Leer la poesía de Enrique García-Máiquez: «Inclinación de mi estrella»

Empezaré con una confesión: no soy lector habitual de poesía. Será la falta de sensibilidad, de costumbre… o lo que sea, pero a lo más que llego es a lector esporádico. Así he vivido muchos años bastante feliz, sin sentir en ningún momento que me faltaba algo. Pero si no soy lector habitual de poesía, sí soy lector habitual de Enrique García-Máiquez (lector adicto sería más preciso). Espero su columna cada día y no me pierdo artículo con su firma. Y claro, entrar en el mundo de Enrique es abrirle la puerta a la poesía. Así, siguiendo sus consejos, he ido adentrándome en este universo poblado de marios quintanas, julios martínez mesanzas, migueles d’ors… y sobre todo por el propio García-Máiquez. Nunca se lo agradeceré lo suficiente.

En estas cayó en mis manos el último (ahora ya penúltimo, tras la aparición de Verbigracia, que reúne sus seis libros de poesía publicados anteriormente) poemario de Enrique, Inclinación de mi estrella, y debo confesar que lo he disfrutado mucho (y que, ¡ay!, se me ha hecho muy corto). Empezando por el libro en su dimensión física, como objeto, que es un verdadero lujo. El papel, la tipografía, los juegos en su diseño… todo un placer que no se podrá nunca conseguir en una pantalla.

Y después está la poesía de Enrique. Una poesía clara, cotidiana, realista, que renuncia a la forzada artificiosidad para hablarnos, de modo comprensible, de lo que da valor a nuestras vidas. Una poesía que no está alejada de nuestras inquietudes, que se puede disfrutar sin necesidad de ir de bohemio (ni de pedante) por la vida, aliñada con un humor elegante y no exento de picardía (riéndose antes que nada de uno mismo), sentido común y una religiosidad nada afectada que aparece de forma natural y, al mismo tiempo, vigorosa y desacomplejada.

Releo lo escrito y dudo de si estoy hablando de la persona de Enrique García-Máiquez o de su poesía, tan presente está el amigo en lo que escribe.

He leído este libro con contención, refrenándome para no acabarlo de una sentada y poder saborearlo como se merece. Pero ahora pienso que me he equivocado. Básicamente porque Inclinación de mi estrella no es un libro para leer y luego depositar en las estanterías de nuestra biblioteca a dormir el sueño de los justos. No. Es para devorar y volver a él unas cuantas veces más, devorándolo de nuevo. Es lo que he descubierto al releerlo para escribir estas notas.

No creo que se pueda resumir un libro de poesía, ni siquiera me veo capaz de destacar algunos de sus temas. Es posible que sea un problema mío y de esa falta de sensibilidad a la que aludía al inicio, a la que ahora se añadiría mi incapacidad de síntesis. O quizás sea que la poesía es así, irreductible al resumen. Me limitaré pues a señalar los títulos de algunos de los poemas que más me han conmovido, o con los que más me he sentido identificado, o los que más me han hecho esbozar una sonrisa (y de paso han azuzado algo de envidia: ¿cómo lo hace Enrique para escribir tan bien, para acertar y decir con tan pocas palabras lo que a mí me cuesta tantas páginas?). Ahí va mi selección: Exposición, Un hecho, Dedos de una mano, Coplas cartujanas, La profecía, Manual de uso para la resurrección, Provenzal, Sex, Alfilerito, Soleá, y ese soneto 29 de Shakespeare que es una maravilla. Aunque apuesto a que en unas semanas, tras la enésima relectura, mi selección no será exactamente ésa. En cualquier caso, lean la poesía de Enrique García-Máiquez: disfrutarán, reflexionarán, se sentirán retratados y podrán hablar de poesía (e incluso leérsela a mujer e hijos con arrebatado entusiasmo) sin convertirse en un pedante.