San Miguel vuelve a Toronto
Me ha parecido digno de ser tenido en cuenta lo que explica en el canadiense Catholic Insight Eugene Delacroix sobre la tendencia creciente en la diócesis de Toronto, y entiendo que ocurre lo mismo en otros lugares de Canadá y Estados Unidos, de recuperar la oración al Arcángel San Miguel al acabar la santa misa.
Sí, seguro que la han escuchado e incluso recitado en alguna ocasión, es aquella que dice:San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.Reprímale Dios, te pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Celestial Milicia,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén.
Se trata de la oración que León XIII instituyó para después de la misa y que fue eliminada en la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II, pero que nada impide seguir rezando, pues aunque ya no sea obligatoria sigue siendo de gran provecho. Delacroix opina que es un buen síntoma, y yo estoy de acuerdo. La vida es un combate, una lucha para ser fieles al Amor y para liberarnos del pecado que nos impide amar. Pero lo que la invocación a San Miguel nos recuerda es que esta lucha no es algo en lo que estamos involucrados solamente nosotros, que por supuesto, sino que hay seres espirituales que luchan, unos por la ruina de nuestra alma, otros por la salvación de la misma.
El mal no nace sólo de nosotros, sino que también tiene su origen en el Demonio y sus seguidores, ángeles caídos que odian la naturaleza humana y quieren vernos condenados. Ante ellos se alzan los ángeles, comandados por el Arcángel San Miguel, príncipe de la celestial milicia, que nos protegen y ayudan. Estas verdades constituyen la cosmovisión cristiana desde tiempos inmemoriales y se incorporaron en la misa tridentina con la invocación a San Miguel en el Confiteor, pidiéndole que nos proteja de todo mal.
Y es que esta oración nos recuerda que nuestra alma vale mucho, muchísimo, tanto como para que el Hijo de Dios se hiciera hombre y diera su vida por ella, algo que horrorizó a los demonios, que no pudieron soportar esa idea. También nos recuerda, como indicábamos antes, que la vidano es sólo una lucha contra nuestras pulsiones internas, sino que forma parte de un combate cósmico entre ángeles y demonios, entre poderosísimos seres espirituales fieles o rebeldes a Dios y sus designios.
Este lenguaje es probable que choque a muchos de nuestros contemporáneos, que lo considerarán arcaico y pre-moderno. Incluso pueden argumentar a su favor que tras el Vaticano II la obligación de recitar la oración a San Miguel Arcángel tras la misa fue suprimida. Algunos pueden pensar que esto de los ángeles y los demonios son cosas de viejas. No pueden estar más equivocados.
La recuperación espontánea de esta oración es un signo de los tiempos, una manifestación del sentir católico del pueblo de Dios. Ya fue Pablo VI quien habló de que el humo de Satanás se había colado en la Iglesia y en 1994 Juan Pablo II urgió a los católicos a recitar la oración de nuevo. Por no hablar de las numerosas referencias del Papa Francisco a la realidad del demonio y a los modos de combatirlo y no dejarse enredar por sus artimañas. Y es que cada vez resulta más evidente que sin la existencia del Demonio y su acción no podemos entender nada de lo que nos rodea. ¿O es qué el aborto, la pornografía, la explotación sexual, los ataques a la familia y al matrimonio, los abusos a menores, todas estas lacras que asuelan al mundo, se pueden entender sin ver la mano del Maligno tras ellas? A medida que estos fenómenos se han ido consolidando en nuestra cultura se ve con mayor claridad que existen fuerzas preternaturales y que sólo recurriendo a la ayuda de los ángeles podremos vencerlas.
Parece ser que el cardenal Collins, titular de la diócesis de Toronto, ha manifestado su intención de promulgar la oración al Arcángel San Miguel al finalizar la misa en toda su diócesis. Un gesto que seguro que será más eficaz y benéfico que muchos discursos y planes pastorales (sin desmerecer los frutos de los buenos discursos y planes, que los hay) y que esperamos que se extienda por todo el orbe católico. Mientras tanto, podemos animarnos a rezarla nosotros y a difundirla entre nuestros amigos, con la certeza de que de ello se derivarán grandes bienes.
4 comentarios
Nosotros en familia también lo hacemos cuando no se reza en la misa de los domingos.
Es más necesario que nunca invocar a San Miguel, en momentos en que el Demonio está desatado.
Tenemos como "pretexto" estar en la diócesis de San Miguel de Bs.As., así que no han valido las antipatías de los sacerdotes progresistas que a veces nos "pastorean"...
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