(Zenit/InfoCatólica) Durante su intervención, en la que recorrió toda la vida del santo, el Papa subrayó la importancia de su visita al papa Inocencio III, en 1207, para someterse a la aprobación de su orden. Poco antes, el pontífice había tenido un sueño, en el que un "pequeño e insignificante religioso" sostenía sobre sus hombros a la Iglesia.
Benedicto XVI explicó que “Inocencio III era un papa poderoso, de gran cultura teológica, como también de gran poder político, y sin embargo no es él el que renueva a la Iglesia, sino un pequeño e insignificante religioso: es san Francisco, llamado por Dios”.
Por otra parte, subrayo, “es importante observar también que san Francisco no renueva la Iglesia sin o contra el Papa, sino en comunión con él. Las dos realidades van juntas: el Sucesor de Pedro, los Obispos, la Iglesia fundada sobre la sucesión de los Apóstoles, y el carisma nuevo que el Espíritu Santo crea en este momento para renovar la Iglesia”.
“El Pobrecillo de Asís había comprendido que todo carisma dado por el Espíritu Santo debe ser puesto al servicio del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; por tanto actuó siempre en comunión plena con la autoridad eclesiástica”, recalcó el Papa.
En la vida de los santos, agregó Benedicto XVI, “no hay contraposición entre carisma profético y carisma de gobierno y, si se crea alguna tensión, éstos saben esperar con paciencia los tiempos del Espíritu Santo”.
En este sentido, el Papa rebatió ciertas corrientes históricas, que “han intentado crear detrás del Francisco de la tradición, un 'Francisco histórico', así como se trata de crear tras el Jesús de los Evangelios un 'Jesús histórico'”. “Este Francisco histórico no habría sido un hombre de Iglesia, sino un hombre unido inmediatamente solo a Cristo, un hombre que quería crear una renovación del pueblo de Dios, sin formas canónicas y sin jerarquía”.
Aunque es verdad que san Francisco no quería crear una orden religiosa, sin embargo, “comprendió con sufrimiento y con dolor que todo debe tener su orden, que también el derecho de la Iglesia es necesario para dar forma a la renovación y así realmente se insertó de modo total, con el corazón, en la comunión de la Iglesia, con el Papa y con los Obispos”.
“El verdadero Francisco histórico es el Francisco de la Iglesia y precisamente de esta forma nos habla también a nosotros los creyentes, a los creyentes de otras confesiones y religiones”, subrayó el Papa.
Pobreza
Benedicto XVI destacó varios aspectos de la espiritualidad franciscana, y especialmente la identificación con Cristo.
“En efecto, éste era su ideal: ser como Jesús, contemplar al Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes”, en particular, “la pobreza interior y exterior”.
"El testimonio de Francisco", explicó Benedicto XVI, "que amó la pobreza para seguir a Cristo con dedicación y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo también un estilo de vida sobrio y un desapego de los bienes materiales”.
Otro punto en el que se detuvo el Papa fue en la devoción del santo por la Eucaristía, donde se expresaba “de modo especial su amor por Cristo”. “Francisco mostraba siempre una gran deferencia hacia los sacerdotes, y recomendaba respetarlos siempre, incluso en el caso de que personalmente fueran poco dignos. La motivación de su profundo respeto era el hecho de que éstos han recibido el don de consagrar la Eucaristía”, recordó el Papa, invitando a los sacerdotes a “vivir de modo coherente con el Misterio de la Eucaristía”.
Por último, aludió tanbién a uno de los rasgos característicos del santo que le han hecho conocido en todos los tiempos, y es “el sentido de fraternidad universal y de amor por la creación, que le inspiró el célebre Cántico de las criaturas”.
“Es un mensaje muy actual”, afirmó el Papa, recordando sus últimas intervenciones sobre la cuestión del respeto del medio ambiente, y especialmente su el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año.
“Francisco nos recuerda que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador. La naturaleza es entendida por él precisamente como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad divina se hace transparente y podemos nosotros hablar de Dios y con Dios”.