“Obispo y pueblo”: Francisco y su diócesis de Roma
Presentamos nuestra traducción de la interesante entrevista que el Cardenal Agostino Vallini, Vicario de Su Santidad para la Diócesis de Roma, ha concedido a L’Osservatore Romano en vísperas de la Santa Misa en que el Papa Francisco ha tomado posesión de la cátedra romana en la Basílica de San Juan de Letrán.
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En la tarde del 7 de abril – segundo domingo de Pascua, dedicado a la Divina Misericordia y llamado antiguamente in albis por el color blanco de las vestiduras de los nuevos bautizados – el obispo de Roma se sienta en su cátedra en Letrán. Y precisamente la relación decisiva del Papa Francisco con su diócesis ha estado en el centro del diálogo del cardenal vicario Agostino Vallini con quien escribe y con el director de nuestro periódico en vísperas de este momento importante. El purpurado ha tocado muchos temas: la maduración de la sensibilidad diocesana sobre todo después del Concilio Vaticano II, el significado de la renuncia al pontificado y la preciosa herencia de Benedicto XVI, el “milagro” del cónclave, el tiempo de la misión, el compromiso del clero en las 347 parroquias de la diócesis, el frente activo de la caridad en el momento ciertamente no fácil vivido por muchísimas personas y familias en la ciudad y en el país.
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La toma de posesión tiene lugar el domingo por la tarde, pero el Papa Francisco ha salido del cónclave sintiéndose ya plenamente obispo de Roma y ha querido que precisamente usted estuviese a su lado cuando se presentó a los fieles desde la Logia de las Bendiciones. ¿Qué ocurrió?
El cónclave es obra de Dios y ha sido un milagro. De esto estoy todavía más convencido después de haber vivido por primera vez esta experiencia de gracia. Se crea una atmósfera que hace que este momento sea único y distinto de cualquier otro acontecimiento humano. Se entra en el cónclave con la conciencia de una gran responsabilidad, que es la de contribuir a una obra de discernimiento, grande y compleja, para comprender y pedir al Señor la inspiración. Y luego se ora, se ora mucho. Yo, por ejemplo, el día de la elección, entre una votación y otra, he rezado tres veces el rosario. En la Sixtina no se habla ni se trata, se reza. Además, a este momento se llega después de días de reflexiones – ocho esta vez – y el tema no es el Papa sino la Iglesia, con todas sus realidades, bellas o menos bellas. Y se trata de una visión de la Iglesia universal. De modo casi especular se trata de comprender quién podría guiarla en este preciso momento histórico. El clima espiritual en el cual se ha desarrollado este cónclave ha estado marcado por momentos muy particulares, después de la renuncia de Benedicto XVI. Por lo tanto, había necesidad de la asistencia del Espíritu Santo. Y a mí me parece que el Señor se ha manifestado. También a través del entusiasmo de la acogida popular reservada al nuevo Pontífice: en este sentido, el sensus fidei que viene del pueblo ha sido una confirmación.
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¿Qué ha hecho más visible la obra de Dios en la elección del Papa Francisco?
Responder a esta pregunta implica algunas reflexiones profundas. En primer lugar, había que recoger una herencia preciosa y muy rica como la de Benedicto XVI, con el peso de las motivaciones que han acompañado su renuncia. Aquel 11 de febrero todos quedamos consternados. Desconcierto e incredulidad eran evidentes en los rostros de cada uno de nosotros. Se formaron inmediatamente grupos en los que se preguntaba qué había sucedido. Luego, poco a poco, se difundió aquel sentimiento de fe que nos une, alimentada sobre todo por la estima y por la devoción que acompañaba y acompaña la relación de cada uno de nosotros con Benedicto XVI: si ha hecho esto, nos decíamos, quiere decir que ha considerado que debía hacer algo importante para la Iglesia. Por lo tanto, la relectura de esta declaración, la reflexión sobre su magisterio, tan rico y fuerte, no podía más que hacer reflexionar sobre quién sería capaz de proseguir por esta línea e incluso darle nuevo y mayor vigor. Y así ha comenzado el intercambio de opiniones entre los cardenales. Luego, en la Capilla Sixtina, ha madurado el amplio consenso hacia Jorge Mario Bergoglio.
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¿Cuándo lo llamó el Papa?
Después de la elección, los cardenales van frente al elegido para manifestarle obediencia. En ese momento me dijo: “Usted es el cardenal vicario: ¿acepta estar cerca de mí?”. Naturalmente le respondí de inmediato que sí. Y pensaba que tal vez habría terminado allí. Luego me hizo llamar nuevamente y me dijo: “Venga, permanezca cerca de mí”.
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En poco más de medio siglo hemos pasado del último Papa romano al primero que viene del nuevo mundo, fuera del Mediterráneo, a través de Pontífices que han dedicado gran atención a la diócesis de Roma.
El surgimiento de la conciencia diocesana del pontificado en Roma se debe inicialmente a Juan XXIII, que trasladó el Vicariato a San Juan. Pablo VI acentuó esta conciencia no sólo con la reforma del Vicariato mismo sino también yendo a celebrar en las periferias, visitando parroquias y comunidades de la ciudad. Y luego Juan Pablo II ha visitado casi todas las parroquias. Pero no sólo: ha puesto en marcha y llevado a cabo la primera misión ciudadana, en preparación al año jubilar, y ha celebrado el Sínodo diocesano, del cual ha quedado como joya sintética una frase: “Iglesia de Roma, encuéntrate a ti misma fuera de ti misma; parroquia, encuéntrate a ti misma fuera de ti misma”. Y Benedicto XVI ha continuado en esta línea.
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¿Cómo será la relación entre el Papa Francisco y los romanos?
Que el Pontífice se siente en primer lugar obispo de Roma lo dicho y demostrado varias veces. En lo que respecta a los romanos, quiero contar un episodio reciente. El 23 de marzo estuve en la parroquia del Santísimo Sacramento en Tor de’ Schiavi, en la vía Prenestina. Al final de la Misa mucha gente me ha buscado en sacristía. He quedado sorprendido por la fuerza de su pedido: “¡Tráiganos al Papa!”. He tratado de hacerles entender que aún era pronto. Frente a su insistencia les he preguntado por qué y me han respondido: “No sabemos, pero lo queremos entre nosotros. Es una necesidad que sentimos en el corazón”. Esta es la dimensión de la relación que se ha creado con el Papa.
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Había dicho lo mismo a los jóvenes de Casal del Marmo que le preguntaban por qué había ido.
El Papa ha quedado asombrado. Estaba con él en el automóvil mientras se dirigía a Casal del Marmo. Ya apenas salió de la Puerta Santa Ana había una multitud extraordinaria esperándolo. Luego, a lo largo de todo el trayecto, dos filas de fieles han escoltado el paso del vehículo. Toda la vía Triunfal estaba invadida por gente que aplaudía y quería ver al Papa, al punto que hemos tenido que tener en todo los momento las ventanillas bajas. Y él seguía repitiendo: “Increíble, increíble”. No hay necesidad de muchos comentarios: Roma ya lo ama.
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¿El Papa querrá una relación más estrecha con los sacerdotes?
Sí, ya me lo ha pedido.
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¿Y habéis preparado un calendario?
No hemos tenido todavía tiempo para eso. Sin embargo, hemos concordado algunas fechas, como la visita a la parroquia de los santos Isabel y Zacarías el 26 de mayo. Luego se verá.
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¿Cuándo habéis hablado de todo esto?
Había pedido encontrarme con él ya algunos días después de la elección. Me llamó de inmediato. Era el 22 de marzo. Hemos hablado un largo rato y lo he informado sobre la realidad de la Iglesia de Roma, del espíritu de misión en las 347 parroquias de la diócesis, del servicio de los sacerdotes.
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Al propósito de esto, el Papa Francisco en los pasados días ha pedido explícitamente que las iglesias estén abiertas.
Es una confirmación de la impresión que he madurado escuchando las palabras del Papa Francisco en estos primeros días de pontificado. He sentido un fuerte impulso a nuestro compromiso pastoral por la ciudad. Hoy, como decía Juan Pablo II, no es ya tiempo de conservación de lo que existe sino que es tiempo de misión. El gran desafío es el de la fe. Ya no es posible presuponerla. Cada generación tiene necesidad de volver a proponer la fe. Hoy, en una ciudad como Roma, que no tiene ya un centro unificador, los únicos lugares de agrupación son las parroquias. Y yo puedo dar testimonio del gran trabajo que allí se lleva a cabo.
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El Papa Francisco ha recomendado a los sacerdotes salir de ellos mismos e ir hacia las periferias, entendiendo con esto los sufrimientos de los últimos, las pobrezas. ¿Los sacerdotes romanos están preparados?
Puedo asegurar que todos los sacerdotes que trabajan en las parroquias de la diócesis están preparados para hacer un ulterior esfuerzo de reflexión para buscar nuevos caminos y sobre todo un nuevo lenguaje para llegar hasta los así llamados nativos digitales. En lo que respecta a las periferias, creo poder dar testimonio de una de las más grandes alegrías de la Iglesia de Roma, es decir, la sensibilidad caritativa. El Papa invita a salir: los sacerdotes romanos ya lo hacen porque van al encuentro de los pobres, de los marginados. Al menos desde los tiempos de don Di Liegro, en Roma es fuerte esta conciencia. Aquí he descubierto la gran fuerza de la Caritas, no sólo la diocesana con sus grandes proyectos, sino la fuerza de la caridad. Y es una actividad en la cual confían tanto las instituciones públicas como los ciudadanos privados. Un pequeño signo de esta confianza está en la opción de destinar precisamente a la Caritas diocesana las monedas que son lanzadas por quienes vienen a Roma en la Fontana di Trevi. Las palabras de ánimo de nuestro obispo, por lo tanto, encuentran apoyo en la respuesta de los sacerdotes en su diócesis. En resumen, estamos en camino. Y en el próximo mes de septiembre el Papa Francisco se encontrará con sus sacerdotes al comienzo del nuevo año diocesano.
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Fuente: Il Sismografo
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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