El cardenal recordó que al formalizar el acto de matricular a un hijo en la escuela, "los padres católicos han de pedir la clase de religión. Esto es coherente con su fe. La escuela ha de ser como la continuación de la familia y es lógico que los padres católicos deseen que en la escuela sus hijos tengan clase de religión".
"Hoy los niños y adolescentes sufren un analfabetismo de cultura religiosa, y eso incide en su nivel de cultura general más bien bajo", dijo el cardenal para explicar que "la clase de religión contribuye a que los alumnos puedan comprender muchísimos contenidos de nuestra historia y de nuestra cultura, que están tejidos de contenidos cristianos".
Al respecto, el purpurado preguntó: "¿Qué ofrece nuestra sociedad a los adolescentes y a los jóvenes? ¿Qué valores serios y auténticos presiden su formación y educación?"
"La clase de religión y de moral católicas son unos buenos medios para ofrecer conocimientos y valores espirituales que son indispensables para conseguir una auténtica y rica educación integral de la persona humana", respondió.
Ante el aumento del indiferentismo ante el hecho religioso, el cardenal sugirió que "los padres que no deseen ninguna formación religiosa para sus hijos o la escuela que no la facilita pueden preguntarse si la atracción de la juventud hacia las sectas y los fundamentalismos no es una consecuencia de haber ocultado algo tan normal y humano como la experiencia religiosa seria", y concluyó asegurando que "no podemos olvidar que todos tenemos una dimensión religiosa y trascendente".