2.09.19

Transhumanismo: Hautebert traza una documentada y convincente genealogía de una aterradora revolución antropológica

El libro sobre el transhumanismo que firma Joël Hautebert es altamente recomendable para quien quiera comprender a fondo esta ideología que cada vez más da forma a nuestro tiempo.

A lo largo del libro se van desgranando los aspectos, más o menos explícitos, de esta ideología y de las diversas corrientes que la conforman, con sus diversos matices. Pero lo mejor de esta obra, lo que la convierte en un valioso documento, es la capacidad de Hautebert para trazar la genealogía del transhumanismo.

Con resultados interesantísimos: ni el transhumanismo es tan novedoso (Francis Bacon ya hablaba del hombre como máquina, de la tecnología como medio para mejorar la especie humana y del hombre que se construye a sí mismo) ni aparece de la nada. Al contrario, Hautebert traza con precisión y erudición un panorama que demuestra que el transhumanismo no es más que una etapa lógica más en el despliegue de las ideas que han conformado la modernidad y la posmodernidad.

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29.07.19

Marx, Martin y Longenecker sobre las mujeres dando sermones en misa

Por un lado el cardenal Marx, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, declaraba lo siguiente: «¿Solo el sacerdote puede predicar la homilía? Es necesario evolucionar». En un primer momento pensé que sería la reacción del cardenal Marx a los catastróficos datos de la Iglesia en Alemania (justo el día antes había aparecido la noticia de que «el número de personas que abandonaron la Iglesia Católica en Alemania aumenta dramáticamente: 216.078 personas, casi un 30% más que año anterior (167.504) y la segunda mayor caída desde el final de la Segunda Guerra Mundial (en 2014 fueron 217.716)». Uno ya casi no se sorprende ante nada, ni siquiera ante cardenales que creen que poner a no sé quién a dar sermones insuflará nueva vitalidad a la Iglesia.

Pronto me percaté de que no era una ocurrencia del cardenal Marx, sino de que sus declaraciones eran parte de una campaña bien orquestada, liderada por la revista de los jesuitas en Estados Unidos, America, y el P. James Martin, S.J., que ahora se dedican a promover que las mujeres prediquen las homilías en la Santa Misa.

Qué cansino, qué banal, qué penoso es todo esto. Y cómo se parecen a aquellos cristianos, mundanos e incapaces, que entre gritos de júbilo van aceptando las propuestas con las que el Anticristo los seduce en el espléndido y cada vez más profético Relato del Anticristo de Vladimir Soloviev. Confieso que estas campañas, a estas alturas, me producen tal repulsión que evito entrar en detalles. Había descartado, pues, dedicarle más tiempo a algo que me produce un hondo malestar.

Pero entonces apareció el artículo de Longenecker sobre Jame Martin. Y lo leí. Y una vez más me pareció esclarecedor y pensé que sería bueno compartirlo con ustedes. Para ponerles en contexto, el P. James Martin S.J. había lanzado dos tuits, a propósito del artículo publicado en la revista America en la que una mujer llamada Jean Molesky-Poz explicaba cómo solía predicar las homilías en la misa hasta que se lo prohibieran y hacía las siguientes afirmaciones al respecto:

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24.07.19

12 + 2 libros recomendados

Tengo la costumbre de apuntar unas muy breves impresiones de los libros que voy leyendo en una libreta. También acostumbro a revisarlas al acabar el curso, justo antes de irme de vacaciones. Así que voy a compartirles los libros que más me han gustado de entre los leídos este año, por si puede darles alguna idea. Me han salido 12, más dos rarezas que sólo recomiendo a gente un poco especial.

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11.07.19

Longenecker sobre los argumentos para ordenar a hombres casados en la Amazonia

Suelo leer lo que escribe el P. Dwight Longenecker y acostumbro a encontrar buen criterio y orientaciones en sus aportaciones. Es ortodoxo, sensato y realista. Es, además de sacerdote, padre de familia: tras ser educado en el cinturón bíblico estadounidense, se convirtió en «sacerdote» anglicano para, estando ya casado y con hijos, ser admitido y ordenado sacerdote en la Iglesia católica.

Longenecker, que ya ha comentado en más de una ocasión su extrañeza porque, en el actual debate sobre la ordenación de hombres casados a propósito del Sínodo de la Amazonia, nunca pregunten a los sacerdotes católicos latinos que ya están casados, como es su caso, acaba de escribir en su blog una serie de reflexiones que me han vuelto a orientar y que, por ello, comparto con ustedes:

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28.06.19

El general de la Cristiada, Gorostieta, no era como creíamos, no fue masón sino devoto católico

General Gorostieta

Ha saltado la sorpresa y ha sido Marco Respinti quien ha avisado. Nos referimos a la figura del general Gorostieta, el general cristero que con tanta brillantez dirigió a las tropas cristeras en su guerra macabaica contra el tirano Plutarco Elías Calles, perseguidor de la Iglesia.

Siempre habíamos creído que Gorostieta no era especialmente devoto, incluso habría ingresado en la masonería, pero se unió a los cristeros y el trato con sus hombres le fue transformando, al mostrarle la fe encarnada en las vidas de aquellos heroicos y generosos hombres que tomaron las armas para defender a Dios y a la Iglesia. Hasta llevarlo a morir con ellos.

Es lo que leímos en la obra pionera del historiador francés Jean Meyer, La Cristiada, y es también lo que refleja la película en la que Gorostieta es interpretado por Andy García.

Pero ahora es el propio Meyer el que desmiente su propia versión y nos da una imagen muy distinta de la que hasta ahora teníamos de Enrique Gorostieta.

En un artículo publicado recientemente en El Universal, Meyer empieza preguntándose quién era Gorostieta. Nos recuerda que era hijo de un ministro de Porfirio Díaz, que fue el general brigadier más joven de la historia (con 24 años), y que, tras la disolución del ejército federal en 1914 trabaja como ingeniero en los Estados Unidos y en Cuba, para regresar a México cuando Obregón llega al poder. Y que, dato interesante, rechazó la invitación a participar en dos rebeliones militares. No así cuando en 1927 le ofrecen la dirección del levantamiento cristero… pero es que entonces existía otra motivación.

Y entonces Meyer suelta la bomba, reconociendo su error:

«Aprovecho la oportunidad para hacer mi mea culpa. En mi Cristiada publicada en 1973, repetí sin averiguaciones una piadosa leyenda hagiográfica, de origen eclesiástico: el cuento es que Gorostieta no era católico; agnóstico, masón, hasta algo anticlerical, de una familia liberal del Norte. Que se fue con los cristeros porque era resentido contra los revolucionarios que habían truncado su meteórica carrera militar. Incluso que se fue como mercenario, por dinero. Se habría vuelto católico, contagiado por la fe del pueblo y de sus soldados cristeros, de modo que murió por la Iglesia y Cristo».

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