(Gaudium Press/InfoCatólica) Guido Marini nació en Génova el 31 de enero de 1965. Ordenado sacerdote el 4 de febrero de 1989, obtuvo el doctorado utriusque iuris (en derecho canónico y civil) en la Universidad Pontificia Lateranense, y se graduó en Psicología en la Universidad Pontificia salesiana, en 2007.
Entre 1988 y 2003 actuó como secretario del arzobispo de Génova, los cardenales Giovanni Canestri, Dionigi Tettamanzi y Tarcisio Bertone sucesivamente, y fue también maestro de ceremonias de los cardenales Tettamanzi y Bertone y de monseñor Angelo Bagnasco. Desde 1992 ha impartido Derecho canónico en la sección de Génova de la Facultad de Teología de Italia Septentrional y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas. En 2002 fue nombrado Canónigo de la Catedral de San Lorenzo, de la que fue prefecto en 2003. Del 2003 al 2005 fue director del Ufficio Diocesano per l'Educazione e la Scuola. Desde 2004 fue también Director Espiritual del Seminario de Génova.
El 1 de octubre de 2007 el Santo Padre Benedicto XVI, le nombró Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias, nombramiento con el que se le concedió también el título de Prelado de Honor de Su Santidad, que lleva anejo el tratamiento de Monseñor. Anna Artymiak entrevista a Monseñor Guido Marini:
–En la Iglesia Católica concluye el Año Sacerdotal. ¿Cuál es el real significado de la celebración litúrgica de la misa y la Eucaristía en la vida de un sacerdote?
Creo que una celebración litúrgica en general, y en particular la celebración de la misa, que es el centro y el corazón de la vida de un sacerdote, debe verse desde el punto de vista personal, y desde el punto de vista de su ministerio en medio del pueblo de Dios. Del punto de vista personal, porque la vida de un sacerdote es como la de un fiel; sin embargo la suya, en particular, gana plenitud a partir de la celebración litúrgica de la misa. Podríamos decir que toma la forma de sacrificio eucarístico, porque en esto el sacerdote aprende lo que significa ser Jesús entre su pueblo. Por otro lado, en la celebración eucarística el sacerdote encuentra también el centro y el corazón para su vida ministerial, porque la misa es el mayor acto que el sacerdote puede realizar en favor del pueblo que le fue confiado, por tanto, en favor de la Iglesia, y también, porque justamente de la participación en la celebración litúrgica, la misa, la Eucaristía, el sacerdote encuentra la caridad del corazón del Señor, y por tanto, el estímulo para cumplir su misión, su ministerio.
–Usted asiste al Santo Padre en todas las celebraciones. ¿De qué manera vive Benedicto XVI la oración y la misa?
Sí, tengo esta gracia de poder estar muy cerca de él y, por tanto, de poder verlo también muy de cerca. Creo, por otro lado, que también todos aquellos que están presentes en la celebración del Papa pueden percibir algunos aspectos de su modo de celebrar. Ciertamente el Papa vive, en el momento de la celebración, el instante más alto, más importante de su propio ministerio como Sumo Pontífice. Personalmente, lo veo siempre muy recogido durante la misa, partícipe en primera persona de aquello que está celebrando, de aquello que está viviendo. Pienso que poder estar presente en una celebración del Papa, para todos –y para mí de modo particular–, es una verdadera escuela del celebrar, como diría el Papa, del ars celebrandi. Creo que el Papa es un maestro en el ars celebrandi.
–El entonces Cardenal Ratzinger escribió el famoso libro Introducción al espíritu de la Liturgia, que ayuda a entender mejor el empeño de Benedicto XVI en el desarrollo de la liturgia. ¿Cuál es la contribución de Benedicto XVI en este tema en nuestro tiempo post-conciliar?
Pienso que la contribución que Benedicto XVI dio, y está dando a la liturgia, es cada vez más significativa en línea con el Concilio Vaticano II, porque conoce cada primer desarrollo, y, al mismo tiempo, la continuidad con toda la gran tradición litúrgica de la Iglesia, a través de dos niveles. Por medio de su enseñanza, su magisterio en este ámbito litúrgico, y después, a través del ejemplo de la forma como celebra, que dice respecto a San Pedro, Roma, pero dice respecto también a los momentos enteros, es decir, también de las virtudes de las celebraciones del Papa en los diferentes países que visita. Me parece que los dos grandes actos del magisterio, sean de un lado el motu propio, de gran importancia por sus contenidos y las evaluaciones que el Papa presentó, y de otro, la exhortación post-sinodal sobre la Eucaristía, aquella que siguió al Sínodo sobre la Eucaristía, Sacramentum caritatis. Y también, repito, el ejemplo de su celebración, en la cual es posible encontrar tantos elementos que realmente son una ayuda en el desarrollo orgánico de la liturgia en la Iglesia de hoy.
–Hace casi tres años usted es encargado como Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. Usted introdujo algunos cambios, como, por ejemplo, la colocación del crucifijo en el centro del altar y la distribución de la Eucaristía de rodillas suministrada en la boca. ¿Por qué? Al inicio de este año, en un discurso suyo a los sacerdotes, usted dijo que hay una continuación en la liturgia y que es equivocado separar la liturgia pre-conciliar de aquella post-conciliar. ¿Cómo es posible entender estos cambios? ¿Estos cambios son un retorno o significan algo más?
Hablar de liturgia pre-conciliar, post-conciliar es posible. Lo importante es que este modo de hablar no debe ser entendido como una separación y, así, ver que lo que era antes es negativo y lo que viene después es positivo. Porque ésta no es la vida de la Iglesia. La vida de la Iglesia es como un organismo vivo que no puede ser separado, quebrado, sino debe ser siempre considerado justamente según aquel criterio que el Papa cita tantas veces, un desarrollo orgánico en continuidad de su vida. Esto es en lo que concierne a la terminología. Y entonces, en la práctica de la liturgia, se debe vivir la contraposición entre el pasado y el presente. Nosotros tenemos un patrimonio enorme que está en nuestro pasado, pero que aún vive, que vive también en el mundo. El hecho que puedan existir algunos aspectos que recuperan las cosas del patrimonio precedente no significa un retorno al pasado, significa más encontrar una nueva síntesis, justamente porque sitúa lado a lado nuevamente algunos elementos importantes, verdaderos del pasado, que hacen dar un paso al frente en el desarrollo de la liturgia.
–Benedicto XVI restituyó la misa tridentina. ¿Un día podemos ver al Papa celebrar dicha misa?
Esto no lo sé decir. No creo que en este momento haya intenciones en este sentido. Pienso que en el momento en que el Papa dio esta oportunidad, extendiéndola, y de hecho retomándola, desarrollando lo que Juan Pablo II ya había concedido un poco, fue de cierta forma para crear un movimiento de reconciliación dentro de la Iglesia. De forma que el antiguo y el nuevo no se miren con sospecha, en contraposición, sino que se miren con cordialidad, pensando que ambas formas pueden contribuir para que el pueblo de Dios viva bien la celebración litúrgica. Por otro lado, creo que el Santo Padre, de esta manera, intenta favorecer el enriquecimiento de las dos formas. Porque la forma antigua, extraordinaria, ciertamente, puede ser enriquecida de forma ordinaria. Y la forma ordinaria, enriquecida de forma extraordinaria. Este recíproco enriquecimiento en el tiempo constituye el propio desarrollo orgánico de la Iglesia.
–¿Cómo es el día a día del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas? ¿Cuáles son sus compromisos? ¿Podría presentarnos un poco su trabajo?
Es un día generalmente ocupado, en el sentido que el trabajo de este departamento es un trabajo continuo de preparar, predisponer, cuidar del desarrollo de todas las celebraciones del Papa, sea en San Pedro, Roma, sea en los viajes al exterior. Se pasa de una celebración a otra. Después, es verdad que hay algunas celebraciones que entran en la dimensión más simple, pero que necesitan también ser preparadas, sin embargo de modo más tranquilo. Entretanto, hay celebraciones más elaboradas, las celebraciones de los viajes al exterior, porque están fuera de lo ordinario. Éstas requieren una preparación más exacta, también más larga. El trabajo del departamento es un trabajo cotidiano que dice respecto al departamento como edificio. Quiere decir, también, ir a los lugares anticipadamente para una revisión, para los ensayos, para la preparación. Entonces diría que es un trabajo que ocupa total e íntegramente mí tiempo y de mis colaboradores.
–¿Cómo nació su vocación sacerdotal y su interés por la liturgia?
Mi vocación está en el corazón del Señor desde siempre. Yo comencé a sentir la vocación cuando estaba en la enseñanza media, el liceo clásico. De un lado, este sentir la vocación fue un proceso interior que viví en aquellos años y que ciertamente me ayudó, apoyado por la presencia de algunos sacerdotes que fueron para mí ejemplares y que me animaron, también, a entender el llamado del Señor. Debo decir que viví la vocación sacerdotal como un pasaje de una vida de fe un poco en agua de rosas, a una vida de fe que es más empeñada, pero este pasaje coincidió, justamente, con el sentir que el Señor me llamaba para el sacerdocio. Luego viví una experiencia de fe, aquel encuentro con el Señor en este modo más radical, principalmente a través de la liturgia. Este fue un momento privilegiado de mi encuentro con el Señor, de mi comprensión de su voluntad en mérito.