Misericordia verdadera y adulterada
Se insiste hoy, quizás más que en ciertos momentos del pasado, en la misericordia de Dios. Es esto algo bueno, muy bueno, pues si de algo está necesitado nuestro mundo es de esa misericordia que todo lo puede.
Al mismo tiempo, uno no puede dejar de observar con preocupación cómo algunos desvirtúan, adulteran, falsifican esa misericordia para, amparándose en la misma palabra, colarnos mercancía averiada que incluso llega a ser lo contrario de la verdadera misericordia. No se trata de un fenómeno nuevo.
Recientemente la revista Cristiandad publicaba un artículo muy iluminador, titulado La misericordia atea frente a la misericordia divina, en el que se insiste en esta idea: «es muy necesario en esta situación distinguir con claridad lo que es la enseñanza de la Iglesia de algunas simuladas proclamaciones de la primacía de la misericordia, que van unidas a un desprecio de la fe que profesamos considerada esta última, como irrelevante para la vida cristiana».
Y para ayudarnos a distinguir la una de la otra, compara y contrapone lo que afirmaba Juan Pablo II en su encíclica Dives in misericordia con lo que escribía al respecto Spinoza en su Tratado teológico político.
El tono de Spinoza parece incluso piadoso: lo importante es saber «que Dios perdona los pecados de los hombres por la misericordia». Uno podría fácilmente aplaudir esta parte de la obra del filósofo panteísta. Pero a continuación afirma que no hay nada importante fuera de este saberse perdonados, ni siquiera conocer a Dios, llegando a afirmar que «en cuanto a saber qué es Dios o aquel modelo de verdadera vida: si es fuego, espíritu, luz, pensamiento, etcétera, no concierne en nada a la fe; como tampoco, en qué sentido es el modelo de verdadera vida». Y sigue: «Tampoco concierne en nada a la fe si uno cree que Dios está en todas partes según la esencia o según el poder; que dirige las cosas por su libertad o por la necesidad de su naturaleza; que prescribe las leyes como un príncipe o las enseña como verdades eternas; que el hombre obedece a Dios por la libertad de su arbitrio o por la necesidad del divino decreto; que, finalmente, el premio de los buenos y la pena de los malos es natural o sobrenatural».
Añade Spinoza que «cada uno está obligado a adaptar estos dogmas de fe a su propia capacidad e interpretarlos para sí del modo que, a su juicio, pueda aceptarlos más fácilmente». Y de aquí concluye que «la fe no exige tanto la verdad cuanto la piedad». En definitiva, no hay más verdad que la que cada uno se construye y lo que hay que hacer es dejar de lado la verdad de Dios y saberse salvados por aquella misericordia que, en realidad, no sabemos bien de dónde proviene (de un Dios, sí, pero que no se sabe bien qué es).
Conocer a Dios es, por el contrario, capital para Juan Pablo II que escribe que «la Iglesia profesa y proclama la conversión. La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia… El auténtico conocimiento de Dios… es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo «ven» así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a Él».
Sin conocer a Dios, ese detalle sin importancia para Spinoza, no hay conversión ni se puede descubrir la verdadera misericordia. Como mucho, se accederá a esa falsificación que Spinoza también llama con el mismo nombre.
Estaba dándole vueltas a esto cuando me he topado con un tuit muy clarificador de Edward Feser sobre este mismo asunto:
«Herejía» deriva de hairesis, la «elección» de un aspecto de la enseñanza cristiana ignorando otros aspectos que lo equilibran. La Iglesia en la actualidad está plagada de herejías en este sentido literal. Hay quienes hablan de misericordia, pero no de la necesidad del arrepentimiento… Insisten sólo en aquellos aspectos de la enseñanza cristiana que suenan inofensivos para el zeitgeist e ignoran los aspectos que la sociedad actual no quiere oír (lo que implica, por supuesto, que esos son los aspectos que la sociedad actual más necesita oír) y se engañan a sí mismos pensando que esto es en algún sentido «pastoral». Luego dicen que son más cristocéntricos que tú. En realidad, el suyo es sólo un Cristo a medias, y por tanto un Cristo distorsionado, y por tanto un falso Cristo».
Frente a la falsa misericordia de Spinoza y de tantos otros «herejes» en el sentido literal que explica Feser, sólo la verdadera misericordia que nace del corazón del verdadero Dios, un Dios que podemos y debemos conocer, nos salvará.
11 comentarios
Pero eso no es lo a que Jesús se refiere cuando dice a la samaritana "qué bueno sería si conocieras el Don de Dios". No quiere decir "qué bueno si tuvieras definiciones teológicas memorizadas como las que se escribirán dentro de varios siglos".
No podemos conocer a Dios "entero", porque Dios es infinito y nosotros no. Conocemos partes de cosas, cosas de Dios, y podemos vivir, sentir y experimentar el amor de Dios, y su misericordia.
Quien pasea por Mallorca probablemente conoce Mallorca mejor que ChatGPT, aunque ChatGPT se sepa todos los cabos, arroyos, pueblos y estadísticas de habitantes.
Así, conocer la misericordia de Dios es vivirla, no soltar rollos teóricos.
Presentar el vivir la misericordia frente al conocer a Dios como dialécticamente opuestos no es lo que la Iglesia enseña.
Su misericordia exige que tu te encamines hacia el en conversion.
Frente a un gran artículo, muy pertinente en la situación actual, y muy bien fundamentado tu llegas a la conclusión de que quien pasea por Mallorca la conoce mejor que CHAT GPT.
Eres un crack... de la obviedad, empezando por que CHAT GPT, no conoce nada, no es un ente, es un programa corriendo en un ordenador.
Y lo de que no podemos conocer a Dios porque es infinito... ufff, eso es pensamiento profundo, seguro que te ha costado una semana llegar a esa conclusión. El problema es que con dos minutos ya lo tenías en el EVangelio, y sin llegar a tocar la infinitud, sino simplemente las tres personas divinas. Es lo que tiene no leer.
Pero lo que ya es de traca es tu exegesis de Cristo en el pasaje de la Samaritana.
Es curioso, Cristo habla de conocer. Y conocer es saber.
Y en todo conocimiento hay diferentes profundidades. Hay un primer nivel básico para andar por casa, y luego ya esta el conocimiento profundo, para el que son imprescindibles buenas definiciones de buenos teólogos.
Es curioso Cristo habla de la necesidad de conocer y tu desprecias el conocimiento profundo.
Esta claro que a ti todo lo que supere el nivel de obviedad, te supera.
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