El último libro de Miguel Ayuso sobre cuestiones políticas
La producción editorial de Miguel Ayuso no deja de crecer, últimamente a un ritmo de varios títulos por año, lo que es una magnífica noticia. Entre sus últimas obras se encuentra «Moral, Ética pública y Política», publicado por Marcial Pons en su serie Prudentia iuris; un título que, por genérico, puede no llamar la atención que merece.
El título es amplio y en él pueden caber textos de muy diversa índole. Imagino que fue el elegido dado que el libro recoge precisamente seis trabajos sobre cuestiones diversas. El inconveniente es que el potencial lector puede pensar que es un libro que trata de generalidades sin llegar a entrar en materia, y se equivocaría de plano.
Los trabajos recogidos versan sobre la Ética pública, el Estado y la conciencia, la demografía, la libertad religiosa, el matrimonio y la familia, y finalmente el aborto. Temas todos ellos de enorme relevancia y que Miguel Ayuso aborda con su inconfundible estilo, directo, provocador a veces, sólido y con mirada tanto hacia la génesis de la cuestión como a sus inexorables, por lógicos, desarrollos futuros. Si algo hay que recriminar a estos textos es su brevedad, pues aunque son ricos en reflexiones, en diversas ocasiones el lector desea saber más. Un inconveniente que, por otra parte, es de fácil solución pues, como comentábamos antes, el autor está en un momento dulce en cuanto a publicación de obras.
La variedad de temas que se abordan significa que cada lector tendrá uno o más capítulos preferidos. El primero, sobre la Ética pública, es quizás el más teorético, pero advierte de cuestiones fundamentales y hoy en día generalmente olvidadas, como por ejemplo la racionalidad de la praxis humana, «en el sentido clásico de penetración por la inteligencia de la realidad».
Las reflexiones sobre Estado y conciencia me han resultado especialmente sugerentes. Y es que, como recuerda el autor, el Estado moderno nace afirmando la libertad de conciencia, pero «al independizar la espada del poder de la autoridad espiritual, fue sentando las bases de una «moralidad» estrictamente estatal». Así, al irse considerando al Estado como fuente única de la moralidad, ese mismo Estado que afirma la conciencia acaba siendo su más despiadado enemigo, como vemos hoy en día con claridad meridiana para quien no se quiere engañar.
Del capítulo dedicado a la demografía me ha llamado la atención un apunte sobre el origen de la «cultura de la muerte», que «se encuentra paradójicamente en el «vitalismo», es decir, la doctrina que, al no poder explicar la vida, hace de ella el fin de todo». El dedicado a la libertad religiosa plantea algunas aporías y también juicios desde la perspectiva que nos da nuestro lugar en el tiempo que merecen una reflexión seria. Sobre la familia, creo que es importante la advertencia, que comparte Ayuso con el filósofo italiano Danilo Castellano, en el sentido de que «todo proyecto de defensa y recuperación de la familia y la sociedad que abandone la cuestión del Estado entendido como res publica está destinado al fracaso, puesto que no considera adecuadamente el problema del orden natural». El que aborda el aborto queda como un acta notarial de lo sucedido en España desde principios de los 80, una historia triste y repleta de ignominia.
Como verán, estamos ante un conjunto de cuestiones del mayor interés, sobre las que Miguel Ayuso nos aguijonea con sus comentarios, para nada acomodaticios, de modo que el lector se ve impelido a replanteárselas a fondo. Un primer paso, para el que este libro se muestra como un instrumento especialmente adecuado.
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