que estaba tan ensimismado, se revuelve incluso para el mundano. El amor al mundo destroza también a los mundanos, y son muchos que como remedio han optado por suicidarse, porque estaba muy esclavizados en los asuntos terrenales, en los pecados más terribles y abominables, del que no querían romper.
Una soledad que empuja el miedo a la muerte, porque ahí está escondido, pecados no confesados.
Una persona puede sentirse a gusto, cuando puede estar rodeado de muchas personas que le aplauden, que le adulan, pero cuando están solos, se hunden, se angustian, los remordimientos de conciencia son necesarios para superar nuestras soledades, porque el Señor sigue llamando. No quiere dejar solo a sus criaturas, pero las criaturas han de despertar, volver en sí, y comprender al Señor, vaciándose de sí mismo, purificándose borrando sus vicios y pecados por medio de la confesión sacramental, dedicar todo el tiempo a la oración.
Hace muchos años, un religioso ermitaño me contó, que otra persona quería ser también ermitaño, pero no perseveró, y terminó suicidándose. Y es que nuestro enemigo infernal, es siempre un tramposo, siempre con malas intenciones.
La devoción a la Santísima Madre de Dios, nos ayuda, nos prepara para encontrarnos a Jesús nuestro Señor, tenerlo en nuestro corazón, y día y noche, no separarnos de Él.
Muchos ancianos sufren de soledad, les veo en la calle, pero cuando se encuentran con otros, parecen tranquilos, y si uno les ayuda a que recuerden a Jesús, la vida del Evangelio, llegan a blasfemar y burlarse. Ellos mismos provocan sus soledades por el rechazo a Dios, que en esos momentos les había llamado para permanecer con Él, y cuando estas personas ancianas, ya no tienen a sus compañeros para hablar de sus cosas, están demasiados decaídos, como amargados.
Pero no basta si no se ejercita con ellos la caridad porque los hay solos, enfermos, tristes, decepcionados, enredados en problemas serios y algunos sufren mucho.
Lamentablemente no se puede exigir a un cura diocesano vivir como un monje, que creo que es uno de los varios abusos que introdujo san Agustín. Yo, ateniéndome a la disciplina oriental lo tengo claro: mejor cura casado que abandonado y solo.
Hay sacerdotes mayores, algunos dicen: "si volviera a nacer sería sacerdote", y es que lo dejaron todo por amor a Cristo y por la salvación de las almas. El Papa Benedicto XVI, enseñaba que el sacerdote ya no se pertenece así mismo, sino a Dios y a la Iglesia Católica. Y solo ha de perseverar en este camino.
La soledad nunca lo es tanto, cuando el corazón se llena del amor de Dios.
Ha habido sacerdotes que se casaron, y no lo pasaron nada bien luego, querían un trabajo en el mundo, lo tuvieron, pero les duró poco, y las discusiones con la mujer que se había casado, hasta irse al extranjero, y en todo, ya no tenían a Dios, sino disgustos, remordimiento de conciencia, amarguras. Pues he leído casos, que ellos mismos han llegado a confesar, y que se arrepienten es verdad. Puede ser que para ganarse la simpatía del mundo, han llegado a hacerse publicidad en la televisión. Para nada. Porque sin Dios no hay verdadera felicidad interior.
Cuando realmente se tiene amor a los pobres, es desde Cristo Jesús, pero sería un falso amor a los pobres, cuando no se les educa conforme a la Fe en Cristo Jesús. Un falso amor a los pobres, hablar muy bien de ellos, que hay que ayudarles, pero en los alimentos materiales, dejando fuera la vida espiritual, y la preparación del alma para su salvación.
Pero; ¿qué vemos hoy en día? Infinidad de sacerdotes, aislados, inaccesibles a todo aquel que los quiera buscar o que necesite de ellos. Su egoismo y distanciamiento los condena a la soledad.
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