25.05.22

Aborto, esclavitud y revolución sexual

Vuelve el aborto a la primera plana del debate público. La filtración de la posible sentencia del Supremo estadounidense revirtiendo Roe vs. Wade y, en nuestro país, la reforma de la ley 2/2010 sobre salud sexual y reproductiva, la conocida como «ley del aborto», son responsables de este «revival». Y digo «revival», ese término para designar la recuperación de melodías antiguas, porque la mayoría de los argumentos que se oyen entre quienes defienden el aborto parecen sacados de una tele en blanco y negro. Son básicamente los mismos eslóganes de hace medio siglo: «nosotras parimos, nosotras decidimos», «mi cuerpo, mi decisión».

Son eslóganes simplones pero efectistas, lo reconozco, ¿pero de verdad no se han parado a pensar en ellos? ¿Cómo se puede seguir insistiendo en que con tu cuerpo haces lo que quieres cuando es evidente que lo que está en juego con el aborto no se trata de tu cuerpo, sino del cuerpo de otro ser humano? No es tu cuerpo, es el cuerpo de tu hija (o hijo), ese que hoy en día podemos ver con un detalle asombroso a través de sofisticadas ecografías, ese sobre el que podemos hacer diagnósticos (y si, por ejemplo, es síndrome de down, eso no significa que tú lo seas… por la sencilla razón de que es un cuerpo diferente del tuyo), ese que incluso podemos operar cuando aún está en el útero (y ene se caso tampoco te estamos operando a ti). Por no hablar de las investigaciones sobre el momento a partir del que el feto puede experimentar dolor, que tú no sientes y que cada vez se fija en estadios más tempranos. No, no tienes dos corazones, porque aquel latido corresponde a otro cuerpo, el de tu hija (o hijo). No, cuando expulsas a tu hija (o a tu hijo), tu cuerpo no queda incompleto, porque lo que has expulsado es otro cuerpo. Que tengamos que seguir señalando, después de tantos años, lo obvio y evidente arroja, permítanme confesárselo, una espesa sombra sobre la capacidad de raciocinio de nuestra especie.

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19.05.22

Pistoletazo de salida a la quijotesca aventura de publicar todo De Lubac

Henry de Lubac

Ediciones Encuentro parece tener una tendencia, rayana en lo suicida, para emprender proyectos editoriales que, desde fuera, se nos antojan titánicos y de complicada rentabilidad. Dios les bendiga por ello.

Cuando en su día anunciaron el lanzamiento, en colaboración con el Club Chesterton de la Universidad CEU San Pablo, de una colección que recogerá todos los artículos de Chesterton publicados en The Illustrated London News (entre 1905 y 1936, que se dice pronto), aquello me pareció un notición, una tarea titánica pero de aquellas que hacen sentirse orgulloso a un editor (y de paso que enriquecen, de verdad, la cultura de un pueblo). Ya llevan 4 excelentes volúmenes y hemos llegado a 1909, por lo que si aún no lo han hecho, están a tiempo de subirse al barco.

No contentos con este proyecto, ahora nos sorprenden con el anuncio de la publicación de las obras completas de Henri de Lubac, otra tarea propia de otros tiempos y que, sin lugar a dudas, será un hito en el ámbito de la teología.

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10.05.22

Niños apocalípticos, o la confirmación de que Chesterton tenía razón

Niños apocalípticos, el último libro de José Mª Contreras Espuny, es brillante. Un hilarante fresco costumbrista salpicado de profundas, pero nunca pedantes, reflexiones. Es precisamente aquí donde se encuentra la única crítica que creo poder lanzar contra esta obra y que habrá causado importantes dolores de cabeza a muchos libreros: ¿dónde ubicarla? ¿a qué género pertenece? Porque uno encuentra en ella ecos de Larra, de Waugh, de Dickens (el autor, Matilde, su familia, se van convirtiendo en una especie de nuevos Samuel Pickwick o Sam Weller) y sabe, a ciencia cierta, que ha disfrutado mucho con la lectura de cada una de las estampas que recoge el libro, pero sabe, también, que es difícil encajarlo en uno de los apartados estancos en los que acostumbramos a clasificar la literatura.

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5.04.22

Una magistrada en el Supremo USA para impedir nuevos avances conservadores

Los demócratas no quieren arriesgarse a que el magistrado del Supremo Stephen Breyer, que ya tiene 83 años, se muera en un futuro, bajo presidencia republicana. Demasiado riesgo, así que le han animado a dimitir ahora para así darle la oportunidad a Biden de, al menos, no alterar el equilibrio de fuerzas en el Tribunal Supremo. La elegida por Joe Biden para ocupar el asiento de Breyer, y tal y como ya anunció, es una jueza negra de 51 años, Ketanji Brown Jackson, que confirma que los demócratas están abonados a las políticas de la identidad y al neorracismo woke, ése que ha tirado por la borda aquello de Martin Luther King de ser ciegos al color de la piel y recupera el juicio previo basado en la raza.

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11.03.22

Unos Padres de la Iglesia muy vivos de la mano de Newman

Ediciones Encuentro sigue publicando a Newman, lo que siempre es una gran noticia. Si está cansado de gritos, descalificaciones y juicios precipitados e insolventes, Newman es su refugio. Porque el santo inglés es exactamente lo contrario: sólido, erudito, preciso, y al mismo tiempo apasionante. No lo vamos a negar: a veces no es precisamente una lectura ligera y exige una atención que en nuestros tiempos, cuando la lectura se ve constantemente interrumpida por el enésimo whastapp, no es frecuente.

Pero tranquilos, porque este La Iglesia de los Padres está al alcance de (casi) todo el mundo. En realidad, este libro, escrito en la misma época que Los arrianos del siglo IV, recoge una serie de textos, mucho más divulgativos, sobre diferentes figuras, Padres de la Iglesia que fueron decisivos para la Iglesia entre los siglos III y V. Estos textos fueron publicados por Newman bajo el título de Historical Sketches y estaban dirigidos a un público que quería conocer por primera vez el fascinante y turbulento mundo de los primeros siglos del cristianismo. Han pasado ya unos años desde entonces pero el libro sigue siendo una manera magnífica de entrar en contacto con los Padres de la Iglesia, que lejos de presentarse de un modo académico e inaccesible se nos hacen muy cercanos. No estamos aquí ante un tratado de teología, sino ante unos retratos, unos perfiles biográficos muchas veces cruzados, en los que aparece todo el contexto en que vivían estos personajes, contexto de disputas teológicas, eclesiásticas, pero también políticas e incluso aquellos aspectos más cotidianos de la vida.

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