Él estará, sin duda, estará...
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En su último post, Maricruz se pregunta:
¿Quiénes seguirán aquí dentro de diez y más años, cuando estas leyes abominables sobre el aborto y la desfiguración de la familia (y otras muchas que vendrán) rindan sus frutos desordenados?
Y enseguida responde:
Nosotros, los hijos de Dios estaremos aquí, como desde hace dos mil años…
Perfectamente dicho. Estaremos aquí, como estamos ahora y estuvimos antes. Porque somos parte del Cuerpo de Cristo, y Él estuvo, está y estará. Por eso, aunque suene extraño, puedo decir que estuve en los inicios de la predicación apostólica, estuve cuando surgieron las primeras herejías y en el comienzo de las persecuciones, sufrí con los mártires, me alegré cuando dejaron de perseguirnos, palpité de emoción viendo cómo se extendía el evangelio hacia los cuatro puntos cardinales, estuve presente en las grandes epopeyas de la Iglesia a lo largo de los siglos, me maravillé toda vez que Nuestra Señora se hizo presente para traernos consuelo y esperanza, me embarqué en las empresas más osadas acompañando a tantos y tantas que han dejado huellas indelebles en nuestra historia. Fueron y son mías las andanzas de Atanasio, de Agustín de Hipona, de Jerónimo, los capadocios, Benito y Escolástica, Bernardo, Francisco y Clara, Domingo, Tomás Moro, Juan y Teresa, Ignacio, Francisco Javier, Catalina, Felipe, Rosa, Martín, Toribio, Juan Bosco, Teresita, y tantísimos otros de una lista interminable. Estuve allí, con y en ellos, porque Dios me les unió en el Cuerpo de su Hijo. Cuánto sufrimiento hubo en sus vidas y, no obstante, cuantísima esperanza y ardores célicos llevaban, y ahora, gloria inenarrable.
Pero lo más intenso no es el saber que, de una manera misteriosa, estuve enredado en todas sus andanzas. Lo mejor es que ellos me están acompañando ahora en las mías. Porque fueron, son y serán ya para siempre parte de este Cuerpo que también es el mío. Vamos juntos, estrechamente unidos, ellos y nosotros. Espero que, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, siga siendo así para toda la eternidad.
Este Cuerpo de Cristo, esta Iglesia-Cuerpo, no sólo que estará, tal como dice Maricruz, sino que no tiene manera de no estar. Sea lo que sea que suceda en la historia por venir, nada puede sustraerse a la presencia y el reinado de Cristo, quien vive y reina eternamente con éste su Cuerpo al que quiso unirse de manera indisoluble.
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