Clarificando la noción de pobreza evangélica
Uno de los mensajes que más confusiones ha producido y produce entre los cristianos es la llamada a la pobreza. El tema es importante porque no es un llamamiento accesorio dentro de la Buena Nueva cristiana. La cosa no viene de ahora: si alguien lo duda, que estudie a los ebionitas de los primeros siglos de nuestra era o lo que ocurrió con los franciscanos “espirituales” y su condena en 1318 por parte de Juan XXII. Y es que el peligro del pauperismo está siempre al acecho, especialmente cuando se hace una lectura esencialmente material de la pobreza, olvidando que en el Sermón de la montaña los bienaventurados con el reino de los cielos son los pobres de espíritu (aunque también hay que ir con cuidado con el extremo contrario, el de no reconocer en la abundancia de bienes una dificultad proporcional para la adquisición de esa pobreza de espíritu).
Nuestros tiempos no son excepción, y los llamados a la pobreza son recurrentes, empezando por el Papa Francisco y su “Iglesia pobre”. Tampoco estamos libres de interpretaciones erróneas en este campo; los ejemplos son numerosísimos. Por eso me han confirmado en una recta comprensión de este asunto las recientes palabras del papa Francisco afirmando que “la miseria más peligrosa es la lejanía de Dios”. Y sigue el Papa, dirigiéndose a diversos colectivos en riesgo de exclusión: «Vuestras historias hablan de esclavitud y de liberación, hablan de egoísmo de los que piensan construir la existencia y se aprovechan de los otros y de la generosidad de aquellos que ayudan al prójimo a recuperarse de la degradación material y moral […] Estas experiencias resaltan las muchas formas de pobreza del que está herido nuestro mundo y revelan la miseria más peligrosa, causa de todas las demás: «la lejanía de Dios, la presunción de ser capaz sin Él». Y añade Francisco los fines que nos apartan de Dios y de nuestros hermanos y nos arrojan a la miseria cuando los ponemos como norte de nuestra existencia: «la riqueza material, la búsqueda de poder y del placer y de esclavizar a la vida de otros para lograr estos objetivos».Un reciente libro francés, “L’enjeu spirituel du mystère d’Israel”, escrito por Moïse Ballard, consagrado de la Comunidad de las Bienaventuranzas, profundiza en este asunto. Escribe Ballard lo siguiente, que creo que ilumina de qué pobreza hablamos los cristianos:
- “La Buena Nueva es para los pobres, esto es, para aquellos que se presentan ante Jesús como pequeños, como débiles, como pecadores o enfermos que tienen necesidad de curación: he aquí una realidad de la que no medimos siempre su significación profunda”.
- “En un nivel más fundamental, todos somos pobres; esto viene del simple hecho de que somos criaturas: en efecto, hemos sido dados a nosotros mismos, pertenecemos a Dios, de quien lo recibimos todo”.
- “Los pobres con los que Jesús busca estar son fundamentalmente los pecadores”.
- La Virgen María “es el modelo de esa humildad y de ese abajamiento unidos a una ofrenda total de sí”.
Uno se da cuenta de que negar nuestra pobreza radical no sólo es soberbia, sino también necedad y ridículo. Y que la pobreza evangélica no es muy diferente de la infancia espiritual (los niños tampoco poseen nada de lo que puedan jactarse como propio), que es el camino para acercarse a Jesús.
17 comentarios
Mateo 5,3 "Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Aquel que tiene puesta su confianza en Dios, que no se turba en las adversidades porque sabe que tiene un Padre que está a su lado siempre, llevándole de la mano.
¡Dios nos haga como niños!.
El Señor le bendiga, Jorge :)
Y también lo es la del millón de hogares españoles a lo que se les ha cortado suministros esenciales or falta de pago y pasarán así las navidades.
Y la de los parados sin subsidio. Y la de los que por ser mayores de 45 nunca más volverán a tener un trabajo aunque haya recuperación económica.
Y la de los sin hogar de los albergues y del metro. La de los qje, una vez caídos en la marginación, ya no saldrán de ella, por mucho que psae la crisis.
Y, por supuesto, la de los niños de tercer mundo que mueren por enefrmedsdes fácilmente curables en el mundo rico.
Hay pobrezas y pobrezas. Pecadores, todos. Enfermos, todos, en acto o en potencia. Débiles y pequeños, todos. Ante Dios, todos.
Pero no olvidemos que no hay como consolidar al hambriento sin darle, lo primero, de comer. Y que el día del Juicio nos pedirán cuentas y bien concretas de cómo nos ocupamos de la pobreza MATERIAL del prójimo. Esa es la prinefra criba.
A ver si nosnvamos a tranquilizar demasiado en nuestras cálidas casitas, con nuestras mesas bien surtidas y nuestros sueldos seguros porque como la mayor pobreza es la espiritual...
Y así el resto de erratas. ¡Estos teclados tan "inteligentes!
Y no olvidemos que Jesús expresamente señala como condición básica de su salvación "dar de comer al hambriento" y realizar demás obras de misericordia.
El Señor curiosamente, más que hablar de la pobreza en sí, ponía en acento en el extremo contrario, condenando duramente la riqueza (basta recordar el ¡Ay de vosotros los ricos! ,o la parábola del rico y Lázaro, o el diálogo con ese rico piadoso y cumplidor de la ley que por su apego a la riqueza, el Señor comparó su salvación con un camello entrando por el ojo de una aguja).
Los cristianos deberíamos reflexionar hasta qué punto hemos insistido (quizás excesivamente) en pecados de cintura para abajo y hemos apartado como incómodo el tremendo pecado de poseer sin tasa, mientras medio mundo pasa hambre. ¡Ay de vosotros los ricos porque pasaréis hambre!
Y el Señor no habla sólo de los multimillonarios, sino de cualquiera de nosotros que anteponga cualquier majadería, cualquier fruslería, a su Reino.
En fin, la primera "Bienaventuranza", eliminando el "...de espíritu" es mucho más radical, revolucionaria, y a la vez creo que refleja mucho mejor el pensamiento de Nuestro Señor. Por eso asusta y le ponemos esa coletilla que tranquiliza nuestras conciencias.
"Ayuda a Iglesia necesitada" informa ampliamente de la situación extrema de los cristianos alojados en campamentos, pues parece ser que las ayudas que reciben van a tener muchas dificultades, dado que los centros de procedencia casi no reciben nada por la crisis económica mundial. Por eso, "Iglesia necesitada" ha creado una Fundación de ayuda específica a esos hermanos nuestros. Y con estas cuentas:
La Caixa: ES21 2100 2415 42 0200140293
Popular: ES12 0075 0080 17 0601667548
Santander: ES74 0049 2674 59 2814342966
Bankia: ES87 2038 1115 24 6000703295
Por favor, ingresemos algo. ¿Un día mensual de salario? Lo que podamos. "Iglesia Necesitada" es de total y absoluta garantía y lo haría llegar directamente a la Iglesia de Irak. No nos quepa duda.
La riqueza del joven rico son bienes materiales a los que él no quiere renunciar. Y los pobres de espíritu son los humildes, o sea quienes -teniendo bienes materiales en abubdancia o no, lo mismo da- se reconocen criaturas llenas de miserias.
Es de cajón que quien acumula demasiados bienes materiales más allá de sus necesidades y de su capacidad normal de defenderlos de la codicia ajena, se convierta en un avaro cuya finalidad principal es preservar el patrimonio.
Pero la avaricia/codicia no se define sin más por la cantidad acumulada de bienes que una persona pudiera tener. Menos que menos en esta época "capitalista", donde los emprendimientos mínimamente eficientes necesitan de un capital base para ser viables y operativos. No, el pecado del "rico" moderno es darle a esos bienes una finalidad ajena al plan de Dios. O sea, a la Misión que Dios le ha confiado. Porque todos tenemos una Misión.
La mejor garantía de que los bienes -pocos o muchos- no hará de nosotros otros "ricos" como los que condena NSJC en la parábola del camello y de la aguja, es precisamente la pobreza de espíritu, la Humildad. Sin ella, hasta el más desposeído de los villeros puede caer en manos de la codicia/avaricia más feroz.
Y de hecho muchos caen. Lo vemos.
Porque el amor a las riquezas materiales se puede dar tanto en quienes tienen mucho patrimonio como en quienes no, éstos para arrebatarlos, aquéllos para acrecentarlos o mantenerlos sin razón suficiente.
El Marxismo por ejemplo (al igual que su variante "católica", la TdlLiberación) azuza en los desheredados materiales el amor a las riquezas que no poseen, cultivando el resentimiento y la envidia como paso previo, para finalmente incitarlos a su apropiación violenta, la cual justifica.
"Cuando los ricos no llevan a la misa lo que los pobres necesitan, no celebran el Sacrificio del Señor."
"-Forzosamente, el principio y raíz de tus riquezas proceden de la injusticia. Porque Dios, al principio, no hizo al uno rico y al otro pobre, sino que dejó a todos la misma tierra. ¿De dónde, pues, siendo la tierra común tienes tú tantas yugadas de tierra y tu vecino ni un palmo de terreno?"
" Abrís de par en par las puertas de vuestros graneros, dad salida a vuestras riquezas en todas las direcciones. Dime, ¿qué es lo que te pertenece?, ¿de dónde trajiste nada a la vida?, ¿de quién lo recibiste? Así son los ricos: se apoderan los primeros de lo que es de todos y se lo apropian, sólo porque se han adelantado a los demás... Si cada uno se contentase con lo indispensable para atender a sus necesidades y dejara lo superfluo a los indigentes, no habría ricos ni pobres."
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Pues esa es la esencia del Capitalismo. Que es la doctrina económica que se deriva de la doctrina política del Liberalismo.
Durante la Cristiandad esa codicia era condenada, pero luego de su caída se verificó una inversión total de los valores morales.
Pablo VI
Juan Pablo II
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