(CNA/InfoCatólica) La llamada Fiesta de los Siete Peces —conocida en italiano como La Vigilia, que significa “la vigilia”— es una tradición navideña que acompaña a muchas familias en la Nochebuena. Aunque hoy se disfruta como una abundante cena festiva, sus raíces están profundamente ligadas a la práctica católica de la abstinencia y la preparación espiritual para la solemnidad del Nacimiento del Señor.
La celebración se originó en las regiones del sur de Italia, donde la cercanía al mar hacía del pescado y los mariscos alimentos abundantes incluso para quienes vivían en la pobreza. Antes de la unificación de Italia en el siglo XIX, estas zonas eran las más humildes del país, pero su acceso al mar significaba que durante los días de vigilia —especialmente la víspera de la Navidad— la carne quedaba ausente de la mesa y en su lugar se preparaban múltiples platos de pescado y frutos del mar. Esta costumbre respondía a la observancia católica tradicional de no comer carne en las vísperas de grandes festividades religiosas, recordando a los fieles el carácter penitencial y de espera propio de la vigilia litúrgica.
El número siete, asociado a esta tradición, tiene un fuerte simbolismo en la fe cristiana. El siete aparece repetidamente en las Sagradas Escrituras y en la doctrina católica; por ejemplo, en los siete sacramentos, en los siete días de la creación, en las virtudes y aún como signo de perfección y plenitud espiritual. Aunque no hay un acuerdo unánime sobre por qué exactamente se eligió este número para la fiesta, estas asociaciones espirituales refuerzan su significado dentro del contexto de la fe católica.
Con la emigración italiana hacia Estados Unidos entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, esta práctica culinaria continuó en los hogares de los inmigrantes y se consolidó especialmente entre las comunidades italo-americanas. Allí, la Fiesta de los Siete Peces se transformó en un banquete prolongado que puede incluir desde siete hasta trece platos de pescado y mariscos, según las costumbres familiares o locales, pero siempre con la intención de honrar la vigilia de la Navidad.
Más que una simple comida festiva, esta tradición es un recordatorio tangible de la espera del Redentor, donde la abstinencia de carne se combina con la celebración gozosa del misterio de la Encarnación. Las familias se reúnen alrededor de la mesa para compartir alimentos que simbolizan la providencia de Dios y la unidad de los suyos, haciendo de la cena una expresión de fe, gratitud y comunión.
Así, la Fiesta de los Siete Peces permanece como un ejemplo de cómo la Iglesia y la cultura popular se entrelazan: una tradición que mantiene viva la memoria de prácticas litúrgicas antiguas y que convierte la cena de Nochebuena en una oportunidad para profundizar en el misterio de la Navidad y en la riqueza espiritual de la vigilia cristiana.








