(VIS/InfoCatólica) El Santo Padre ha explicado que “el Credo de la Iglesia, no es otra cosa de lo que se dice en esta simple afirmación: "Jesús es Señor"” y que “si queremos estar en el Espíritu Santo, debemos adherir a este Credo” porque “haciéndolo nuestro, accedemos a la obra del Espíritu Santo.
“La expresión "Jesús es el Señor" se puede leer en dos sentidos. Significa: Jesús es Dios, y contemporáneamente: Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús”. Y en el Credo, ha subrayado el Pontífice, “se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios”.
“Con el Bautismo y la Confirmación nos es dado este don específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia esto se repita continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los sacramentos, cada uno de manera propia, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que obra en ellos”.
Benedicto XVI ha subrayado la relación entre Espíritu Santo y la Iglesia. "El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ella no deriva de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, porque si fuera así se habría extinguido hace tiempo, así como pasan las cosas humanas. La Iglesia, en cambio, es el Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo". El Espíritu Santo anima la catolicidad de la Iglesia:
“Con esto se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es el fruto de la inclusión sucesiva de diversas comunidades. Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la ha creado como la Iglesia de todos los pueblos; ella abraza el mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino”.
Y también es el Espíritu Santo quien confiere la santidad a la Iglesia: “Ella es santa, no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea y la santifica siempre”.
Finalmente, el Santo Padre comentando de nuevo el Evangelio, ha recordado la alegría que los discípulos tuvieron en la Pascua: Jesús “lo que dona no es una alegría cualquiera, sino la alegría misma, don del Espíritu Santo”.