Benedicto XVI: “En 60 años casi todo cambió pero permaneció la fidelidad del Señor”
60 años de sacerdocio de Benedicto XVI
Este artículo de L’Osservatore Romano, que aquí ofrecemos en lengua española, presenta una síntesis de las palabras pronunciadas por el Papa Benedicto XVI durante el almuerzo ofrecido en su honor por el Colegio Cardenalicio en el 60º aniversario de su sacerdocio, así como el texto íntegro del discurso del Cardenal Decano.
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Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum, "¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!”: estas palabras del Salmo 133 fueron una realidad vivida para Benedicto XVI el viernes a la mañana, 1º de julio, en la Sala Ducal. Lo subrayó él mismo en el discurso a los cardenales presentes en el almuerzo ofrecido en su honor, con ocasión del 60º aniversario de ordenación sacerdotal. Un encuentro que para el Papa puso de relieve la belleza del estar juntos y del vivir juntos la alegría del sacerdocio, del ser llamados por el Señor.
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El Pontífice agradeció al decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, por las bellas, conmovedoras y confortantes palabras dirigidas en esta circunstancia y sobre todo por el don de cincuenta mil euros, que inmediatamente entregó en manos del cardenal vicario para la diócesis de Roma, Agostino Vallini, porque – explicó – de este modo el “estar juntos” se amplía a los pobres de la Urbe. De hecho, para Benedicto XVI estaban idealmente presentes en el almuerzo “aquellos pobres que tienen necesidad de nuestra ayuda y nuestra asistencia, de nuestro amor, que se realiza concretamente en la posibilidad de comer, de vivir bien; aquellos pobres de Roma, que son amados por el Señor”.
El Papa habló luego de la experiencia de la fraternidad como de una realidad interna al sacerdocio, porque uno nunca es ordenado solo sino que es insertado en un presbiterio, o como obispo en el colegio episcopal. “Por eso - agregó – esta es una hora de gratitud por la guía del Señor, por todo lo que Él me ha donado y perdonado en estos años, pero también un momento de memoria”. Y en este hacer memoria el Papa volvió con el pensamiento a 1951, cuando el mundo era totalmente distinto de hoy. Luego habló de su Alemania con las ciudades destruidas, la economía en el piso y una gran pobreza material y espiritual, que los alemanes enfrentaron con una fuerte energía y con la voluntad de reconstruir el país y de renovarlo sobre el fundamento de la fe cristiana.
Después de haber evocado los comienzos, vividos con gran entusiasmo y con alegría, el Papa habló luego del concilio Vaticano II, cuando todas las esperanzas parecían poder realizarse, y de la revolución cultural del ’68: años difíciles en los que la barca del Señor se llenaba de agua, corriendo el riesgo de hundirse, si bien el Señor – que parecía dormir – estaba presente y llevaba adelante la barca de Pedro. No podía faltar el recuerdo de los años de trabajo – definidos como inolvidables – durante el pontificado del beato Papa Juan Pablo II y luego la hora totalmente inesperada del 19 de abril de 2005, cuando el Señor llamó a Joseph Ratzinger a la sede de Pedro. “En estos sesenta años – dijo al respecto – casi todo cambió, pero permaneció la fidelidad del Señor: Él es el mismo ayer, hoy y siempre”. Y es por esto que el momento de la memoria y de la gratitud es, para Benedicto XVI, también el momento de la esperanza. “Con su ayuda – concluyó – sigamos adelante”.
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Precedentemente, el cardenal Sodano había dirigido al Papa el siguiente saludo en nombre del Colegio Cardenalicio:
Santidad, ¡venerado y amado Sucesor de Pedro! Con ocasión de sus primeros cincuenta años de vida, usted nos había dejado un libro de recuerdos, hablándonos, entre otras cosas, de la alegría que sintió en el día de su ordenación presbiteral, en aquel lejano 29 de junio de 1951.
Usted había escrito luego que precisamente en el momento en que el fallecido cardenal Faulhaber le imponía las manos, un pajarillo, tal vez una alondra, se elevó desde el altar mayor de la catedral, haciendo resonar su canto gozoso.
Hoy, en esta Sala Ducal, nosotros quisiéramos también hacer resonar un bello canto, como el de la alondra de 60 años atrás, pero no somos capaces, sin embargo le repetimos aquellas palabras que entonces le parecieron ser susurradas desde lo alto: “¡Está bien así, estás en el camino correcto!”.
Al canto hemos renunciado, ¡a causa de nuestra edad no juvenil! No renunciamos, sin embargo, a repetirle aquellas palabras que le parecieron llegar de lo alto: “¡Está bien así, estás en el camino correcto!”.
Santidad, en esta etapa importante de su vida los miembros del Colegio Cardenalicio residentes en la Curia y algunos amigos que se han asociado a nosotros se reúnen en torno a usted, agradeciendo al Señor por el abundante bien que le ha concedido sembrar en el vasto campo de la Iglesia, agricultura Dei (1 Cor 3, 9).
En realidad, a la meta de los 60 años de sacerdocio han llegado pocos de sus Predecesores en la Cátedra de Pedro. El único caso cercano a nosotros es el del Papa León XIII, que pudo celebrar su 60º aniversario de presbiterado en 1897, a la edad de 87 años. En aquella fausta circunstancia, los Cardenales de entonces le regalaron un reloj de péndulo con la siguiente escritura latina: tibi sonet nisi serenas, ¡que te suene sólo en las horas serenas! Está todavía en el Palacio Apostólico, en una esquina de una oficina, lo podéis comprobar. Nosotros hoy queremos también desearle, Santo Padre, horas serenas, ¡con voz aún más resonante que el reloj de péndulo de León XIII!
Conociendo su sensibilidad pastoral hacia su querida diócesis de Roma, en acuerdo con algunos cardenales, he pensado proponer a los hermanos hacerle un regalo distinto, y los cardenales han aceptado entonces ofrecerle un óbolo para los pobres de Roma, considerando las urgentes necesidades de tantos romanos así como de los numerosos inmigrantes y refugiados.
Con este mismo espíritu de participación en su solicitud pastoral, el Colegio cardenalicio quiso también ofrecer un almuerzo a doscientos pobres de Roma, precisamente en la fiesta de San Pedro, por iniciativa del Colegio cardenalicio y del Círculo San Pedro, precisamente para honrar a Vuestra Santidad en el 60º aniversario de sacerdocio. Algunos de estos afortunados invitados nos han escrito una nota de agradecimiento que hice ver a Su Santidad en su escritura original, y también en algún caso infantil. Por ejemplo, hay uno que escribe en español, es una persona peruana que cuida enfermos, y otro que escribe: “A Su Santidad, el Papa que es Padre: quisiera agradecerle por el almuerzo que nos ha ofrecido a mí y a mi familia, esperando su felicidad y serenidad y crecimiento cristiano. Con devoción y respeto. Claudio”. Sentimos, por lo tanto, que la familia de Roma está toda unida, ricos y pobres, sacerdotes y fieles, en torno al Papa. El drama de la pobreza de Roma es conocido por todos nosotros.
En el momento de la unificación de Italia, 150 años atrás, Roma tenía 170.000 habitantes, según las estadísticas. Hoy la diócesis de Roma llega a casi tres millones de habitantes, mientras la gran Roma supera los cuatro millones. Y los pobres están siempre con nosotros.
Frente a tal realidad, la Iglesia de Roma quiere ser, hoy más que nunca, la Iglesia de la caridad. Y nosotros cardenales, incardinados en la Iglesia de Roma, somos partícipes de su solicitud paternal. Y con un modesto óbolo queremos contribuir a esta importante obra y le remitimos, por lo tanto, un cheque de 50.000 euros, recogidos en estos días entre nosotros, que Vuestra Santidad podrá destinar como mejor le parezca.
Santidad, siéntanos siempre cercanos a usted, sobre todo en este bello día, mientras nosotros le decimos a coro: ad multos annos, ad multos felicísimos annos!
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Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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