Interesante debate sobre eutanasia en The Spectator
El Spectator es algo digno de ser reseñado: no en vano estamos ante una revista que se publica desde 1828. No he investigado al respecto, pero me imagino que muy pocas publicaciones se le acercan.
Pero no es solo su edad la que nos deja atónitos. Recientemente recogía un debate sobre la eutanasia entre su editor literario, Sam Leith y su editor asociado, Douglas Murray. El primero ferviente defensor de la eutanasia, el segundo no menos ferviente detractor. Una rareza que nos ha dejado una interesante discusión donde prima el argumento sobre la descalificación.
Leith empieza advirtiendo de que la ley que se discutió en el parlamento británico aboga por la eutanasia restringida a los enfermos a quienes, según el dictamen de dos doctores, les quedan menos de seis meses de vida. Murray responde que es un criterio arbitrario (¿por qué seis y no siete… o cinco?) y además sujeto a error en un tema como el de la vida donde los errores no se pueden rectificar.
Contraataca Leith con la idea de que nuestro cuerpo es solo nuestro y, en consecuencia, podemos disponer de el a nuestro antojo. Nadie, y menos el Estado, puede decirte lo que puedes y no puedes hacer con tu cuerpo, incluyendo tu decisión sobre cómo y cuándo deseamos morir (Leith, incidentalmente, se posiciona como contrario al aborto precisamente porque estamos ante dos cuerpos, el de la madre y el del hijo, y ésta, que según Leith tiene todo el derecho a hacer lo que quiera con su propio cuerpo, no tiene ningún derecho sobre el cuerpo de su hijo).
Murray niega la mayor: no, nuestro cuerpo no es algo sobre lo que podamos decidir a nuestro antojo. No lo hemos adquirido, nos ha sido dado. Y quienes nos rodean, desde nuestra familia hasta la misma sociedad, que tanto ha «invertido» en nosotros, tienen algo que decir. Aceptar que somos mónadas inconexas y autárquicas es la receta perfecta para la disolución de la sociedad.
Por otro lado, aceptar las premisas de Leith abriría la puerta no a la eutanasia para los enfermos terminales, sino al derecho al suicidio o, ¿por qué no?, al derecho a la mutilación y al comercio de órganos.
Murray continúa sacando su artillería pesada con datos sobre lo que ha ocurrido en Bélgica y Holanda tras la legalización de la eutanasia. No muy diferente de lo que ha ocurrido con el aborto, nos recuerda: nos lo vendieron como una solución límite para casos extremos y se ha convertido en un medio contraceptivo en un período extraordinariamente rápido. Lo mismo ha ocurrido en aquellos países: ahora ya no hablamos de eutanasia para enfermos terminales, sino para niños, enfermos mentales y aquellos que se sienten «cansados de vivir».
Leith replica que no porque haya sucedido esta deriva en Bélgica u Holanda ellos deben de dejar de hacer lo correcto, a lo que Murray contesta que negarse a considerar los efectos presumibles y constatables es ignorar la realidad.
El siguiente argumento de Leith es un viejo conocido, que por ejemplo se usó ampliamente en relación al aborto. Como de hecho ya se practican eutanasias, es mejor que haya una ley que las regule y que así se eviten los abusos. Un argumento que nunca se saca a colación de los delitos fiscales o de las violaciones, por ejemplo, que al fin y al cabo existir, existen.
Murray regresa a la capacidad para determinar el momento en que queremos acabar con nuestra vida y comenta sus conversaciones con médicos que le han confesado que esta decisión varía: nos imaginamos que si llegamos a un determinado estadio la vida se nos hará insoportable pero llegamos a ese estado y seguimos deseando vivir. Leith le contesta que lo que está planteando es la capacidad de nuestro ser ahora para determinar nuestro ser en el futuro. Sí, replica Murray, «¿puedes imaginarte en una cama, no deseando morir, pera sabiendo que vas a hacerlo porque una vez firmaste un formulario que el Estado ahora quiere ejecutar?».
El debate sigue luego con una discusión acerca del sentido de santidad de la vida a la luz de la experiencia del siglo XX y acaba con una profunda advertencia de Murray (que, en mi opinión, gana por goleada): «Hay algo muy profundo que le ocurre a una sociedad que permite la eutanasia. Cambia la actitud de la gente hacia ellos mismos. Refuerza la idea de la autonomía individual y destruye el acto común de vivir… Desplaza y altera nuestra percepción no solo de la vida, sino de nosotros mismos, de lo que estamos haciendo, de nuestro sentido».
Pues ya ven, el veterano Spectator sigue dándonos buena materia para reflexionar sobre un asunto de una enorme gravedad.
37 comentarios
Gracias por la reseña.
En cambio, con la posibilidad de la EUTANASIA, cada trabajo, cada coste, pasa a tener implícito el "podría evitarse" si el enfermo decidiera de una vez terminar con todo.
Como en otras casos, hay POSIBILIDADES que es MEJOR DIRECTAMENTE NO TENER.
Para que una ley aprobara el aborto se sacó la casuistica: violadas, pobres de solemnidad, emigrantes embarazadas, etc...pero lo único que esta ley ha echado por tierra es algo que nos consolaba a todos: la figura de la madre y el famoso instinto maternal que, desgraciadamente, no existe.
La madre ya no es lo que era porque ya no es fiable, se puede esperar de ella cualquier cosa: que te aborte, por ejemplo.
Lo mismo ocurre con la vida, mucho abolir la pena de muerte para reclusos, mientras la autorizamos para los que están fuera de las cárceles. También es un recurso fácil, como el aborto, de bajo coste social y gran "satisfacción" para el individuo enfermo o nihilista.
Pero si la defensa del Paso de las Termópilas fue producto de la sociedad militarizada espartana, esta sociedad tendrá también que generar acciones según la educación individualista que da que en nngún caso serán altruistas ni heroicas.
Pones de ejemplo a Esparta y luego dices que una sociedad con aborto y eutanasia es degenerada e incapaz de exigir sacrificios.
Pues precisamente Esparta es el mejor ejemplo de sociedad que practicaba la eugenesia (que moralmente para la Iglesia está al nivel del aborto y la eutanasia ) y de sociedad que pedía a los suyos los mayores sacrificios.
Nuestra sociedad durará lo que tenga que durar.
La sociedad nacional-católica española tenía fecha de caducidad biológica, una vez muerto Franco se acabó. Igual hubiera dado que el dictador viviera diez años más o diez menos.
De momento la democracia constitucional ya ha durado más que la dictadura, y lo que nos queda. Aunque sigan los profetas del apocalipsis anunciando nuestra destrucción cual Sodoma, por nuestros muchos pecados.
El cristianismo acabó con ese modelo pero no con la idea de que había causas por las que merecía la pena morir, por la patria y, sobre todo, por Dios.
Esta es una sociedad caótica en la que ya no es Dios, ni la patria, ni la familia, ni ninguna cosa que esté por encima de cada uno de nosotros sino que es el individuo, íngrimo y solo, la medida de todas las cosas y, por lo tanto la muerte de otro-aborto-o la de uno mismo no tiene más que el triste objetivo de beneficiarme a mi. No hay moral individual.
Todo aquello que creíamos superado vuelve y vuelve como un sinsentido. Una sociedad que tiene que organizar el ocio porque sus ciudadanos ya no son capaces de divertirse por sus propios recursos está condenada a muerte. A los jubilados, como si fueran desnortados, les organizan las partidas de cartas, las celebraciones, los viajes del Inserso, los cursillos de "aprenda usted lo que quiera" aunque nunca haya pensado en ello, etc...y si no le gusta venga a que lo eutanasiemos.
La capacidad de sostenerse en el ser que tenían nuestros antepasados ya no la tenemos, o tenemos que hacer grandes esfuerzos para encontrar nuestro camino impulsados, no en la sociedad, sino en nuestras propias fuerzas-esas que salen de dentro-y que están alimentadas por el espíritu que niegas.
Cuando yo era joven los totalitarismos me horrorizaban, ahora veo esos mismos totalitarismos instalados en la democracia.
Estoy acabando un trabajo inconcluso, lo abandoné en 2008, sobre la vida en la Unión Soviética, y ahora cuando veo aquellas procesiones ateas que organizaban por Navidad y Pascua de Resurrección delante de las iglesias me parecen cosas de niños comparadas con una intrusión de las FEMEN en una iglesia con las tetas al aire y esos eslóganes tan espantosos; oigo las famosas homilías del Obispo von Galen contra la eugenesia practicada por los nazis y me dejan fría ante las leyes de la eutanasia que se nos vienen encima.
Los totalitarismos están en la democracia y la falta de libertad que se respira es ya tan ostensible que solo personas como tú, que no saben lo que es, pueden negarla.
Llega un momento en que las exageraciones, los lugares comunes y la frivolidad cansa e indigna.
Tengo familiares represaliados de aquella época y no soporto que entre cierto sector reaccionario de la sociedad española de haya instalado la costumbre de comparar nuestra democracia con los regímenes totalitarios.
El mismo insulto a las víctimas de los auténticos totalitarismos los hacen la botarate de la Generalitat como Palas Atenea.
Aquí no hay campos de exterminio, ni juicios sumarios, ni ejecuciones extrajudiciales, ni la policía va a buscarte a tu casa a las tres de la madrugada por criticar al gobierno o rezar el Rosario.
Ya está de bien de tonterías de nacionalistas catalanes y nacionalistas españoles, iguales en du demagogia y su odio a la democracia, y diferentes sólo en la bandera en la que se envuelven queriendo ser más que nadie.
El que piense que vivimos en un Estado totalitario, que se vaya a Corea del Norte y luego nos cuente.
"El 23 de junio de 1918, explicó, en una alocución famosa, que no había habido contradicciones entre la ejecución del almirante Shchastni y la previa abolición de la pena de muerte por parte del Gobierno bolchevique en noviembre de 1917 ya que el almirante no había sido condenado a "muerte" sino a "ser fusilado".
Vaya usted a razonar con este sujeto sobre la diferencia entre condenar a muerte y fusilar. Por eso explicarle a alguien que la eutanasia está mal puede ser contestado de manera parecida: "no vamos a matarle sino a ponerle una inyección". La razón práctica suele ser muy útil. El que no quiere ver no ve, el que no quiere oír no oye y el que no quiere razonar dice tontería tan válidas como cualquier razonamiento según el contexto en que se digan. Si el contexto es favorable a la eutanasia, como lo era la pena de muerte "inexistente" en la URSS en aquel momento, cualquier eufemismo sirve para saltarse lo que sea y, además, legalmente.
- Una vez más vuelvo a citar la sabiduría popular andaluza. Se dice "esto es morir por Dios" a la hora de enfrentar una tarea tan extenuante como absurda, un desafío inútil.
Y es que, en verdad, qué necesidad tendrá Dios de que perdamos la vida, que Él mismo nos ha dado, por una religión.
Y sí, Palas, estoy de acuerdo con Gringo. Sobreactúas.
De hecho, has vuelto a utilizar "íngrimo".
La Llave del Mundo: Palabras interesantes, hermosas, raras y divertidas:
Íngrimo: Solitario, abandonado, sin compañía.
Del portugués ingrime.
Lo cierto es que íngrimo es un vocablo de uso frecuente en América Central, Colombia, Ecuador, Venezuela. En España prácticamente no se usa, muy poca gente conoce su significado... ¡pero eso va a cambiar desde hoy!.
Íngrimo expresa la soledad completa, íntima y profunda: aquélla que trasciende contextos y emociones puntuales...
1) Que Dios no tiene en cuenta para la santidad o perversidad de las personas.
2) Que ya ha decidido que el "Sígueme" de los Evangelios no quiere decir nada. De manera que un mártir es un idiota para que los demás seamos listos y recibamos el mismo pago que está ya estipulado de antemano gratis et amore. Tu dios no es Jesucristo porque Él ya nos advirtió el coste de su seguimiento, si no te gusta Buda puede ser el sucedáneo, pero no insistas en ese cristianismo descafeinado porque no te lleva a ninguna parte. Todo tiene un coste, la comodidad también.
- Santa Teresa, perdónala porque no sabe lo que dice.
"Oh qué venturosa suerte
se le siguió desta guerra;
ya no durmáis, no durmáis,
pues Dios falta de la tierra.
Con grande contentamiento
se ofrece a morir en cruz,
por darnos a todos luz
con su grande sufrimiento.
¡Oh, glorioso vencimiento!
¡Oh, dichosa aquesta guerra!
Ya no durmáis, no durmáis,
pues Dios falta de la tierra.
No haya ningún cobarde,
aventuremos la vida,
pues no hay quien mejor la guarde
que el que la da por perdida".
¿No es esto, precisamente, lo que es necedad para ti según "la sabiduría popular andaluza"? ¿y osas mencionar a Santa Teresa?
Me gustaria agregar, desde mi estado de sorpresa ante el giro social que defiende la muerte, la disgregacion familiar, el ensalzamiento de las sexualidades no reproductivas, la condena judicial del pensamiento y las acciones clasicas, etc, etc... que la causa de este debate se encuadra en lo que se llama la ventana de Overton, metodologia por la cual la sociedad terminara aceptando lo que hasta hace poco le parecia imposible. Y lo mas llamativo de toda esta compleja hoja de ruta es que su objetivo final consiste en la disminucion de la poblacion mundial en al menos 50%. todos los esfuerzos del poder mundial estan orientados en lograr esos objetivos, y si valoramos las acciones de los politicos, sus leyes, sus mensajes, el destino de las subvenciones ,etc, entendemos todo lo que esta pasando, esa es la respuesta al PARA QUE.
Pero nada, que sigan felices en su burbuja gritando de pánico que esto es un totalitarismo.
Igual que la anoréxica se ve girda en el espejo aunque pese cuarenta kilos, nuestros infocatólicos se ven con el pijama de rayas.
Delirio paranoide lo llaman los psiquiatras.
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