(DetroitCatholic/InfoCatólica) Desde hace más de once años, un grupo de mujeres se reúne dos veces al mes en la parroquia de Santa Francesca Cabrini, en Allen Park (Estados Unidos), con el objetivo de combatir la pobreza menstrual en distintas partes del mundo.
Trabajando en equipo como en una cadena de montaje, estas mujeres elaboran a mano compresas sanitarias reutilizables que luego entregan a organizaciones misioneras y sin ánimo de lucro. Estas entidades las distribuyen entre niñas de países donde el acceso a productos de higiene femenina puede marcar una diferencia decisiva en su educación y bienestar.
«No se pueden enviar fácilmente estos productos a muchos países, porque (a menudo) los gobiernos los confiscan y destruyen», explicó Nancy Trela, coordinadora del grupo de costura parroquial, al medio Detroit Catholic. «(Esos gobiernos) buscan seguir minimizando el valor de la mujer, y ponen un impuesto de lujo a los productos de higiene femenina, lo que hace casi imposible que las familias más pobres puedan acceder a ellos».
Como consecuencia, muchas niñas se ven obligadas a recurrir a métodos antihigiénicos mientras continúan asistiendo a clase.
Trela inició esta labor en 2014 tras conocer que estudiantes de enfermería de la Universidad Estatal de Wayne, en Detroit, llevaban compresas reutilizables a niñas de aldeas remotas en África. Inspirada por esa acción, decidió promover el proyecto en su comunidad parroquial en colaboración con la organización Too Little Children, que impulsa «The Pad Project».
Esta ONG proporciona los patrones y las instrucciones para la confección de las compresas, y actúa como puente entre grupos voluntarios como el de la parroquia Cabrini y otras entidades que distribuyen los productos en terreno.
A lo largo de los años, el grupo liderado por Trela ha confeccionado y enviado decenas de miles de compresas sanitarias a lugares como Kenia, Zimbabue, Ucrania, Sierra Leona, Cuba, entre otros. Solo en el año 2025, ya han producido más de 13.000 unidades.
La elaboración de cada compresa requiere precisión y paciencia, ya que se utilizan distintos tejidos para garantizar su durabilidad. «Se trata de una tela laminada de poliéster, similar a la que se emplea para fabricar pañales reutilizables, por su capacidad impermeable», explicó Trela. Cada compresa se confecciona con franela, elástico e incluye un inserto de forro polar lavable. «Muchas de las niñas no disponen de lavadoras ni secadoras eléctricas, por lo que todo debe poder reutilizarse».
Cada beneficiaria recibe dos «unidades base» y cuatro insertos. Los equipos que entregan las compresas enseñan a las niñas a utilizarlas adecuadamente.
Además de este proyecto, las mujeres del grupo también confeccionan esterillas y sacos de dormir con bolsas plásticas recicladas, destinados a personas sin hogar de su localidad. «Tomamos bolsas de supermercado, las cortamos, las anudamos en una especie de hilo plástico que llamamos “plarn” (plástico-hilo)», explicó Trela. «Con ese material tejemos esterillas o bolsas de viaje que luego se reparten entre quienes no tienen techo».
Más allá de la acción material, el grupo ha generado un espacio de comunión y fraternidad entre sus integrantes, que se sienten unidas espiritualmente a las niñas que reciben los productos.
«Todas las que participamos en este ministerio somos conscientes de la necesidad y del bien que aportamos a estas jóvenes tan oprimidas, que no tienen acceso a cosas que para nosotras son básicas», expresó Trela. «Estas niñas no tienen compresas ni tampones, y a todas nos conmueve saber que les damos algo que puede cambiarles la vida».
«Si enviamos 500 compresas, puedo mirar a las mujeres que me ayudan en esta misión y decirles: “Hemos tocado al menos 500 vidas”», concluyó. «Impactamos directamente en esas niñas, y también ayudamos, con ello, a sus familias y comunidades».