Una anécdota de Thibon
Esto casi no es una entrada. Es una simple nota. Pero es que me ha gustado tanto la anécdota, que no me resisto a compartirla. Aparece al inicio de la conferencia de Gustave Thibon, ¿Existe la verdad?, recogida en Los hombres de lo eterno.
Thibon empieza hablando del misterio de la palabra, y dice así:
la dirigimos a los demás, es como una semilla que arrojamos en ellos, que crecerá allí, sin saber que terminará brotando en sus corazones. Es una generación equivoca, como dicen los escolásticos. Eso debería conminarnos a la modestia.
Recuerdo que, una vez, después de una conferencia -creo que fue en Suiza-, una señora se me acercó y me dijo: «Señor, se lo debo todo. Fue algo que usted dijo hace cuatro años lo que me convirtió. Ahora estoy bautizada y soy feliz».
¿Cuál era esa frase, señora?, le pregunté.
Entonces me citó mi frase, ¡pero al revés! Ella había entendido lo contrario de lo que yo decía. Se ve que el Espíritu Santo debía de estar soplando en ese momento y el Espíritu Santo es mejor que nuestras pobres palabras.
2 comentarios
Creo, para mi vergüenza como cristiana, que nunca hasta ahora le había dado la debida importancia, prestando atención solo al Padre y al Hijo.
Tibon muy interesante. Parece que tenía algo de tirria a la Iglesia. Pero por lo demás su Fe parecía auténtica.
Aquí, en Mallorca, hay también una antigua anécdota parecida a ésta. Una señora, después del oficio solemne, cogió al canónigo magistral y le dijo:
- Su sermón ha sido magnífico; me ha enardecido el corazón. Me ha gustado absolutamente todo, pero especialmente una cosa.
El canónigo le pregunta: - ¿Qué cosa?
La señora le responde: - Cuando dijo Nabucodonosor!
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