(RV/InfoCatólica) La única alusión a los escándalos por abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes, que afectó recientemente a la Iglesia en Bélgica, por el caso de la renuncia aceptada por el Papa del obispo de Brujas, monseñor Roger Wangheluwe, fue una escueta frase al comienzo de su discurso: “Es también una buena ocasión para reforzar esta comunión en la escucha recíproca, en el rezo común y en la caridad de Cristo, sobre todo en estos tiempos en los que vuestra Iglesia, ella misma, ha sido tocada por el pecado”, dijo Benedicto XVI.
En su repaso de la situación de la iglesia belga, el Papa subrayó como dificultades principales que deben afrontar los obispos, las deficiencias en la formación cristiana de las jóvenes generaciones sobre el respeto a la vida y sobre la institución del matrimonio y la familia, además de la compleja situación creada por la crisis económica, la integración social de los inmigrantes y la coexistencia de las distintas comunidades lingüísticas y culturales de la nación.
Ante esta situación, Benedicto XVI alentó a los obispos a insistir en una formación religiosa más sólida y más profunda, con iniciativas como la que han emprendido en la última carta pastoral, en la que alientan a los fieles a redescubrir la belleza de la fe cristiana.
El Santo Padre se refirió también a la necesidad de implementar una amplia y seria pastoral de vocaciones, fundada en la ejemplaridad y la santidad de los presbíteros. En este contexto, el Papa recordó la canonización del misionero de los Sagrados Corazones San Damien De Veuster, que –dijo– habla a las conciencias de los belgas, por su gran riqueza interior que, alimentada en la oración, le permitió donarse totalmente y sin reservas a sus hermanos leprosos.
“En este Año Sacerdotal, es bueno proponer su ejemplo sacerdotal y misionero, particularmente a los sacerdotes y religiosos. La disminución del número de presbíteros no debe ser percibida como un proceso inevitable. El Concilio Vaticano II afirmó con fuerza que la iglesia no puede prescindir del ministerio sacerdotal. Es entonces necesario y urgente que se le de su justo lugar y se reconozca el carácter sacramental irremplazable”.
El Papa recordó en ese contexto la Constitución Sacrosanctum Concilium, que subraya que el misterio de la Iglesia se manifiesta por medio de la liturgia. Por ello, invitó a los sacerdotes a impregnarse de las celebraciones litúrgicas, en particular de la Eucaristía, porque ellas les permiten una comunión profunda con el Dios Vivo, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Además, Benedicto XVI se refirió a la formación de los laicos, encaminadas a su vocación a la santidad y al compromiso eclesial.
“Es oportuno –dijo el Pontífice– discernir todas las posibilidades que emanan de la vocación común de los laicos a la santidad y al compromiso apostólico, a través del respeto de la distinción esencial entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles”.
“Todos los miembros de la comunidad católica, y más aún los fieles laicos, están llamados a testimoniar abiertamente su fe y a ser fermento de la sociedad, en el respeto de una sana laicidad de las instituciones públicas y de las otras confesiones religiosas. Tal testimonio no se puede limitar a un mero encuentro personal, sino asumir también las características de una proposición pública respetuosa pero legítima, de valores inspirados en el mensaje evangélico de Cristo”.