(CNA/InfoCatólica) En una entrevista concedida en 2024 para un documental de Goya Producciones titulado «Valientes», José Antonio Kast —hoy presidente electo de Chile— repasó su historia familiar, su matrimonio, su trayectoria pública y su insistente defensa de la vida desde la concepción. En esa conversación abordó también lo que considera una imposición ideológica de la izquierda sobre la sociedad y la necesidad de que las familias y, de modo especial, los jóvenes, asuman un papel decisivo para frenar el avance de leyes contrarias a la vida y a la familia.
Kast, al hablar de su vida personal y su camino político, sostuvo que los jóvenes «tienen el poder de producir el cambio» y de poner fin a sociedades individualistas que terminan empujando a la soledad. En ese marco, introdujo un relato íntimo que —según explicó— marcó el futuro de su familia y que, de hecho, hizo posible su propio nacimiento.
Defensor firme de la vida desde la concepción y el menor de diez hermanos, recordó un episodio decisivo ocurrido cuando su madre tuvo a su segundo hijo. «Cuando mi madre tuvo su segundo hijo, sufrió eclampsia, y se planteó la posibilidad de que no pudiera tener más hijos», relató. Según explicó, la gravedad del caso llevó a considerar que la maternidad podía cerrarse para ella. Sin embargo, su padre se opuso a esa idea, aun siendo consciente del riesgo para la vida de su esposa. «Creo que Dios no quiere eso para nosotros», le dijo.
Esa determinación permitió que el matrimonio tuviera ocho hijos más, entre ellos el propio Kast. «Yo no habría nacido», señaló al subrayar la consecuencia directa de aquella decisión. El presidente electo recordó además el trasfondo familiar: «Mis padres son inmigrantes alemanes y tenemos una familia extensa de casi 200 personas. Los dos primeros hijos de mi madre fallecieron. Por lo tanto, nada de esto habría sido posible, y eso te deja una huella desde pequeño».
Al describir cómo se encadenan los frutos de una sola decisión, Kast enumeró sus consecuencias en forma de gratitud: «Gracias a esa decisión, estoy aquí; gracias a esa decisión, conocí a mi esposa. Gracias a esa decisión, pudimos tener nueve hijos. Gracias a eso, hoy estamos esperando a nuestro tercer nieto». Y concluyó con una reflexión que quiso dejar como enseñanza: «Es impresionante cómo una sola decisión puede afectar la vida de tantos».
Con su esposa, María Pía Adriasola, Kast tiene nueve hijos, nacidos —según dijo— de la convicción de «estar abiertos a la vida». En ese punto atribuyó el camino familiar a una ayuda providente: «Dios nos acompañó en esa decisión, y hoy somos felices padres de nueve hijos, y no podríamos imaginar la vida sin ninguno de ellos».
Al pasar a su carrera pública, Kast evocó sus primeros pasos en política y reconoció limitaciones iniciales: al comienzo, dijo, no era «un gran comunicador». Sin embargo, afirmó que, con trabajo constante, llegó a ser congresista, líder de partido y candidato presidencial. En ese recorrido, destacó que procuró actuar «siempre siendo muy claro en las cosas, sin engañar jamás a la gente, sin falsear jamás mi posición», con el propósito de «ganarse el corazón de las personas, sea cual sea el resultado».
Explicó también que su perseverancia en la vida política fue una decisión familiar, conversada con su esposa y sus hijos, apoyada en una premisa que considera obligatoria: «quien tiene una misión, debe cumplirla».
Al analizar el escenario sociopolítico chileno de ese período, previo a las elecciones de 2025, Kast afirmó que «la ideología de izquierda ha ido ganando cada vez más influencia en los gobiernos, promoviendo leyes que van contra la vida y contra la familia constituida por un hombre y una mujer». Y advirtió sobre una agenda que, en el caso de Chile, legalizó el aborto por tres causales y «busca cambiar la Constitución» para despenalizar el aborto hasta el noveno mes, apoyándose —según su interpretación— en una lectura errónea de la autonomía de la mujer sobre su propio cuerpo. «Ella no es dueña del cuerpo de otro ser que está dentro de ella», afirmó.
En ese punto, Kast insistió en que su argumentación pública no se apoya, por norma, en motivos religiosos, sino en lo que considera evidencia accesible a cualquiera: «En general, no uso argumentos religiosos para defender la postura provida, porque hay amplia evidencia en la naturaleza del ser humano, en la ciencia, y en el hecho de que la vida comienza en la concepción». Expresó además su esperanza de que «el futuro depende de nosotros» porque «la naturaleza del ser humano está de nuestro lado».
Esa postura, explicó, le ha acarreado ataques de violencia e intolerancia, junto con intentos de cancelación por parte de quienes piensan distinto. «Como político en mis primeros años, era sobre todo violencia verbal de quienes pensaban diferente», recordó. Según relató, algunos tergiversaban su posición atribuyéndole motivaciones confesionales. «Algunas personas confundían las cosas porque decían: “No, tú estás hablando desde una perspectiva religiosa”. Y yo les decía: “No estoy hablando desde una perspectiva religiosa; estoy hablando desde una perspectiva científica, desde la naturaleza del ser humano, porque en el momento en que fuiste concebido, en ese mismo momento, las características que hoy presentas a la sociedad ya estaban presentes”». Ese tipo de intervención, añadió, «era respondida con violencia verbal en el Parlamento».
Con el tiempo, aseguró, la hostilidad se extendió a otros ámbitos y llegó a la agresión física. «Después, empezaron a influir otros ambientes. Y en algunas ocasiones, he vivido violencia física severa», explicó. Relató situaciones en las que sufrió fracturas y necesitó protección policial. «Siempre se siente miedo, pero nunca he tenido la intención de dar un paso atrás», dijo.
Kast expresó además una lectura moral de los agresores, a quienes describió como «instrumentos en manos de un ideólogo». Por eso, sostuvo: «No siento resentimiento, no siento odio; a veces siento frustración por no poder estar con estas personas individualmente para explicarles la alegría que se siente al entregarse para salvar a otro, y ellos sentirían lo mismo si tuvieran la oportunidad de experimentar la riqueza que existe en la naturaleza humana».
En la entrevista, el presidente electo enmarcó esta tensión social en una lucha de fondo. Denunció «una especie de imperio que está empezando a dominar las acciones de la sociedad», coordinado con vastos recursos financieros, de modo que «se usa la violencia para crear un nuevo tipo de ser humano». Dijo haber visto «un totalitarismo ideológico» que pretende cancelar al individuo, pero afirmó que esa ideología «nunca podrá superar la naturaleza del ser humano, que busca libertad, trascendencia, la preservación de la vida y el amor entre las personas».
Aun reconociendo la desproporción de medios, insistió en que el poder no se mide solo por dinero: «No tenemos los recursos, pero tenemos una voz, tenemos corazón… y esa fuerza es más poderosa que el dinero». En ese mismo tono, expresó su deseo de que la gente despierte y «se dé cuenta de que debemos ocupar todos los espacios que tenemos para actuar», convencido de que «con el poder del Espíritu se puede derrotar el espíritu del mal, porque en definitiva esta es una lucha entre el bien y el mal».
Kast afirmó que la clave está en atender a la realidad, no a la propaganda. «No hay ningún valor bueno que busque la muerte de otro. No hay ningún valor bueno que busque la desintegración de la familia, que es el núcleo fundamental de la sociedad», sostuvo. Y, al hablar de la complementariedad sexual y la procreación, precisó: «Dos mujeres pueden amarse. Dos mujeres pueden vivir juntas. Dos mujeres pueden trabajar juntas. Pero dos mujeres por sí solas no pueden procrear. Lo mismo ocurre con dos hombres». Por eso, concluyó: «Lo que siempre propongo e intento promover es que la gente considere la evidencia. Y esa evidencia es mucho más fuerte que la ideología».
También afirmó que la izquierda ha sido «muy astuta» al apropiarse de causas como el medio ambiente, los derechos de las mujeres y la salud, utilizándolas en su beneficio. Pero replicó con preguntas directas: «¿Quién se preocupa más por el medio ambiente? ¿La ideología de izquierda o los que creemos en la vida? Nosotros». Y añadió otra comparación: «¿Quién defiende más a las personas con discapacidad? ¿Quién se preocupa de verdad por ellas? Los que creemos en la vida. Los otros usan su sufrimiento para decir: “Están discriminados”».
En esa misma línea, dijo que la causa indígena es usada por la izquierda ideológica para sostener que ha habido opresión y represión, algo que —admitió— pudo ser real hace «100, 200 o 300 años», pero que, a su juicio, no describe la realidad actual: «Hoy todos somos parte de la misma nación. Tenemos el mismo valor». Introdujo además un contraste que quiso presentar como prueba de incoherencia moral: «Hoy hay más esclavos en el mundo que cuando la esclavitud era legal». Y preguntó: «¿Quién está luchando contra esta esclavitud de niños cuyos derechos son vulnerados? ¿Quién está luchando contra la esclavitud de mujeres que son víctimas de la trata de personas? Nosotros, porque creemos en la vida y en la libertad».
En la parte final, Kast respondió a quienes, desde la comodidad, se limitan a decir que “alguien debería hacer algo”. Les replicó: «No esperes que otro haga lo que tú puedes hacer. ¿Qué estás haciendo con tus hijos? ¿Les dedicas tiempo o estás siempre ocupado? Porque la raíz de este problema está en la familia». En consecuencia, animó a reservar tiempo exclusivo para el cónyuge y para los hijos, como condición para recomponer la vida social desde su célula básica.
En ese contexto mencionó una tradición chilena que él mismo practica semanalmente con su esposa: los «martes de cita», que describió como «dos horas a la semana de conversación directa, cara a cara, mirándose a los ojos, sin nadie más alrededor». A su juicio, así «se construye un fundamento sólido para lo que es el corazón de la familia, la unión de la pareja». Y lo resumió con una lógica concreta: «Si a la pareja le va bien, es más probable que a los hijos y a su entorno también les vaya bien». Añadió además una convicción personal: «Y entonces es más fácil salir y motivar a otros, porque no puedo dar lo que no tengo».
Kast cerró parte de su reflexión retomando su postura constante en materia de aborto. «Se puede ver en Chile que lo que yo decía hace 20 años era lo mismo que hoy», afirmó. «Sigo diciendo lo mismo. Y por eso hoy estoy más cerca de convencer a la gente». Y lanzó una pregunta que pretendía dejar en la conciencia pública: «En los próximos años, ¿cuánta gente se va a dar cuenta de que el aborto es matar a una persona inocente? ¿Cuánta gente en 20 años va a decir: “¿Qué les hicimos a estos niños, dándolos en adopción a parejas del mismo sexo?” Esos niños tienen derecho a conocer su identidad».
En coherencia con su apelación constante a los jóvenes, afirmó que, así como la izquierda radical «a menudo captura el corazón y la mente de los jóvenes» mediante su ideología, él confía en que, apelando a su libertad y sin pretender controlarlos, ellos «serán la fuerza del cambio». Su argumento se apoya en un diagnóstico cultural: «Estas sociedades individualistas llevan a la soledad. Y el hombre es un ser social que busca conexión, que busca alegría».
Finalmente, insistió en que los jóvenes son los primeros en rebelarse ante el totalitarismo estatal y los primeros en comprender —según dijo— que los sistemas modernos de bienestar, esos gobiernos que gradualmente van tomando todo el poder, convierten a sus ciudadanos en «esclavos del Estado de bienestar». Por eso expresó su esperanza de que «serán los jóvenes quienes reviertan la situación que estamos viviendo hoy».








