Al rescate de Europa
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Por Francesco
La visita que el Papa realizó a la República Checa, además de ser una nueva expresión del ejercicio de su ministerio en favor del “pequeño rebaño” que allí peregrina, ha sido un nuevo intento de rescatar a Europa de aquella “singular forma de apostasía de sí misma, antes que de Dios”, ya denunciada por el Pontífice hace dos años.
El viaje, largamente esperado tanto por el Obispo de Roma como por el pueblo checo, se presentaba desde sus inicios como un auténtico desafío. República Checa es, de hecho, un país de tradición cristiana que actualmente, y luego de haber padecido la dictadura comunista, se ha convertido en la región de Europa con la tasa más alta de ateísmo, donde el catolicismo ha quedado reducido a un pequeño número y donde se registra una bajísima participación en la Santa Misa dominical. A lo cual se suman las delicadas relaciones con los sucesivos gobiernos del post-comunismo que dificultan los procesos para devolver a la Iglesia lo que se le ha robado durante los difíciles años de la cortina de hierro (por ejemplo, la magnífica Catedral de San Vito). Este difícil panorama es confirmado por unas dolorosas declaraciones del Cardenal Arzobispo de Praga, de 77 años y cercano a dejar el cargo, en las cuales afirmó haber fracasado en su misión: “Durante los 20 años pasados en Praga, no he logrado alcanzar casi nada a nivel eclesiástico y tampoco a nivel político”.
A este país, corazón de Europa y dramático reflejo del continente que “parece haber emprendido un camino que lo podría llevar a despedirse de la historia” (cfr. Discurso del Papa en el 50º Aniversario de los Tratados de Roma), es adonde el Santo Padre ha llevado un fuerte mensaje sobre la auténtica libertad que “no es libertinaje, arbitrariedad, sino que está unida y condicionada por los grandes valores de la verdad, el amor, la solidaridad y el bien en general”. Así lo dijo a los periodistas en el avión que lo llevaba a Praga.
En la ceremonia de bienvenida, el Obispo de Roma se refirió al período comunista afirmando que “una tragedia particular para esta tierra fue el intento despiadado por parte del Gobierno de aquel tiempo de silenciar la voz de la Iglesia” y, al mismo tiempo, llamó a los actuales ciudadanos a que redescubran las raíces cristianas que han plasmado su cultura y a que hagan oír su voz frente a los desafíos del tercer milenio ya que “la verdad del Evangelio es indispensable para una sociedad próspera”. Al visitar al Niño Jesús de Praga, en la Iglesia de Santa María de la Victoria, el Vicario de Cristo elevó una oración por las familias y por los niños y recordó que “todo ser humano es hijo de Dios y por lo tanto hermano nuestro y, como tal, debe ser acogido y respetado”, añadiendo en la plegaria: “¡Que nuestra sociedad comprenda esta realidad!”.
Un momento particularmente importante fue el encuentro que el Santo Padre mantuvo con las autoridades civiles y diplomáticas de la República Checa. Allí, el Papa volvió al tema de la libertad recordando que ésta “presupone la búsqueda de la verdad —del verdadero bien— y, por lo tanto, encuentra su realización precisamente en conocer y hacer lo que es recto y justo” y, dando un paso más, afirmó que “para los cristianos la verdad tiene un nombre: Dios; y el bien tiene un rostro: Jesucristo”. A una sociedad que se declara mayoritariamente atea, el Sucesor de Pedro invitó a mirar la belleza de las iglesias, del castillo, de las plazas y de los puentes, una belleza que manifiesta fe, asegurando que “sería trágico que se admiraran tales ejemplos de belleza, pero ignorando el misterio trascendente que indican”. Luego de recordar que, como indica el lema de la República (“Veritas vincit”), realmente la verdad vence, se preguntó: “¿qué es más inhumano y destructivo que el cinismo, que quisiera negar la grandeza de nuestra búsqueda de la verdad, y que el relativismo, que corroe los valores mismos que sostienen la construcción de un mundo unido y fraterno?”.
El Papa quiso centrar su discurso durante el encuentro ecuménico en la importancia única del cristianismo para el momento actual de Europa, afirmando que “quienes fijan la mirada en Jesús de Nazaret con ojos de fe saben que Dios ofrece una realidad más profunda y, sin embargo, inseparable de la economía de la caridad operante en este: Él ofrece la salvación”. Y dado que “cuando Europa escucha la historia del cristianismo, escucha su propia historia”, se comprende “por qué los cristianos tienen el deber de unirse a otros para recordar a Europa sus raíces”. Por otra parte, el encuentro con el mundo académico, donde casi tres cuartos de los oyentes se declaran agnósticos o ateos, se caracterizó por una gran atención y respeto a las palabras de quien “ha sido profesor, atento al derecho de la libertad académica y a la responsabilidad en el uso auténtico de la razón, y ahora es el Papa quien, en su papel de Pastor, es reconocido como voz autorizada para la reflexión ética de la humanidad”, como se presentó a sí mismo el Pontífice. La acogida cordial brindada al Papa, diría luego el Profesor Giovanni Maria Vian (Director de L’Osservatore Romano), recordó, por contraste, “el episodio de intolerancia que obligó al Papa a renunciar a la visita a la universidad romana de La Sapienza”.
Los encuentros con la comunidad católica del país fueron un llamado a la esperanza y a la unión con Jesucristo. Al celebrar las Vísperas en la Catedral de San Vito, durante el primer día de su visita, el Pontífice trazó un diagnóstico de la realidad al afirmar que “la sociedad lleva todavía las heridas causadas por la ideología atea, y a menudo se siente fascinada por la mentalidad moderna del consumismo hedonista, con una peligrosa crisis de valores humanos y religiosos, y la deriva de un creciente relativismo ético y cultural”. En este contexto, el Papa quiso recordar que “sólo el conocimiento personal y la unión profunda con Cristo proporcionan la energía espiritual para realizar plenamente la vocación cristiana”. “Cristo es para todos”, dijo Benedicto XVI en el corazón de su discurso, provocando la ovación de todos los presentes. Al celebrar la Santa Misa en Brno, en la primera visita de un Papa a esta ciudad, afirmó que “sólo Cristo puede ser nuestra esperanza cierta” en el contexto actual de una sociedad “donde muchas formas de pobreza nacen del aislamiento, de no ser amados, del rechazo de Dios y de una originaria y trágica cerrazón del hombre que piensa que puede bastarse a sí mismo, o que es sólo un hecho insignificante y pasajero”.
El 28 de septiembre, memoria litúrgica de San Wenceslao y fiesta nacional de la República Checa, el Santo Padre celebró la Santa Misa en el lugar del martirio del santo. En su homilía, se refirió a la actualidad de la santidad preguntando: “¿en nuestros días la santidad es aún actual? ¿No es más bien un tema poco atrayente e importante? ¿No se buscan hoy más el éxito y la gloria de los hombres? ¿Cuánto dura, sin embargo, y cuanto vale el éxito terrenal?”. Para responder, el Papa acudió a los ejemplos de la historia reciente de Europa y afirmó que “el siglo pasado ha visto caer a no pocos poderosos, que parecían haber alcanzado alturas casi inalcanzables. De repente se encontraron privados de su poder” ya que “quien negaba y sigue negando a Dios y, en consecuencia, no respeta al hombre, parece tener la vida fácil y conseguir un éxito material. Pero basta rascar la superficie para constatar que, en estas personas, hay tristeza e insatisfacción”. En este contexto, el Papa animó al pueblo checo a la santidad, recordando que se necesitan personas “creyentes y creíbles” y que “no basta con parecer buenos y honrados, hay que serlo realmente”. “Bueno y honrado – concluyó Benedicto XVI – es aquel que no cubre con su yo la luz de Dios, que no se pone delante a sí mismo sino que deja transparentar a Dios”.
Finalizada la Santa Misa, el Papa dirigió un mensaje a los jóvenes, que estaban particularmente invitados a la celebración. Luego de agradecerles por haber acudido en gran número a la cita con el Vicario de Cristo (“¡Con vosotros también el Papa se siente joven!” dijo el Pontífice al inicio de sus palabras), los invitó a mirar la experiencia y la enseñanza de San Agustín, que “descubrió que sólo Jesucristo era la respuesta satisfactoria al deseo, suyo y de cada hombre, de una vida feliz, llena de significado y de valor”. El Papa resumió la fe cristiana precisamente en “el encuentro con Cristo, Persona viva que da a la vida un nuevo horizonte y con ello la dirección decisiva”. Luego de decirles, una vez más, que los jóvenes son la esperanza de la Iglesia y de invitarlos a “la gran reunión de los jóvenes con Cristo en la Iglesia”, en Madrid, para la Jornada Mundial de la Juventud del 2011, Benedicto XVI enumeró lo que quería pedir a los jóvenes: “que viváis con alegría y entusiasmo vuestra fe; que crezcáis en unidad entre vosotros y con Cristo; que recéis y que seáis asiduos en la práctica de los sacramentos, en particular de la Eucaristía y de la Confesión; que cuidéis vuestra formación cristiana permaneciendo siempre dóciles a las enseñanzas de vuestros Pastores”.
En la ceremonia de despedida, el Papa evocó una frase del escritor Franz Kafka (“Quien mantiene la capacidad de ver la belleza no envejece nunca”) y afirmó que “si nuestro ojos permanecen abiertos a la belleza de la creación de Dios y nuestras mentes a la belleza de su verdad, entonces podremos verdaderamente esperar seguir siendo jóvenes y construir un mundo que refleje algo de la belleza divina”. El Presidente de la República, a su vez, agradeció al Papa por haber llevado al pueblo checo una nueva esperanza. “Su gran fe, su valentía al expresar posiciones que no son siempre políticamente correctas y compartidas por todos, su compromiso a favor del respeto de las ideas y de los principios fundamentales de nuestra cultura y de la cristiandad, están aquí para darnos a todos un ejemplo y para animarnos”, dijo el Presidente.
En resumen, la visita del Santo Padre a la República Checa fue un nuevo llamado a todo el continente europeo para que redescubra y revalorice sus profundas raíces cristianas. El viaje ha sido, sin lugar a dudas, un importante evento que producirá sus frutos. Prueba de ello es que los enemigos de la Iglesia, siempre atentos en oscurecer y tergiversar las magníficas intervenciones del Sucesor de Pedro, no han podido lograr absolutamente nada a pesar de sus pobres intentos (que, ciertamente, no han faltado) de crear polémicas artificiales. “Los ecos de la visita entre los fieles son verdaderamente positivos. Me parece que esta visita ha tenido un profundo efecto en la situación y en la posición de la Iglesia en nuestra sociedad”, ha afirmado el Cardenal Vlk en una entrevista con Radio Vaticano. “Puedo afirmar – en la convicción de que no se trata sólo de una opinión personal – que su visita fue un éxito y tendrá un efecto duradero”, dijo el Presidente Klaus en la ceremonia de despedida. “Ha sido una visita extraordinaria”, fue el balance final del mismo Santo Padre, pocas horas antes de emprender el vuelo hacia Roma.
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