¿Dios castiga? - Parte 2: Objeción "Dios no castiga, nosotros nos castigamos"
Heme aquí con la segunda parte de la nueva serie sobre el castigo divino. Sí, unos dirán “Más de lo mismo…” y otros me reprocharán que anunciara esta serie hace cinco meses y ahora es que vengo a continuarla. Pero ni es más de lo mismo, ni se me ha olvidado el tema. Las verdades católicas hay que defenderlas y machacarlas a expensas de parecer monótono, sobre todo cuando son hoy tan silenciadas, y lo que es peor aún, cuando el error es predicado desde los púlpitos inclusive por sacerdotes.
En mi entrega anterior analizaba algunos de los nuevos argumentos del libro “Dios No Castiga: Edición revisada” de Alejandro Bermúdez, en el cual se presentan como grandes objeciones filosóficas lo que no son sino objeciones procedentes del paganismo y del gnosticismo que han sido bien refutadas a lo largo de los siglos desde la fe católica. Antes de continuar analizando esas objeciones voy a dedicar esta entrega a analizar la objeción más común que se escucha desde los púlpitos para afirmar que Dios no castiga, y es:
“Dios no castiga, NOSOTROS MISMOS NOS CASTIGAMOS…”
Esta forma de ver el asunto, aun bien intencionada, surge ante la dificultad de explicar al pueblo llano y a los no creyentes la verdadera doctrina católica del castigo divino, ya sea porque se la desconoce, o se la considera muy compleja, y para eso se sirve de una simplificación errónea donde se confunden la culpa y el castigo.
Por eso, cuando alguien dice “nosotros mismos nos castigamos” lo que en el fondo intenta decir es que si sufrimos un justo castigo es porque nosotros mismos nos lo hemos ocasionado, o dicho en lenguaje teológico, de nosotros procede la culpa.
Y esto último sí es cierto, de nosotros procede la culpa porque el pecado es una transgresión voluntaria de la ley de Dios, y al ser voluntaria procede de….adivinaron…de nosotros mismos. Pero aunque es correcto decir que de nosotros procede la culpa, no es cierto que de nosotros proceda el castigo. Ejemplifiquémoslo con algunos casos de la vida diaria:
- En el orden civil cuando una persona comete un crimen (por ejemplo: asesina otra persona) y es capturada por las autoridades es juzgada por un juez, y es el juez el que impone la pena o castigo. Nadie entiende en este caso que el castigo procede del propio reo a expensas de ser irrazonable. No es el reo el que dice “yo voy a pasar treinta años en la cárcel”, es el juez el que dice “te sentencio a pasar treinta años en la cárcel”. En este ejemplo se distingue claramente que si bien la culpa procede del reo, el castigo procede del juez, y no por eso se puede decir que el juez es “malo” cuando impone una pena, si esta pena es justa.
Segundo ejemplo:
- En el orden natural, cuando una persona se dedica a una vida desordenada se expone a la consecuencia natural de sus acciones. Si por ejemplo fornica y contrae una enfermedad de transmisión sexual (SIDA, etc.) o bebe y contrae una cirrosis hepática, su pena tendrá carácter de castigo y nuevamente de él ha procedido la culpa, pero la pena tampoco en este caso procede de él, sino del orden natural establecido por Dios.
Ya a partir de estos ejemplos podemos empezar a puntualizar varias cosas:
Primero, que hay distintos tipos de penas. Tenemos la pena jurídica, que es la sanción merecida por parte de la justicia divina por haber trasgredido el orden moral al pecar. Tenemos también la pena ontológica que es la consecuencia de la acción que puede a su vez afectar al pecador así como a otras personas.
Surge aquí la pregunta: ¿Cuándo la pena tiene carácter de castigo? Sólo cuando está unida a la culpa. Lo explicó el san Juan Pablo II:
“El libro de Job no desvirtúa las bases del orden moral trascendente, fundado en la justicia, como las propone toda la Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo.” (Juan Pablo II, Salvífici Doloris, 11)
Y a la pregunta: ¿De quién procede el castigo? Se debe responder que aunque de diversos modos, el castigo procede de Dios, que es el supremo legislador. Por esto establece claramente la Revelación:
“Yo Yahveh soy quien castiga” (Ezequiel 7,9)
“Tú corriges a los hombres, castigando sus culpas” (Salmos 39,12)
“No rechaces, hijo mío, el castigo del Señor…” (Proverbios 3,11)
“…está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor” (Romanos 12,19)
“Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo” (Hebreos 10,30)
Y esta es una verdad fundamental que forma parte del orden moral trascendente, tal como explicó san Juan Pablo II:
“Al mal moral del pecado corresponde el castigo, que garantiza el orden moral en el mismo sentido trascendente, en el que este orden es establecido por la voluntad del Creador y Supremo Legislador. De ahí deriva también una de las verdades fundamentales de la fe religiosa, basada asimismo en la Revelación: o sea que Dios es un juez justo, que premia el bien y castiga el mal: « (Señor) eres justo en cuanto has hecho con nosotros, y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios. Y has juzgado con justicia en todos tus juicios, en todo lo que has traído sobre nosotros … con juicio justo has traído todos estos males a causa de nuestros pecados ».(Daniel 3,27)” (Juan Pablo II, Salvífici Doloris, 10)
El papa y beato Pablo VI insistió también en lo mismo:
“Según nos enseña la Divina Revelación, las penas son consecuencia de los pecados, infligidas por la santidad y justicia divinas, y han de ser purgadas bien en este mundo, con los dolores, miserias y tristezas de esta vida y especialmente con la muerte, o bien por medio del fuego, los tormentos y las penas catharterias en la vida futura. Por ello, los fieles siempre estuvieron persuadidos de que el mal camino tenía muchas dificultades y que era áspero, espinoso y nocivo para los que andaban por él.” (Pablo VI, Constitución Apostólica Indulgentiarum Doctrina, 2)
Ejemplos se dieron muchos a lo largo del debate. Quizá el más ilustrativo es el de Zacarías, que fue castigado a quedar mudo por haber dudado de las palabras del ángel (Lucas 1,20). Queda claro por el relato del evangelio que no fue Zacarías quien decidió no hablar hasta el nacimiento de Juan Bautista, sino el ángel hablando en nombre de Dios quien emitió la sentencia del castigo que padecería. Otro ejemplo lo tenemos en el caso de Herodes, que enfermó de muerte luego de blasfemar (Hechos 12,21-23) o el de Ananías y Safira (Hechos 5,1-10) que murieron luego de intentar burlarse del Espíritu Santo. Nadie puede castigarse a sí mismo enfermándose, y está claro que ni Herodes se enfermó a propósito, ni Ananías y Safira murieron porque así lo decidieron.
La doctrina católica también enseña que así como Dios es el supremo legislador, que premia el bien y castiga el mal, también enseña que es la segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo, a quien el Padre ha conferido la potestad judicial para premiar y castigar, inclusive durante nuestra vida mortal, y no sólo en el más allá:
“El mismo Jesús, al responder a los judíos, que le acusaban de haber violado el sábado con la maravillosa curación del paralítico, afirma que el Padre le había dado la potestad judicial, porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de juzgar se lo dio al Hijo. En lo cual se comprende también su derecho de premiar y castigar a los hombres, aun durante su vida mortal, porque esto no puede separarse de una forma de juicio. Además, debe atribuirse a Jesucristo la potestad llamada ejecutiva, puesto que es necesario que todos obedezcan a su mandato, potestad que a los rebeldes inflige castigos, a los que nadie puede sustraerse” (Pío XI, Encíclica Quas Primas, 13)
Hemos aclarado también muchas veces en el debate, que decir que Dios castiga no quiere decir que Dios castigue “siempre", cosa que tampoco enseña la doctrina católica.
Algunos objetarán “pero Dios es misericordioso”, a lo que hay que responder, que Dios es justo y a la vez misericordioso. No es sólo misericordia ni sólo justicia, pues ambos son atributos de la providencia divina. Quedarse con sólo uno de esos aspectos corre el riesgo de deformar el resto, el cual es el error en que han venido cometiendo tantos sacerdotes católicos en una época donde predicar la misericordia es tan políticamente correcto, pero predicar la justicia no lo es tanto. Ya lo había anunciado el Papa Juan Pablo I cuando decía que el tema del castigo divino no gustaba, aunque fuese verdad de fe:
“Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de seminarios: Con los futuros sacerdotes sed un padre, sed una madre. Esto agrada. En cambio ante otras verdades, sentimos dificultad. Dios debe castigarme si me obstino; me sigue, me suplica que me convierta, y yo le digo: ¡no!; y así casi le obligo yo mismo a castigarme. Esto no gusta, pero es verdad de fe.” (Juan Pablo I, Audiencia 13 de Septiembre de 1978)
Otra causa de que se haya difundido este error es pensar de que al afirmar la justicia divina se puede transmitir la imagen de un Dios “castigador”, y aunque esto pueda ser comprensible no es justificable. En la Iglesia Católica no actuamos como en el protestantismo, en el que si se considera que hay un exceso en algún aspecto de la doctrina se suprime (como en el caso de las imágenes sagradas, la veneración de los santos, etc.). En la Iglesia lo que hacemos es reafirmar la sana doctrina eliminando el exceso, y por eso los Papas no han enseñado que Dios no castiga porque es misericordioso, sino que han enseñado que incluso cuando Dios castiga es misericordioso, tal como explicó el Papa Juan Pablo II:
“Pero Dios, siempre misericordioso incluso cuando castiga, « puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara » (Gn 4, 15). Le da, por tanto, una señal de reconocimiento, que tiene como objetivo no condenarlo a la execración de los demás hombres, sino protegerlo y defenderlo frente a quienes querrán matarlo para vengar así la muerte de Abel. Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante. Es justamente aquí donde se manifiesta el misterio paradójico de la justicia misericordiosa de Dios, como escribió san Ambrosio: « Porque se había cometido un fratricidio, esto es, el más grande de los crímenes, en el momento mismo en que se introdujo el pecado, se debió desplegar la ley de la misericordia divina; ya que, si el castigo hubiera golpeado inmediatamente al culpable, no sucedería que los hombres, al castigar, usen cierta tolerancia o suavidad, sino que entregarían inmediatamente al castigo a los culpables. (…) Dios expulsó a Caín de su presencia y, renegado por sus padres, lo desterró como al exilio de una habitación separada, por el hecho de que había pasado de la humana benignidad a la ferocidad bestial. Sin embargo, Dios no quiso castigar al homicida con el homicidio, ya que quiere el arrepentimiento del pecador y no su muerte” (San Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, 9)
El Papa Benedicto XVI también explicó:
“Asimismo, en su condición de pecador, el hombre continúa siendo destinatario del amor de Dios, pues este amor es incondicional, y tras la caída asume el rostro de la misericordia. Incluso el castigo que Dios inflige al hombre y a la mujer hace surgir el amor misericordioso del Creador. En este sentido la descripción más precisa de la criatura humana es la de un ser en camino, homo viator. En esta peregrinación hacia la patria, el hombre está llamado a una lucha para poder elegir constantemente el bien y evitar el mal.” (Benedicto XVI, Carta Apostólica Ad perpetuam rei memoriam)
Todas las veces que he podido conversar con quienes sostienen que Dios no castiga sino que nosotros mismos nos castigamos, suelen encerrarse en el mismo razonamiento circular en el que confunden sin darse cuenta la culpa y el castigo. El error está en no entender que aunque la culpa sí procede de nosotros mismos, el castigo sí procede de Dios. En mi entrega anterior veiamos cómo Santo Tomás lo explicaba en términos más teológicos, aquí vemos como los Papas lo explican en términos más pastorales, sin embargo todos enseñan lo mismo.
El error se ha difundido grandemente también porque lo enseñan muchos sacerdotes en sus parroquias. Culpa pues de esos sacerdotes y sus superiores que no ha sabido formarse católicamente en este punto de doctrina.
Nota: Ya sé que en este post también he cometido el “pecado” de citar mucho a la Biblia y a los Papas. Nos lo reprocha a menudo Alejandro Bermúdez en su libro, que nosotros citamos mucho. Pero yo cito porque no enseño mi doctrina sino la doctrina de la Iglesia. La verdad es que si él pudiera citar aunque sea sólo un Papa enseñando lo que él enseña ya lo hubiese hecho, pero no lo hace porque no existe. En cambio recurre a lo que él llama la “razón teológica”, que no es más que los mismos argumentos que ya San Ireneo refutaba en el siglo III en su manual Contra todas las herejías. Véase por ejemplo, lo que dice en el libro III, 25, 2-3 y se verá que los argumentos que utiliza Alejandro hoy, los utilizaba un hereje de nombre Marción, líder de la secta del gnosticismo. Allí está el texto para que lo comprueben ustedes mismos. Los errores nunca mueren, vuelven una y otra vez con distinto rostro, y por eso es de lamentar tanto que haya infectado a un comunicador católico de la trayectoria y posición de Alejandro Bermúdez. El daño que puede causar con su libro, por el simple poder difusión que tiene, es enorme.
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40 comentarios
(Juan Pablo I, Audiencia 13 de Septiembre de 1978)
Léanlo ustedes de nuevo: Es verdad de fe.
Por tanto, si alguien les dice que Dios nunca castiga a sus hijos, se aparta de la fe católica.
La Palabra es clara cuando castiga a los de su izquierda: id todos al fuego eterno preparado por Dios...No es una invitación, sino una orden como castigo. Es obvio. Sin justicia Dios no tendría tampoco Misericordia.
Cristo tuvo misericordia de la adultera y no fue castigada segun lo establecido por la justicia de la ley. Pero esa misericordia conquisto el corazon de la mujer llevandola al arrepentimiento, es decir, la justifico,la ajusto a la ley, la santifico. Quiere esto decir que si fue castigada, pero no de manera fisica, como establecia la antigua ley, sino de manera espiritual, que es cuando la misericordia de Dios alcanza un corazon y lo purifica. Muchas lagrimas(no es necesario que el texto lo explicite para saberlo) de dolor por el pecado cometido derramaria esa mujer ,que es lo que sucede cuando Dios comunica SU Santidad a un alma y la deja ver a la Luz de Cristo, la profundidaz abismal del horror del pecado.
El castigo es una Gracia de Dios para el que vive por la Fe, el cual es,llamado por la Escritura en diversos pasajes; justo. Al igual que el sufrimiento y la sumision y la tristeza y otras muchas cosas mas,que desde el punto de vista de la Fe, segun Dios, no dejan de ser sino medios de gracia para nuestra santificacion;" sin la cual nadie vera a Dios"
La Paz de Cristo.
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JM: Saludos amigo. Aunque admite que Dios castiga, encuentro en esta explicación varios errores que me permito identificar.
- La mujer adúltera en el evangelio no fue castigada, fue perdonada. Cuando se dice que Dios castiga no se dice que Dios esté obligado a castigar siempre, porque "Dios Como Dios, por ser soberano y señor universal, no tiene que dar cuenta a ningún poder superior, tiene derecho a ser clemente, y esto significa que es libre para perdonar a los pecadores arrepentidos sin que ellos ofrezcan una satisfacción congrua o sin satisfacción alguna" (Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona 1966, p. 41)
- El castigo no es una gracia de Dios, porque una gracia es un don inmerecido, y el castigo es una pena merecida, son cosas muy distintas. De hecho, sería contradictorio decir que los demonios y los condenados que sufren merecidamente las penas infernales lo hacen por gracia, esto es, por un don inmerecido de Dios.
..."porque una gracia es un don merecido".
Seguramente querías haber dicho "inmerecido", como más abajo en el mismo párrafo.
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JM: Efectívamente, si lo he escrito así ya voy a corregirlo. Ha sido un desliz de teclado.
¿Cree que Dios purifica o purga a las almas ya en esta vida?...
Estoy de acuerdo en que la adultera fue perdonada, pero considero que el arrepentimiento genuino que ella,con toda seguridad experimento, es una forma de castigo espiritual(purificacion-purgatorio) al que el alma es sometida; por eso digo que el castigo de Dios a los que le aman,se vive como una gracia y es,una inmerecida gracia.
Yo creo o si considero,que toda accion de parte de Dios,encaminada a nuestra salvacion,es una gracia, es un don. Y si Dios disciplina,corrige y castiga a sus hijos que ama,lo hace por su bien,para su salvacion. No se si sera una imprecision del lenguaje teologico o un error teologico .
Dice que la gracia es un don merecido y el castigo es una pena merecida; yo creo que la pena merecida se convierte en don inmerecido porque viene del Amor de Dios, que de todas todas, es pura Gracia para re-formarnos .
Quizas hay gracias que se pueden merecer,o llamemosle. aumento de gracia,pero si se merecen,siempre se debe a una gracia anterior inmerecida.Como dije en el primer parrafo del anterior comentario.
Claro que,como dice San Pablo en Corintios; 2;13; " Hablamos de esto con un lenguaje que no nos lo ha enseñado la sabiduria humana sino el Espiritu, que expresa la cosas espirituales en terminos espirituales".
La Paz de Cristo.
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JM: Le repito que es un error, dado que el concepto inherente a castigo es opuesto al de gracia, por lo tanto no son conceptos complementarios. El castigo es una pena o privación de bien merecida, mientras que la gracia es un bien inmerecido. El perdón por ejemplo sí es una gracia, porque es la remisión inmerecida de la culpa, o la indulgencia que es la remisión inmerecida de la pena.
Hay otros castigos que tienen además un sentido medicinal. O sea, no que sean puramente medicinales, porque entonces no serían penas o castigos, sino que tienen los dos aspectos: el de retribución por la culpa, y el medicinal o correctivo.
En tanto que penas por el pecado, entonces, no son gracia alguna, y son merecidos. En tanto que tienen un sentido correctivo y medicinal, se los puede considerar una gracia inmerecida.
De hecho, que el pecador no sea castigado en esta vida se ve como signo del abandono de parte de Dios.
Saludos cordiales.
Estoy de acuerdo con el apunte de L.F. Entiendo que hay varios tipos de justicia; la vindicativa y la correctiva.
Una persona, despues de una intensa vida de pecado, cuando es alcanzado por la Luz, por Jesucristo("Mi salvacion surgira como la Luz"-Isaias;51;5-), experimenta lo que podriamos llamar un despertar,una purificacion de la conciencia(Hebreos;9;14 , 1ª de Pedro ;3;21 ,Efesios;5;13-14) que le permite ver y sentir el pecado con una claridad y agudeza, respectivamente, dificil de describir. Esto le produce un terrible pesar y dolor en el alma ,una honda pena(castigo) ,un desgarro indecible en el corazon,una penitencia(Joel;2;13), sabedor del daño que ha causado al projimo, que se ha causado a si mismo y sobre todo a Cristo, que fue crucificado por todo ese pecado ,que le sume en un mar de lagrimas(Zacarias;12;10-11 ,13;1); hablamos del arrepentimiento genuino ,purificador y salvador. Ese estado sobrenatural,es la antesala del perdon, que el Señor le comunica espiritualmente en el corazon,indudable y perceptiblemente de manera mistica,infusa(lo cual no quiere decir que no tenga que pasar luego por el sacramento de la confesion), moviendole a un estado de profundisima adoracion y accion de gracias(Isaias;57;18-19).
Lo que trato de explicitar es como el castigo por una pena merecida, Dios lo convierte en una gracia inmerecida. Como dice Nestor, castigo,en tanto pena por el pecado, pero tambien gracia inmerecida, en tanto que nos lleva a la conversion.
La Paz de Cristo.
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JM: La traducción exacta que yo he citado en mi libro es esta:
“Es tan grande la liberalidad de la divina beneficencia, que no sólo podemos satisfacer a Dios Padre, mediante la gracia de Jesucristo, con las penitencias que voluntariamente emprendemos para satisfacer por el pecado, o con las que nos impone a su arbitrio el sacerdote con proporción al delito; sino también, lo que es grandísima prueba de su amor, con los castigos temporales que Dios nos envía, y padecemos con resignación” (Concilio Dogmático de Trento, Cap. IX. De las obras satisfactorias)
Lo que define Trento es que se puede satisfacer a Dios por medio del padecimiento paciente de castigos temporales que nos envía, y el canon que nos trae anatemiza a quien lo niegue. Obviamente si Dios no nos enviara castigos temporales, no se podría satisfacerle al parecerlos pacientemente. Queda así en el texto infalible de un Concilio Dogmático la afirmación indirecta de una verdad de fe, para anatemizar un error más grave. A quien he citado aquí diciendo que el castigo divino es verdad de fe es al Papa Juan Pablo I, véase la cita en el artículo.
¿Cuando piensas continuar con la serie sobre catolicismo primitivo?
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JM: Próximamente. Estoy preparando la entrega de San Clemente Romano.
Cuando a Dios le pedimos perdón por nuestras ofensas y pecados, además del dolor por haberlos cometido hacemos una súplica, "Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados" (salmo, 78). Su misericordia se desborda y nos perdona el delito e incluso su castigo, a no ser que por pedagogía lo necesitemos. Esto sólo lo sabe El.
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JM: Así como lo dice.
Buenas hermanos.
Recomiendo leer el documento "Misericordiae Vultus"
BULA DE CONVOCACIÓN DEL JUBILEO EXTRAORDINARIO
DE LA MISERICORDIA, del Papa Francisco.
Yo diría que es "el último grito" del Magisterio, sobre este tema y nos ofrece mucha luz sobre la relación entre justicia y misericordia, en Dios.
Bendiciones en Cristo, María y José.
La expulsión del jardín del Edén de nuestros primeros padres y la perdida de las dones recibidos. (Gen. 3, 11ss).
El diluvio universal. (Gen. 6,13ss).
La confusión de lenguas, Babel (Gen. 11, 5ss).
La destrucción de Sodoma y Gomorra (Gen. 19, 15ss.)
Las plagas de Egipto (Ex. 7, 4ss.)
El castigo de David, muere su hijo (2 Sam. 12, 13ss).
Ananías y Safira mueren por mentir a Pedro (Hech. 5ss.)
Sobre estos castigos bíblicos también nos habla el apóstol Pedro en su segunda carta (2 Pe. 2, 4ss).
Hay más relatos pero estos son los que se me ocurren en este momento.
Frente a los hechos sobran las razones y la Sagrada Escritura nos presenta hechos indiscutibles.
A Alejandro Bermudez bien se le podría aplicar aquellas palabras de san Pablo: "Si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema!. (Gal. 1, 6-10).
Fuego sobre el campamento, Taberá (Nm. 11,1-3)
Castigo sobre Jerusalén y Judá (2 Re. 21,10ss)
Enfermedad mortal sobre Antíoco Epífanes (2 Ma. 9,5ss)
En todos los textos que cito (excepto el de Ananias y Safira donde aparece implícito por el contexto) se dice de modo manifiesto que el castigo proviene de Dios.
"Que el cielo, la tierra y nuestro Dios, Señor de nuestros padres, que nos castiga por nuestros pecados y los pecados de nuestros padres, os sean testigos para que no se hagan realidad estas palabras en el día de hoy" (Jdt. 7, 28)
El compendio del catecismo (numero 389):
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Los dones del Espíritu Santo son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir las inspiraciones divinas. Son siete: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
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Teología de la Perfección cristiana, Antonio Royo Marin, Editorial BAC, segunda edición, pagina 464:
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253. I. Naturaleza. -El don de temor es un hábito sobrenatural por el cual el justo, bajo el instinto del Espíritu Santo, adquiere docilidad especial para someterse totalmente a la divina voluntad por reverencia a la excelencia y majestad de Dios, que puede infligirnos un mal.
Para entender esta doctrina es menester plantear un problema previo, como hace Santo Tomas en el articulo primero de esta cuestion: ¿Es posible que Dios sea temido? Y contesta diciendo que Dios en sí mismo, como suprema e infinita Bondad, no puede ser objeto de temor, sino de amor. Pero, en cuanto que en castigo de nuestras culpas, puede infligirnos un mal, puede y debe ser temido. Y al contestar a una objeción armoniza el temor y la esperanza -que a primera vista parecen incompatibles-, diciendo que en Dios hay justicia y misericordia, la primera de las cuales excita en nosotros el temor, y la segunda la esperanza. Y así, por diversas razones, Dios es objeto de temor y de esperanza
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En la Biblia, Deuteronomio 8, 5-6:
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Reconoce en tu corazón que el Señor, tu Dios, te corrige como un hombre corrige a su hijo. Guarda, por tanto, los mandamientos del Señor, tu Dios, marchando por su caminos y temiéndole.
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616. 8. División del mal. El mal puede afectar al orden físico o al orden moral.
a) EN EL ORDEN FÍSICO puede acontecer de dos modos: por falta de la debida integridad en el ser a quien afecta (v.gr., la falta de piernas o de brazos en un hombre) o por defecto de la operación que realiza ese ser, ya sea porque carece en absoluto de ella (v.gr., la parálisis total en un hombre que debería andar) o ya porque no tiene el orden y modo debidos (v.gr., la cojera en el cojo).
b) EN EL ORDEN MORAL, O sea el relativo a las acciones voluntarias de las criaturas racionales y libres, el mal se divide en mal de culpa, que se produce cuando a la acción voluntaria le falta la debida ordenación al fin señalado por la naturaleza o por el mismo Dios (lo que ocurre en cualquier clase de pecado); y en mal de pena, que es el castigo impuesto directamente por Dios al pecador, o a través de la naturaleza caída por el pecado de origen. Por donde aparece claro que Dios es el autor del mal de pena (que es un verdadero bien, puesto que restituye el orden de la justicia conculcada), pero de ninguna manera es autor del mal moral, que constituye precisamente el desorden del pecado.
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www.aciprensa.com/podcast/puntodevista/La_Biblia_Latinoamericana-puntodevista12jun12.mp3
Minuto: 5: 12 en adelante "Si me preguntan a mi cual es la mejor biblia en español, es la biblia con la que yo rezo personalmente, yo diría es la biblia de D. Juan Straubinguer. Este gran teólogo y biblista alemán que realizó una traducción de la Biblia y la enriqueció con extraordinarios comentarios (...) Es la mejor biblia en español que yo conozco. (...) La antigua Biblia de Jerusalén anterior o hasta 1974, es una versión buena, que tiene una traducción confiable, fluida, con unas buenas notas a pie de página, no tan abundantes ni remotamente, ni tan edificantes como la de Mons. Straubinguer."
Analicemos algunos de esos "extraordinarios comentarios" y tan "edificantes" notas a pie de página:
Gen. 4,8: Y recién entonces supo valorar el castigo de Dios, y quizás el castigo tan tremendo le hizo comprender por primera vez cuan tremenda fue su culpa. La Sagrada Escritura cubre con ' respetuoso silencio el dolor de la primera madre.
Gen. 4, 15: Cain no sera victima de la venganza
humana; el mismo Dios se reserva el castigo del
primer homicida, el que no da señales de arrepentimiento.
Gen. 14,3: El Mar Salado es el Mar Muerto, cuyas aguas son especialmente salobres y espesas. Situado a 394 metros bajo el nivel común, es un testigo perenne del divino castigo de Sodoma. Véase cap. 19.
Gen. 24,41: 41. Maldición: el castigo de Dios en caso de no cumplir con el juramento.
Gen.38,9: 9. Enseña esta narración que el uso del matrimonio sin querer tener hijos provoca el castigo de Dios (v. 10), por ser un pecado contra la naturaleza.
Gen. 10,3: 3. Aarón enmudeció: "El silencio de Aaron, después que el castigo de Dios hubo alcanzado a sus hijos, es mas elocuente de lo que podrian ser las
palabras."
Num.20,11: Esto quiere decir el termino "No me habéis santificado" (v. 12) y solo este concepto explica el grave castigo que Dios pronunció contra ambos.
Deut. 29,4: En castigo del pecado, el Señor negó a los israelitas la gracia de entender los designios de Dios. No son, pues, excusables, porque los juicios de Dios, aunque ocultos, son justisimos.
Deut. 30, 29: Por muchos y graves que sean los castigos con que por sus pecados aflija Dios al pueblo, siempre acaba por prevalecer la misericordia y por cumplirse las divinas promesas en el resto de los salvados.
1 Rey. 3,14: Con esto no se niega a Heli la posibilidad de expiar sus pecados. En sentir de los santos Padres, el Señor solo quiere decir que en el presente caso el castigo temporal se llevara a cabo irremisiblemente.
1 Rey. 4,18: Heli recibió con resignación la noticia de la muerte de sus hijos, porque sabia que era un castigo de Dios.
1 Rey. 25, 7: David perdona esta falta de hospitalidad pero Dios se encarga del castigo.
2 Paral. 18, 20: Mas el Señor lo permite en castigo de los pecados precedentes.
Job 24,2: Job enumera en los versos que siguen (2-12) varias clases de injusticia, con el fin de demostrar que Dios no siempre da inmediato castigo al pecador.
Sal. 57, 1: Y les anuncia, como dice Ubach, "la alegría que sentirá el justo el día en que se haga manifiesta, con su duro castigo, la existencia de un Dios que hace justicia en la tierra".
Sal. 74,9: El cáliz es símbolo del castigo de Dios.
Sal. 104,5: Las sentencias: Los castigos que Dios infligió a Egipto y Canaan en favor de Israel. Cf. Ex. 6, 6; 7, 4; 12, 12, etc.
Prov. 15, 29: Dios esta lejos de los impios, de modo que son "hijos de la ira" (Ef. 2, 3), objetos del castigo de Dios.
Prov. 17,11: Es el castigo que Dios le manda o le reserva.
Sab. 12,26: Vemos una vez mas la preocupacion de Dios por evitar castigos (v. 2). Un castigo digno de Dios: la terrible muerte de los primogénitos y finalmente la destrucción del ejercito egipcio en el Mar Rojo.
Isa. 4,1: Expresion de espantosa
desolacion a causa de las guerras que privarán
a esas mujeres lujuriosas (cf. 3, 18) de maridos. De
este modo quedaran sin hijos y sin herederos de sus
bienes. Era esto el oprobio mas grande para la mujer
hebrea. Los hechos demuestran que Dios ha reservado el mismo castigo para las mujeres cómodas de hoy.
Isa. 19, 23: Con todos los castigos Dios persigue un fin superior: la salud mesiánica, la fundación del Reino que abarcara a todos los pueblos (véase 2, 2-4). Israel sera una bendición en medio de la tierra (v. 24).
Isa. 45,7: El mal. es decir, la calamidad o la desdicha (hebr. ra'). Dios no creo el mal en sentido de pecado. sino en cuanto hizo que este tuviese para los hombres los mas dolorosos castigos. Cf. Sab. 2, 24 y nota.
Isa. 64, 6: El castigo que Dios les infligió es justo. Con todo, la conciencia y confesión de su miseria y la esperanza del perdón los hace dignos de la divina misericordia.
Jer. 27,22: Vemos aquí el corazón paternal
de Dios, quien anuncia a su pueblo escogido
el carácter medicinal del castigo. Terminado este,
le manifestara de nuevo su benignidad y lo restaurará
con tal que lo busquen a El.
Jer. 31,3: Porque, como el pecado excito la cólera de Dios y trajo el castigo sobre los delincuentes, así a las bendiciones divinas es preciso que preceda la desaparición del pecado y la reconciliación.
Hech. 5,10: Pedro no ejerce aquí un poder de quitar la vida, sino que obra como profeta. declarando el castigo que enviaba Dios (cf. el caso de Eliseo en el camino de Betel; IV Rey, 2, 23 ss.) S. Agustin supone que de esta muerte corporal se sirvió la divina misericordia para evitarles la muerte eterna.
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(Estos son solo algunos ejemplos. Como se puede comprobar las notas de esta Biblia contradicen la posición que defiende el Sr. Bermudez sobre los castigos de Dios. ¿Quién se cree el Sr. Bermudez para desmentir a este "gran teólogo y biblista alemán"?).
Fuente:
ia600504.us.archive.org/10/items/SantaBibliaStraubingerAntiguoTestamento/Santa-Biblia-Straubinger-Antiguo-Testamento.pdf
ia800308.us.archive.org/25/items/SantaBibliaStraubingerNuevoTestamento/Santa-Biblia-Straubinger-Nuevo-Testamento.pdf
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JM: En mi opinión el problema no sería tanto si Alejandro desmintiera sólo a un biblista por más ilustre que pueda ser. Lo grave es que rechaza con pertinacia la interpretación auténtica que hace de este tema el Magisterio de la Iglesia.
Y respecto a las citas, muy buenas las que ha traído, Alejandro ya ha dicho en varias ocasiones que no le valen, porque según él esa es una forma "protestante" de argumentar.
No menciono nada del apostólico magisterio porque usted ya lo ha expuesto muy bien en el post, no tiene sentido que repita lo que usted ya comentó.
Cualquier católico con una decente educación religiosa sabe que la última palabra en materia de fe recae sobre el sumo pontífice, que refleja bien aquella frase de 'Roma locuta, causa finita' . Como el aludido hace caso omiso a la autoridad apostólica, y en esto incurre en pública herejía, quizás resulte más efectivo incidir en otros puntos que apenas se han desarrollado, como el valor probatorio de los relatos bíblicos, "testigos" de la acción divina en la historia de la salvación.
Una teología que prescinda del dato bíblico se convierte en racionalismo teológico. Porque la misión del teólogo no consiste en especular sobre Dios, sino en descubrir en la palabra de Dios oral o escrita (Escritura y Tradicion) lo que el Señor ha dicho de si mismo. Cuando esto se olvida, la pureza de la fe sufre las consecuencias.
El Concilio Vaticano II ha dicho que la "Escritura debe ser el alma de la Teología" (Dei Verbum 24) y Pio XII afirma que debe ser el "fundamento" de la Teología (Humana Generis 4).
¿A que se debe pues el empobrecimiento del saber teológico en los últimos 50 años? Muy simple. La Sagrada Escritura ha sido maltrada de mil formas, lo que antes era "el relato fiel de acontecimientos reales" (Providentisimus Deus 21) ahora se convierte en narraciones ficticias con finalidad didáctica. Lo que suena chocante a la mentalidad moderna se mitiga abusando de los géneros literarios. La enseñanza de los Santos Padres "testigos de la presencia viva de la Tradición" (DV 8) se excluye por obsoleta, etc.
Podemos comprobarlo echando mano de alguna de nuestras biblias editadas después del Concilio Vaticano II. Por ejemplo, sobre los Hechos de los Apostoles, se dice en la Biblia de Jerusalen de 1975 que el valor histórico está "garantizado", en la versión de 1998 el valor histórico "no es uniforme" y la Biblia de la Conferencia Episcopal Española de 2010 que el valor histórico del libro reside en que "se trata sin duda de una obra teológica". Así estamos. Desaparecida la historia, desaparecida la fe.
w2.vatican.va/content/benedict-xv/es/encyclicals/documents/hf_ben-xv_enc_15091920_spiritus-paraclitus.html
Si he dicho algo que merezca censura dígame que es. Pero no borre el comentario completo, porque la lectura de esta encíclica va a hacer un bien inmenso a muchos católicos.
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JM: Lo suprimí porque me pareció que estaba fuera de tema.
Se que va borrar mi comentario, y me parece bien si así lo desea. Sólo quiero que me responda a lo siguiente .
Dos cosas. Primero: le envíe un Mail (a hotmail) a usted hace una semana, y no me ha contestado. Se lo envíe a través de mi celular, quizás no le llegó, o usted ha estado muy ocupado.
Dos, recuerdo que usted hace tiempo publico un post de lo dañino que es para el cristiano escuchar heavy metal. Pero ya no he encontrado ese post en la red, quisiera si podría dar la liga para releerlo. Gracias saludos
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JM: Hola Hernán.
Se me había pasado por alto ese correo. Ya lo contesto.
Respecto al artículo sobre el rock, sólo recuerdo tener este en apologeticacatolica.org.
Página 161-162:
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En los textos arriba transcritos se indica repetidas veces que también el dolor viene de la mano de Dios. Es una medicina divina y hasta una prueba de amor divino. «¡Dichoso el hombre a quien castiga Dios! No desdeñes, pues, el castigo del Omnipotente. El es el que hace la herida; El, quien la venda; El, quien hiere y quien cura con su mano. Seis veces te sacará de la tribulación, y a la séptima no te alcanzará el mal. En tiempo de hambre, te salvará de la muerte; en tiempo de guerra, de los golpes de la espada. Te preservará del azote de las lenguas, no temerás la desventura si viniere, te reirás de la devastación y del hambre, no temerás a las fieras salvajes. Harás alianza con las piedras del campo y paces con las bestias de la selva. Probarás las delicias de tu tienda, nada echarás de menos al visitar tus apriscos. Verás multiplicarse tu prole y serán tus rebaños como las hierbas de los campos. Bajarás al sepulcro en madurez, como a su tiempo se recogen las haces» (Job 5, 17-26). No obstante, Job está convencido de que los caminos de Dios son incomprensibles. Sólo el pensar en la inescrutabilidad de Dios le evita incurrir en la más terrible desesperación (véase § 48).
Salmo 66 [65], 10-12: «Tú, ¡oh Dios!, nos has probado, nos has examinado como se examina la plata. Nos metiste en la red, pusiste los pies en nuestros lomos. Hiciste cabalgar hombres sobre nuestras cabezas. Pasamos por el fuego y por el agua, pero al fin nos pusiste en refrigerio.» Ps. 118 [117], 18: «Castigóme, castigóme Yavé, pero no me dejó morir.» Ps. 119 [118], 67: «Antes de ser humillado estuve descarriado, pero ahora guardo tu ley.» Versículo 71: «Bien me ha estado ser humillado para aprender tus mandamientos.» Lo mismo que Job, en vista de los dolores del mundo, el Eclesiastés piensa en la incomprensible majestad de Dios. Nadie puede contender con Dios, que es más poderoso que todos (Ecle. 6, 10). «¿Quién podrá decir que una cosa suceda sin que lo disponga el Señor? ¿No es de la voluntad del Altísimo de donde proceden los males y los bienes? ¿Por qué, pues, ha de lamentarse el viviente? Laméntese más bien cada uno de sus pecados. Escudriñemos nuestros caminos, examinémoslos, y convirtámonos al Altísimo. Alcemos nuestro corazón y nuestras manos a Dios, que está en los cielos» (Lam. 3, 37-41).
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Página 166,168
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San Juan Crisóstomo escribe en su comentario al Evangelio de San Mateo (homilía 13; BKV I, 224-26): "Por una parte, Dios no castiga a todos los pecadores en esta vida, para que no pierdas la fe en la resurrección ni en el Juicio final, pensando que Dios ha juzgado ya a todos en esta vida; por otra parte, no permite que todos los pecadores mueran sin haber expiado sus pecados, para que no pienses que el mundo no es gobernado por la Providencia. Por eso castiga a los unos y a los otros no. En los unos quiere mostrar que en el más-allá juzgará a los que en esta vida no han recibido el castigo merecido; con los otros quiere despertar en ti la convicción de que después de la muerte nos espera un juicio severo. (...) [sigue el mismo santo, pág. 168] Conviene saber que de antemano Dios quiere que todos se salven y que entren en su reino. Porque no nos ha creado para castigarnos, sino para que seamos partícipes de su bondad, pues Dios es bueno. Pero castiga a los pecadores porque es justo.
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Pagina 182
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Si a personas de poco mérito moral y religioso les tocan en suerte bienes terrenos (poderío y riqueza), esto podría ser una recompensa del bien que también ellos hacen, o una llamada de Dios que quiere que se conviertan. Pero puede ser también un castigo, pues Dios permite a veces que los impíos aumenten su impiedad mediante el mal uso del poder y de la riqueza (Act. 14, 16). Cuando Dios envía tribulaciones al bueno, es porque quiere castigar con ellas sus faltas, o excitar su amor, o fortalecer su virtud y aumentar sus méritos (§ 93). Conviene tener en cuenta, ante todo, que el destino definitivo del hombre no está aquí abajo en el mundo, sino en el más allá. Precisamente el hecho de que aquí abajo, a menudo, a los buenos les va mal y a los malos bien, constituye para la razón uno de los motivos que la inducen a admitir la revelación sobrenatural de los enigmas del gobierno divino del mundo, a creer en un futuro en que quedarán resueltos los antagonismos y disonancias de la vida terrestre. La Historia es una continua transición hacia ese futuro.
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Página 217
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Mediante la intervención de Dios, las tribus de Israel constituyeron un pueblo llamado a cumplir una misión distinta de la de otros pueblos. Su destino no fué el fomento de fines nacionales, económicos, militares y culturales, sino la anunciación y realización del Reino de Dios. En relación con ello, Dios concluyó una alianza con él. Dios mismo fué el señor de la alianza, determinando el modo de vida del pueblo que eligiera. El orden de la alianza fue un orden divino. El pueblo escogido no se mostró siempre inclinado a cumplir las obligaciones que le impuso el señor de la alianza. Vivía rodeado de pueblos que poseían una elevada cultura, fundamentada por una religión mítica. Por medio de los Profetas, Dios amonestó al pueblo infiel, recordándole los deberes que le imponía la alianza. Para que se arrepintiese, Dios castigó a su pueblo con toda clase de penalidades y catástrofes. En nombre de Dios, los profetas anunciaron que las catástrofes nacionales eran castigos que Dios enviaba a su pueblo para que hiciese penitencia. Al mismo tiempo, los profetas tenían la misión de anunciar la misericordia y benevolencia divinas. Dios mantuvo y fomentó de este modo su señorío, el cual quedó definitivamente asegurado mediante la venida de Cristo. Esta actividad histórico-divina dentro de la Historia universal es lo que nosotros llamamos Historia de la Salvación. De esta actividad divina da testimonio el AT.
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AUDIENCIA GENERAL DE JUAN PABLO II
Miércoles 13 de agosto de 2003
A lo largo de todo el cántico del capítulo 13 de Tobías se repite a menudo esta convicción: el Señor "castiga y tiene compasión... os ha castigado por vuestras injusticias, mas tiene compasión de todos vosotros... te castigó por las obras de tus hijos, pero volverá a apiadarse del pueblo justo" (vv. 2. 5. 10). Dios recurre al castigo como medio para llamar al recto camino a los pecadores sordos a otras llamadas. Sin embargo, la última palabra del Dios justo sigue siendo la del amor y el perdón; su deseo profundo es poder abrazar de nuevo a los hijos rebeldes que vuelven a él con corazón arrepentido.
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JM: Sí, ese y muchos otros. Al final del libro hay una sección completa de citas de los Papas sobre el tema.
Un castigo d epro si, no es algo injusto, si no sería un castigo injusto.
Con o sin consecuencias quuienes niegan que Dios castiga tienen un concepto errado de la palabra o un miedo de acusar a Dios de algo.
El vivir las consecuencias es algo que creó Dios para nuestra corrección.
1ª Carta a los Corintios 11:32. Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
Y respecto a las citas, muy buenas las que ha traído, Alejandro ya ha dicho en varias ocasiones que no le valen, porque según él esa es una forma "protestante" de argumentar. Del Estimadisimo Padre Iraburu.Tengo la Biblia de Monseñor Straumbiger, es muy hermosa, muy buenos sus comentarios.Siempre le digo a allegados, que aún citando, esa Biblia, si se ignora Los Santos Padres,La Tradición Viva de la Iglesia, el Magisterio Extarordinario y Ordinario sobre todo en temas de FE y Moral, estamos en una Iglesia, Evangelica, la Fe como la Vivierón los Santos, a veces no dogmáticas, pero los que son reconocidos por la Iglesia, sus experiencias, nos sirven para Ser Catolicos, sino seriamos evangelistas, aún con esa belleza de Biblia.Tengo la de Nacar también.Los Textos evangelicos,citados por Usted son contundentes, y lo que dice la Iglesia,la FE de la Iglesia,Fundamental!!!!!!!!!!!!Es hacerle Caso a Cristo, justamente mi conversión se asocio gracias a Dios, a eso y si se ignora, pregunto donde estamos, en una iglesia Evangelica buenista,Dios Nuestro Señor, con un AMOR, tremendo, es un tontito!!!!NO!!!!!!!!
Dios no castiga con castigos producto de una justicia porque en ultimas tuna justicia entendida de tal manera seria una justicia que violentaria la libertad del hombre, lo cual seria contrario al
amor.
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JM: Menudo disparate.
El artículo, en mi opinión es toda una petición de principio.
Resulta que me he encontrado por aquí con varias cosas, que bien leídas dan cuenta de que la exégesis correcta de la Sagrada Escritura, y por tanto, del magisterio es la contraria, es decir, que Dios no castiga.
1) Dice en el catecismo de la Iglesia católica:
(Tomado de vatican.va):
1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Jn 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si no omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".
Es claro que cuando dice "salvo que elijamos libremente" Dios no nos impone nada.
2) Dijo el papa Juan Pablo II en una audiencia general:
(Un extracto una audiencia general del papa Juan Pablo segundo, tomada deVatican.va)
“
JUAN PABLO II
AUDIENCIA
Miércoles 28 de julio de 1999
El infierno como rechazo definitivo de Dios
http://apologeticacatolica.org/Masalla/Masalla02.htm
Es obvio que cuando dice “escoge la vida” implícitamente está diciendo que somos también nosotros los que nos maldecimos, es decir en últimas que Dios no castiga, puesto que al hablar de escoger se está dando a entender que no hay obligación de optar por la otra opción.
La verdad, para mí como católico, es claro que la exégesis correcta es que Dios no castiga.
Que tenga Buena tarde y disculpe lo extenso de mi comentario.
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JM: Esos textos solo le sirven para probar que el hombre está dotado de libre albedrío, no que Dios no castiga. Son cosas distintas aunque que no comprenda la diferencia.
Se puede decir por ejemplo que el hombre es libre psicológicamente (está libre de coacción extrínseca) para elegir el mal, pero no es libre moralmente de elegir el mal. Si elige el mal se hace merecedor de la pena correspondiente (castigo).
Le pondré un ejemplo elemental para que lo comprenda:
En el ámbito civil todos somos libres (en sentido psicológico) de cumplir o no las leyes civiles, pero nadie entiende que somos también legalmente libres de violarlas. Si lo hacemos el juez nos impondrá justamente una pena (castigo). Por supuesto, que nosotros al elegir violar la ley, nos hacemos merecedores del castigo, pero no nos castigamos nosotros mismos. Nadie cuando va preso dice: cometí un delito, voy a pasar 20 años en la carcel. Es el juez el que castiga.
El mismo principio asigna al orden moral donde el juez último es Dios. Por eso decía San JPII:
“Al mal moral del pecado corresponde el castigo, que garantiza el orden moral en el mismo sentido trascendente, en el que este orden es establecido por la voluntad del Creador y Supremo Legislador. De ahí deriva también una de las verdades fundamentales de la fe religiosa, basada asimismo en la Revelación: o sea que Dios es un juez justo, que premia el bien y castiga el mal: « (Señor) eres justo en cuanto has hecho con nosotros, y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios. Y has juzgado con justicia en todos tus juicios, en todo lo que has traído sobre nosotros … con juicio justo has traído todos estos males a causa de nuestros pecados ».(Daniel 3,27)” (Juan Pablo II, Salvífici Doloris, 10)
Tenga buen Día.
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JM: Dios no da al hombre libertad moral para pecar. Y así, aunque el hombre no es moralmente libre para pecar, si es libre de coacción extrínseca para hacerlo, y también en sentido psicológico.
Ahora bien, otro problema es que usted utiliza términos incorrectos teológicamente. La pena no se "construye", sino se "merece" al pecar. Dios no solo la permite sino que la decreta y la inflige porque es el juez supremo. Citas ya se dieron:
"las penas son consecuencia de los pecados, infligidas por la santidad y justicia divinas"
Papa Pablo VI
"debe atribuirse a Jesucristo la potestad llamada ejecutiva, puesto que es necesario que todos obedezcan a su mandato, potestad que a los rebeldes inflige castigos" Papa Pio XII
etc.
Por qué usted no cita nada ni puede encontrar en el Magisterio ninguna explicación donde se diga que el hombre "construye" la pena? Porque no existe tal disparate en la doctrina católica, y por eso tiene que recurrir a una lógica defectuosa sin citar nada.
Basta que lea el artículo con mente abierta y sin prejuicios y saldría de su error, pero yo no estoy puesto por el gobierno así que en lo que usted respecta, caso cerrado.
Es más, de hecho dice en Juan 3, 17 “porque no ha enviado a su hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él ” (biblia de Jerusalén), lo cual es implícitamente Dios no castiga.
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JM: Lo que dice no tiene sentido. Dios para “darse a entender mejor” no va decir precisamente lo contrario a lo que usted niega. El texto del evangelio que propone tampoco demuestra que Dios no castigue (Juan 3,17), sino que en su primera venida, Cristo vino a exhortar a la conversión. En ese momento su función no es la de ser juez de vivos y muertos, pero el mismo Cristo posteriormente aclara que llegará el momento en que sí ejercerá esa función:
Mateo 25, 31-46: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. 33.Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda…Entonces dirá también a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles…E irán éstos a un castigo eterno".
El Papa Pio XI en la encíclica citada precisamente hace referencia a esto.
Yo creo que usted está de manera infantil asumiendo que el castigo es en sentido literal y no, hay que abrir la mente para entender que hay la posibilidad de que Dios no castiga y sea justo, es decir, de ninguna de estas dos premisas se contradigan, seguir insistiendo en una supuesta contradicción es pensar a Dios desde nuestros limitados prejuicios humanos.
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JM: Veo que sus conocimientos en teología moral básica están en cero y por eso no entiende la terminología ni lo que intento decir y luego agrega un sin fin de disparates. Lo que sostengo es que el hombre no es libre de su deber moral de cumplir con las leyes divinas. Si el hombre fuera libre de su deber, entonces podría pecar sin que cometiera falta alguna, y no existiría la noción de pecado.
Los mandamientos son leyes morales, y el Evangelio, que contiene la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo, está repleto de enseñanzas que hacen referencia a nuestra obligación respecto a cumplir estos mandamientos: “si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19,17, etc. etc.)
No se entiende por qué habla de contradicción, cuando no la hay: ni la Biblia ni el Magisterio ni la Tradición enseñan que Dios no castiga, todos enseñan que sí puede hacerlo y que efectivamente lo hace. Los textos bíblicos que cita en su favor, como Juan 3,17, solo demuestran una pésima eiségesis bíblica que no se sostiene a la luz de otros textos similares (como ya le mostré en el comentario anterior).
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