(KathPress/InfoCatólica) Con ocasión de la fiesta litúrgica de los «Santos Inocentes», que la Iglesia recuerda el 28 de diciembre, el teólogo moral Josef Spindelböck ha reclamado afirmar «sí sin reservas a la vida» y ha arremetido contra las posiciones que defienden el aborto. El teólogo, que enseña ética y teología moral en la Universidad Católica ITI de Trumau, ha realizado estas consideraciones en una declaración difundida por la agencia católica austríaca Kathpress.
Spindelböck situó su reflexión en el contexto de la defensa del no nacido y del deber de sostener a la mujer embarazada que atraviesa una situación de angustia o vulnerabilidad. En su opinión, las mujeres en necesidad no requieren consignas ideológicas ni el abandono disfrazado de «solución», sino asesoramiento competente y un apoyo amplio y concreto. Ese acompañamiento, sostuvo, debe permitir que la madre pueda decir, con verdadera libertad, sí a su propia vida y sí a la vida de su hijo concebido.
El teólogo subrayó un punto clave de su argumentación moral: desde el momento de la concepción existe vida humana nueva, y por tanto merece protección. A partir de ahí, señaló que la responsabilidad primaria de garantizar esa protección recae en los padres, de modo que el embrión pueda desarrollarse sin trabas hasta el nacimiento y, después, recibir los cuidados necesarios. Para Spindelböck, las posturas favorables al aborto tienden a olvidar que la vida humana implica siempre responsabilidad mutua y deber de protección, especialmente hacia quienes son más frágiles e indefensos.
En ese sentido, indicó que el niño no nacido, en el seno materno, constituye un ejemplo singular de dependencia total: queda confiado por completo a la solicitud amorosa de sus padres y también a la ayuda de otras personas. Precisamente por esa radical indefensión, sostuvo, el concebido reclama respeto, cuidado y auxilio, no la violencia del aborto.
Spindelböck fue tajante al afirmar que nunca puede ser correcto —y nunca debería convertirse en un «derecho» sancionado por las leyes— matar a un niño no nacido, sea cual sea el momento del embarazo. No obstante, introdujo una distinción moral relevante al referirse a situaciones médicas límite: diferenció la eliminación deliberada del concebido de una intervención médica en una gestación conflictiva en la que el médico intenta salvar la vida de la madre y la del hijo y, aun así, se encuentra con límites que no logra superar.
El profesor también se refirió a la situación legal en Austria. Desde su perspectiva, la actual regulación de plazos vulnera el derecho a la vida del no nacido por establecer de forma arbitraria el marco de protección. Sin embargo, añadió que aceptar explícitamente un supuesto derecho al aborto constituiría un mal todavía mayor. Para el teólogo, el horizonte que puede asegurar el futuro de la sociedad —en Austria y en el mundo— no pasa por normalizar el aborto, sino por promover una cultura de la vida «en todos los niveles».
La referencia a la fiesta de los «Santos Inocentes» aporta el marco eclesial de esta intervención. El 28 de diciembre la Iglesia recuerda el asesinato de los niños de Belén ordenado por el rey Herodes, tal como relata el Evangelio según san Mateo. Este año, al coincidir la fecha con un domingo, la celebración queda desplazada por la fiesta de la Sagrada Familia, que se celebra siempre el domingo posterior a la Navidad. En ese contexto, Spindelböck ha querido insistir en la defensa del más débil y en la obligación moral —y social— de sostener a la madre para que el “sí a la vida” no sea una frase vacía, sino una posibilidad real.








