El plan pontificio para la reforma de la Iglesia en Irlanda
Ante la grave crisis de la Iglesia Católica en Irlanda, el Papa Benedicto XVI ya presentó su plan de reforma en su memorable Carta pastoral a los católicos de Irlanda, de marzo de 2010, en la que se refirió a la difícil situación actual y explicó los pasos para la urgente reforma interna que la Iglesia irlandesa necesita. Pero también se planea en el Vaticano, según informa Paolo Rodari en este artículo, una reforma en las estructuras, que llevará a la reducción del número de diócesis y a la aceptación de la renuncia de varios obispos.
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Twomey, ex-alumno de Benedicto XVI y docente en el seminario irlandés de Maynooth, propuso levantar de nuevo la imagen de la Iglesia devota de San Patricio, manchada por el problema de la pedofilia del clero, con una terapia de choque que preveía las dimisiones de todos los obispos nombrados antes del 2003 en cuanto culpables, en su opinión, de haber cubierto a los sacerdotes sin removerlos. Muchos lo tomaron por loco. Pero estaba el método. A partir de la fecha: el 2003, es decir, antes de que el entonces cardenal Ratzinger obtuviese de Juan Pablo II la concesión de algunas especiales facultades para ofrecer mayor flexibilidad en los procedimientos penales para los “graviora delicta”, entre las cuales el uso del proceso penal administrativo y el pedido de las dimisiones ex officio en los casos más graves.
“Es el único camino para garantizar la transparencia en el escándalo de la pedofilia”, explicó Twomey, ganándose diversas críticas provenientes más que nada de la misma jerarquía irlandesa, no ciertamente del pueblo. Y no ciertamente de Roma.
El silencio de la Santa Sede al respecto fue muy elocuente y hoy, a algunos meses de distancia, se comprende el motivo de ello. La “propuesta Twomey”, en efecto, ha sido puesta en práctica de hecho, con la decisión de dejar vacantes las sedes de las cuales, oficialmente por límite de edad o por problemas de salud, los obispos han renunciado. Hoy siete de las cerca de veinte diócesis de Irlanda (el último en dejar ha sido el obispo de Derry, Séamus Hegarty) están sin guía oficial, mientras que otras son gobernadas por administradores apostólicos, queridos por Roma para conducir las diócesis hacia la definitiva reestructuración que prevé también unificaciones entre diversas sedes.
Son dos los hombres clave sobre los cuales la Santa Sede apunta para reconstruir desde el principio el episcopado de Irlanda. El primero es monseñor Charles J. Brown (52 años), ayudante de estudio de la Congregación para la Doctrina de la Fe y secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional.
Según indiscreciones lanzadas también por el Irish Times (fuentes vaticanas han confirmado al Foglio la noticia) será llamado a Dublín como nuevo nuncio vaticano. El cargo está también vacante desde hace meses. El pasado verano, de hecho, después de que el primer ministro Enda Kenny, con informes del gobierno en la mano, acusó a los máximos vértices de la jerarquía católica de haber protegido a sacerdotes pedófilos en la diócesis de Cloyne, gobernada hasta el 2010 por el “secretario de tres Pontífices” John Magee, la Santa Sede llamó a Roma al nuncio, monseñor Giuseppe Leanza, para luego destinarlo a la República Checa.
La elección de Brown es significativa. Él, de hecho, aún no viniendo de la diplomacia de la Santa Sede, es persona conocida y estimada dentro de la Secretaría de Estado vaticana. Desde hace años trabaja en la Curia Romana, por diez años ha trabajado en estrecho contacto con Ratzinger en el ex-Santo Oficio. Además es de origen estadounidense y, por lo tanto, de lengua inglesa, sin ser un hombre del aparato irlandés. Ha estudiado Historia en la Universidad de Notre Dame. Se ha especializado luego en la Universidad de Oxford, Toronto y en el Pontificio Ateneo San Anselmo en Roma. Su nombramiento confirma la llegada de una nueva generación de estadounidenses a los puestos diplomáticos importantes. La cual tiene en el joven Peter Brian Wells, asesor para los Asuntos generales de la Secretaría de Estado, su exponente de peso.
Que Brown haya nacido en los Estados Unidos es una señal importante también por otro motivo. No se excluye que muchos de los nuevos obispos que Benedicto XVI nombrará en Irlanda vendrán precisamente de Estados Unidos. Esto tiene algo de sorprendente (es totalmente inusual que en Europa sean traídos al episcopado obispos de otros continentes) y permite entender cuán comprometida está la situación en el país.
Dice George Weigel, el biógrafo de Juan Pablo II, que la idea de llamar obispos de los Estados Unidos no es tan descabellada: “Actualmente Irlanda es tierra de misión como en un tiempo lo fue Estados Unidos. En 1921 un irlandés, Michael Joseph Curley, se convirtió en Arzobispo de Baltimore (Maryland) en un momento en que los prejuicios entre irlandeses y anti-católicos eran muy vivos. Por este motivo hoy no sería tan extraño que un obispo nacido en Los Ángeles y luego formado en Denver, o bien nacido en Nueva Orleáns y con estudios teológicos en Washington, atravesara el océano Atlántico con destino a Dublín”.
Y también: “Irlanda tiene necesidad de una reevangelización y, por lo tanto, de obispos que tengan dentro de sí el fuego del Evangelio. Hombres que puedan dar una respuesta cristiana convincente en medio del cinismo y la amargura”.
Además de Brown hay otra personalidad a la cual la Santa Sede mira desde hace tiempo. Es el único obispo que no debería ser afectado por la reestructuración que sigue la propuesta de Twomey.
Se trata del arzobispo de Dublín Diarmuid Martin (que ha realizado un largo servicio en la Curia Romana desde 1986 hasta 2001 como subsecretario y luego secretario de Justicia y Paz), entre los primeros en hacer propia la línea de mayor rigor del Papa. Martin ha hecho mucho, en los pasados meses, para distanciarse de sus hermanos en el episcopado.
Ha llegado incluso a convertirse en el “héroe” del New York Times. Ha sido Maureen Dowd, el pasado junio, a hacer conocida una conversación entre ella y Martin en la cual la columnista del periódico de New York llega a decir que “Martin, desde siempre de parte de las víctimas, es un outsider” de una jerarquía donde resaltan en negativo los nombres del cardenal Bernard Law,
ex-arzobispo de Boston que luego del estallido en su diócesis del problema pedofilia se trasladó a Roma para convertirse en arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, y de Angelo Sodano, el ex-secretario de Estado vaticano que “defendió al conocido pedófilo y padre de varios hijos Marcial Maciel Degollado”, fundador de los Legionarios de Cristo.
La tarea de Brown y de Martin no es sencilla. Contra el Vaticano y la idea del ajuste de la jerarquía resiste todavía con tenacidad una parte consistente del episcopado. En particular cuatro arzobispos, guiados por el cardenal Sean Brady, se oponen firmemente a toda modificación de los límites diocesanos.
Recientemente la Santa Sede dispuso que un comité ad hoc (en el que trabajan también algunos de los visitadores apostólicos enviados a Irlanda por el Papa en el 2010) se reuniese con el objetivo declarado de elaborar un plan que debería eliminar las diócesis más pequeñas, fijando un límite mínimo de cien mil católicos por diócesis. Este plan podría tener repercusiones directas sobre las diócesis de Cashel y Emly, , Ardagh y Clonmacnoise, Clogher, Clonfert, Dromore, Elphin, Killala, Kilmore, Ossory e Raphoe.
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Fuente: Palazzo Apostolico
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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2 comentarios
Primero Dios que se den los cambios necesario para purificar al catolicismo en Irlanda.
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