Monseñor Walker Nickless y la Liturgia
El Obispo de Sioux City, Walker Nickless, ha publicado una Carta Pastoral, llamada “Ecclesia Semper Reformanda”. En el blog del Padre Z se destacan los puntos más importantes, de los cuales ofrecemos nuestra traducción.
Para ver la Carta completa, en inglés.
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Nos hallamos ahora a cuarenta años de la clausura del Concilio. Aún quedan muchas preguntas por hacer y por responder. ¿Hemos comprendido el Concilio dentro del contexto de la entera historia de la Iglesia? ¿Hemos comprendido bien los documentos? ¿Los hemos hecho propios e implementado verdaderamente? ¿Es el estado actual de la Iglesia lo que el Concilio buscaba? ¿Qué salió bien? ¿Qué salió mal? ¿Dónde está el “nuevo Pentecostés” prometido?
Hermanos y hermanas míos, diré esto claramente. La “hermenéutica de la discontinuidad” es una falsa interpretación e implementación del Concilio y de la fe católica. Enfatiza el “compromiso con el mundo” hasta la exclusión del depósito de la fe. Esto ha causado estragos en la Iglesia, desmantelando sistemáticamente la fe católica para agradar al mundo, aguando lo que es distintivamente católico, e irónicamente haciéndolo completamente irrelevante e impotente para la misión de la Iglesia en el mundo. La Iglesia que busca simplemente lo que funciona o es “útil”, al final, se transforma en inútil.
Nuestra necesidad urgente en este tiempo es recuperar y fortalecer nuestra comprensión del depósito de la fe. Debemos tener una identidad y cultura distintivas como católicos, si vamos a comunicar el Evangelio efectivamente a los hombres de hoy y de nuestra diócesis. Ésta es nuestra misión. Observen que esta misión es doble, como fue el propósito del Concilio Vaticano Segundo. Se dirige a nosotros mismos dentro de la Iglesia (ad intra), y al mundo (ad extra). Lo primero es primario y necesario para lo segundo; lo segundo brota de lo primero. Es por esto que no hemos tenido el éxito que debiéramos haber tenido en llevar el mundo a Jesucristo y a Jesucristo al mundo. No podemos dar lo que no tenemos, no podemos cumplir nuestra misión de evangelizar si nosotros mismos no estamos evangelizados.
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Monseñor Walker Nickless señala, en este contexto, cinco prioridades pastorales:
1. Debemos renovar nuestra reverencia, amor, adoración y devoción al Santísimo Sacramento, dentro y fuera de la Misa. Una renovación de la espiritualidad eucarística necesariamente supone una continuada implementación de la reforma de la liturgia como la enseña autorizadamente el Magisterio de la Iglesia, la promoción de la Adoración Eucarística fuera de la Misa, la recepción regular del Sacramento de la Reconciliación y la devoción a la Santísima Virgen María, Madre de la Eucaristía y nuestra Madre.
2. Debemos fortalecer la catequesis en todos los niveles, comenzando con y enfocándonos en los adultos. Si nosotros, que se supone seamos maduros en la fe no conocemos la fe católica bien, ¿cómo podemos vivirla e impartirla a nuestros niños y a las futuras generaciones de católicos?
3. Las primeras dos prioridades pastorales – la renovación de la espiritualidad eucarística y la catequesis – fomentarán familias fieles que son el fundamento de la Iglesia y de la sociedad. Somos llamados a proteger, desarrollar y fomentar familias santas entre nosotros, sin las cuales la Iglesia y el mundo perecen.
4. Si renovamos la Eucaristía, la catequesis y la vida familiar de nuestra diócesis, simultáneamente estaremos fomentando una cultura donde los jóvenes puedan responder más fácilmente a los llamados radicales del sacerdocio ministerial y de la vida consagrada.
5. Debemos reconocer y abrazar el carácter misionero de la fe católica y la vocación de todos los católicos a ser, no sólo discípulos, sino también apóstoles.
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Sobre cada una de estas prioridades, el Obispo de Sioux City escribe un comentario. Acerca de la prioridad número uno, relativa a la espiritualidad eucarística, dice entre otras cosas:
Todo lo que hacemos y somos debiera brotar de nuestra participación en la Eucaristía y llevarnos nuevamente a ella. Es absolutamente central a nuestra identidad y fe como católicos. Nos permite comprometernos en nuestra misión. Sin una adecuada reverencia, amor, adoración y devoción a la Eucaristía y a la Liturgia estamos perdidos.
Cuando damos culto a Dios de esta forma, Él nos santifica, es decir, nos hace santos. Ésta es el segundo fin de la Liturgia.
Dado que, en la Liturgia de la Iglesia, encontramos a Dios en una forma única, el modo en que damos culto – los ritos externos, los gestos, los vasos sagrados, la música, el edificio mismo – debería reflejar la grandeza de la Liturgia Celestial. La Liturgia es mística, es nuestro misterioso encuentro con el Dios trascendente, que viene a santificarnos por medio del Sacrificio de Cristo hecho presente en la Eucaristía y recibido en la Santa Comunión. Debería irradiar la verdad y la bondad celestiales. Este resplandor, este esplendor de la verdad, es la belleza.
Nuestra liturgia debería irradiar verdadera belleza, reflejando la belleza de Dios mismo y de lo que Él hace por nosotros en Cristo Jesús. Debería elevar nuestra alma – en primer lugar a través del intelecto y de la voluntad, pero también por medio de nuestros sentidos y emociones – para adorar a Dios, ya que estamos teniendo parte en el culto eterno del Cielo. En este valle de lágrimas, la Liturgia debería ser las estrella polar, un lugar de maravilla y consuelo en el día a día de nuestras vidas, un lugar de luz y de elevada belleza, más allá del alcance de las sombras mundanas. Muchas personas entran en contacto con la Iglesia, y a veces con la oración y con Dios, sólo a través de la Misa dominical. ¿Acaso no deberíamos ofrecer una experiencia de belleza y trascendencia, convincentemente distinta de nuestras vidas diarias? ¿No debería ser cada faceta de nuestra ofrenda proporcionada a la realidad divina?
Es imperativo que recuperemos este asombro, recogimiento, reverencia y amor por la Liturgia y la Eucaristía. Para hacerlo, debemos sentir y pensar con la Iglesia entera en “reformar la reforma” del Concilio Vaticano Segundo. Debemos aceptar e implementar la corriente vigente de documentos litúrgicos magisteriales emanados de la Santa Sede: Liturgiam Authenticam (2001), la tercera Editio Typica del Misal Romano, con su nueva Instrucción General (2002), el Directorio sobre Piedad Popular y Liturgia (2002), Ecclesia de Eucharistia (2003), Spiritus et Sponsa (2003), Redemptionis Sacramentum (2004), Sacramentum Caritatis (2007), y Summorum Pontificum (2007).
Parece que no todo está bien con la Liturgia, y la Iglesia está tratando de ayudarnos. El péndulo oscila, la hermenéutica de la discontinuidad y las divisiones dentro de nuestra Iglesia se han visto y sentido en la Liturgia más que en ningún otro lugar.
La participación activa no excluye la activa pasividad del silencio, la quietud, el escuchar: de hecho, la demanda. Los que dan culto no son pasivos, por ejemplo, cuando escuchan las lecturas o la homilía, o cuando siguen las oraciones del celebrante y los cantos y música de la Liturgia. Éstas son experiencias de silencio y quietud, pero son, a su manera, profundamente activas.
La participación activa demanda que la comunidad entera sea adecuadamente instruida en los misterios de la Liturgia, de lo contrario la experiencia del culto degenera en una forma de ritualismo. Pero esto no significa un constante intento, dentro de la Liturgia misma, de hacer explícito lo implícito, dado que esto a menudo conduce a una verbosidad e informalidad que son ajenas al rito romano, y que terminan trivializando el acto de culto. Tampoco significa la supresión de toda experiencia subconsciente, experiencia vital en una liturgia que abunda en símbolos que hablan tanto a lo subconsciente como a lo consciente. El uso del vernáculo ciertamente ha abierto los tesoros de la Liturgia a todos los que toman parte en ella, pero esto no significa que la lengua latina, y especialmente los cantos tan magníficamente adaptados al genio del Rito Romano, deban ser completamente abandonados. Si se ignora la experiencia subconsciente en el culto, se crea un vacío afectivo y devocional, y la Liturgia puede transformarse en algo no sólo demasiado verbal, sino también demasiado cerebral.
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Fuente: What Does The Prayer Really Say?
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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3 comentarios
Ejemplo 1 - Yo soy el primer admirador y disfrutador de la polifonía desde Machaut hasta Victoria, pero en mi salón de casa, NO en la Iglesia. ¿Por qué? Porque el que te pongan una missa de Victoria, Haydn o Bruckner es sin duda un elemento estético muyimportante que contribuye a la "solemnidad", PERO no se pueden poner estos elementos por encima de que el pueblo CANTE EL ORDINARIO. Por tanto, primer modo inadecuado de limitar la participación activa.
Ejemplo 2 - Limitar actividad y protagonismo del sacerdote. En este sentido la cuestión es más de gestos: que no haga él las tres lecturas, que la homilía se de desde un lugar diferente al de la lectura del Evangelio (¿cuántos púlpitos se han tirado a la basura en España?), que se celebre ad orientem (que no nos interesa su cara), que la homilía se ajuste a las Lecturas (y no a la creatividad personal) y que se vuelva al silencio en el canon.
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