(CNA/InfoCatólica) La jueza del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Amy Coney Barrett, concedió una entrevista al obispo Robert Barron en la que habló abiertamente sobre su fe católica y el papel que esta desempeña en su vida personal. Barrett explicó que su fe no actúa como un criterio directo para sus decisiones judiciales, pero sí la «arraiga como persona», dándole estabilidad interior y perspectiva frente a las intensas presiones que conlleva su responsabilidad pública.
Durante la conversación, la magistrada se refirió con especial afecto a los santos, a quienes considera compañeros espirituales en su camino de fe. Mencionó de modo particular a santa Teresa de Lisieux, cuya espiritualidad del «Pequeño Camino» describió como profundamente accesible y transformadora. Barrett relató que esta devoción tiene también una dimensión familiar, hasta el punto de que una de sus hijas lleva el nombre de Thérèse en honor a la santa carmelita.
Barrett también habló de su relación con santa Catalina de Siena, a quien admira por su fortaleza espiritual y su claridad de conciencia. Estas figuras, explicó, le sirven como ejemplos de cómo vivir la fe con fidelidad y entrega total en circunstancias muy distintas, recordándole que la santidad no está reservada a una élite, sino que es una llamada universal.
En cuanto a su vida de oración, la jueza señaló que esta ha ido cambiando según las etapas de su vida. Cuando era profesora de Derecho, practicaba con frecuencia la lectio divina, mientras que en la actualidad, debido a las exigencias de su cargo, se apoya más en lecturas espirituales breves y en la oración diaria del Magnificat. Reconoció con humildad que uno de sus mayores desafíos es aprender a aquietar la mente para poder orar con mayor recogimiento.
Barrett insistió en que su fe católica es una parte esencial de su identidad, pero dejó claro que no determina el contenido de sus sentencias. Subrayó que su función como jueza exige aplicar la ley y la Constitución, sin imponer convicciones personales, y que precisamente su fe le ayuda a mantener esta distinción con honestidad y serenidad.
El testimonio de la jueza muestra cómo una fe vivida con coherencia puede sostener a una persona en medio de una cultura secularizada y a menudo hostil al cristianismo. Lejos de ocultar sus convicciones, Barrett las presenta como una fuente de fortaleza interior que la ayuda a perseverar en su vocación personal y profesional, manteniendo la integridad de su conciencia en el servicio al bien común.








