El milagro del Bicentenario

Demasiados cristianos católicos y ortodoxos han abandonado la rica herencia de devociones marianas que poseen. Están acobardados ante las polémicas de los fundamentalistas, avergonzados por las sonrisitas de teólogos del disenso o apabullados por sensibilidades ecuménicas bienintencionadas pero descaminadas. Se alegran de tener una madre que reza por ellos, les prepara la comida y cuida la casa; sólo que les gustaría que estuviera fuera de la vista cuando haya cerca otros que no van a comprender…».

No fue un domingo más. La Iglesia celebraba la fiesta de Santa María Virgen Reina, fijada en el calendario litúrgico exactamente siete días después de la Asunción, es decir, de su elevación al Cielo en cuerpo y alma, contemplada en el quinto misterio glorioso.

Si hacemos historia, esta fiesta fue instituida por Pío XII recién en 1954 y como una respuesta a la creencia de la Tradición que reconoce desde siempre su dignidad de Reina por ser madre del Rey de Reyes. Al establecerla, el Papa invitaba a todos los cristianos a acercarse a este “trono de gracia y de misericordia de nuestra Reina y Madre para pedirle socorro en las adversidades, luz en las tinieblas, alivio en los dolores y penas”.

Al leer estas palabras no pude dejar de pensar en la piedad mariana de los mineros, mientras un reportero radial decía instantes antes de que hablara el Presidente que si los 33 estaban con vida era porque 33 habían sido los años de Cristo. Y casi al mismo tiempo que al hacer zapping en televisión comprobaba que las noticias buenas también son noticias, recibí un mail en que se me urgía: “Recalca, por favor, que hoy es ¡¡María Reina!!”.

Día de la Virgen, venerada en sus muchas advocaciones. La Virgen del Carmen, Patrona de Chile; la Virgen de la Candelaria, cuya oración comienza “Madre de los mineros y del pueblo de Atacama…”. Ingresé a la página web de la Virgen de Andacollo —no sabía ni que existiera esa página— , tal vez para adentrarme más en la piedad popular, y encontré diferentes blogs que me impresionaron: “Mónica Sandra Flandez Bórques: Gracias Virgen, los tenías bajo tu manto. Sanos y salvos. Gracias”. “Sara Arancibia P: Madrecita de Chile, te damos las gracias por devolvernos a nuestros mineros con vida. Gracias por escuchar nuestras plegarias. Los chilenos estamos más que agradecidos por tus bendiciones y por tus cuidados”. “Marilyn Carreño: Chinita de los milagros, pon tu mano protectora en los mineros de Copiapó”.

La columna que ya había escrito para que esta semana apareciera en Temas y Noticias quedó relegada. ¿Cómo desoír ese clamor popular cuando en los improvisados altares nortinos mostrados en la televisión aparecen imágenes del Sagrado Corazón, de la Virgen del Carmen, de San José, de San Lorenzo…? ¿Cuando me entero que la voz Andacollo deriva del quechua Anta-Coya, que significa “cobre-reina”, dos elementos amalgamados en la proeza del domingo?

Qué decisiva tiene que haber sido la Virgen para guiar, incluso aunque algunos lo desconozcan, a las autoridades, a los ingenieros, a los técnicos, a los operarios (el que maniobraba la máquina que llegó al túnel no se despegaba de su rosario), a los rescatistas; pero, también, cuántas gracias ha derrochado para mantener la fortaleza de esos 33 hombres que si bien llevaban el domingo 17 días en las profundidades, se están convirtiendo en actores esenciales de esta operación salvataje (salvamento).

Una de las parientes de los mineros gritaba desaforada que ella sabía que estaban los 33 vivos, pero que la creían loca, y agregaba sin siquiera intuirlo una frase de profundo contenido teológico: “Bendita locura la de Dios”, mientras agradecía “al Señor y a la Virgen”.

Es que el reinado de María no se limita al Cielo. Se extiende también a toda la tierra. El problema está en que algunos, quizás por una incomprensible vergüenza, no se atreven a invocarla.

La verdad es que yo no me avergüenzo de escribir esta columna sobre María, aunque algunos no lo entiendan o ironicen. Muy por el contrario, me salta a la memoria “Dios te salve, Reina y Madre”, ese libro de Scott Hahn cuya primera edición española data de 2002 y en la que cuenta cómo cuando él tenía 15 años y se sintió indispuesto en el colegio y debieron llamar a su madre, se avergonzó cuando ésta llegó a la enfermería. A pesar de su piedad “recién encontrada”, él le pidió que ella saliera adelante para que sus amigos no vieran que la mamá lo había ido a buscar. Esa tarde su padre le dijo: “Tu religión no vale mucho si se queda en meras palabras. Tienes que pensar en cómo tratas a los demás”. A continuación vino el golpe de gracia: “Nunca más te avergüences de que te vean con tu madre”.

Pastor presbiteriano converso al catolicismo, al escribir el libro sobre la Virgen compara esa reacción quinceañera suya con su propia negligencia hacia María y con la de muchos cristianos, incluso católicos. Puntualiza: “La mayoría de los ministros protestantes —y en esto hablo por propia experiencia— evitan hasta mencionar a la Madre de Jesús, por miedo de ser acusados de criptocatolicismo (…) No se trata sólo de un problema protestante. Demasiados cristianos católicos y ortodoxos han abandonado la rica herencia de devociones marianas que poseen. Están acobardados ante las polémicas de los fundamentalistas, avergonzados por las sonrisitas de teólogos del disenso o apabullados por sensibilidades ecuménicas bienintencionadas pero descaminadas. Se alegran de tener una madre que reza por ellos, les prepara la comida y cuida la casa; sólo que les gustaría que estuviera fuera de la vista cuando haya cerca otros que no van a comprender…”.

Pero esa piedad mariana sí la comprenden los mineros y tantos fieles que no se avergüenzan de invocar a María. ¿“Milagro”, como lo han calificado los titulares de medios periodísticos internacionales? En realidad se puede decir en propiedad que, después de esto, ya nada podrá superar las celebraciones de nuestro Bicentenario

 

Lillian Calm, periodista

Publicado en  © Temas & Noticias

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2 comentarios

josué
¡Dios te salve, Reina y Madre...! En mi opinión, no hay plegaria a la Virgen tan merecida y tan hermosa, sobre todo en español, que no suena lo mismo en otros idiomas.
No me deja conmover estos acontecimientos.Así que una de los familiares de un minero agradecía al Señor y a la Virgen.“Bendita locura la de Dios”, mientras estaba convencida que los 33 vivían; ¿augurio; presagio; adivinación, conjetura? NO, profecía. Es curioso que desde nuestro bautismo estamos llamados a ser "profetas" y aun oímos decir con cierta jocosidad e incluso orgullosamente eso de que "no soy profeta ni hijo de profeta"
Dios no me permita que un sólo día pida al REY y la REINA MADRE por estos mineros; y menos cuando una mina, en Huelva, se llevó a uno de mis abuelos que no pude conocer.
Dios te salve, Reina y Madre, libéralos antes de tantos meses, que ninguno se pierda sobre todo del Reino.
25/08/10 4:45 PM
Ana
Que afortunados son en Chile por esa piedad que tienen
29/08/10 9:40 PM

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