(NCRegister/InfoCatólica) Muchos católicos no toman en serio el poder del infierno ni la posibilidad real de terminar allí, advirtió el sacerdote y autor Mons. Charles Pope.
El sacerdote recordó que 21 de las 38 parábolas que aparecen en los Evangelios hablan del infierno (frecuentemente denominado Gehenna), incluyendo relatos como el del rico y Lázaro, las vírgenes prudentes e imprudentes, el trigo y la cizaña, o las ovejas y los cabritos.
«Nadie nos ama más a ti y a mí que Jesús, y sin embargo, nadie habló más del infierno que Jesús», afirmó en el programa The World Over de EWTN, conducido por Raymond Arroyo, el pasado jueves.
Mons. Pope, de 64 años, es sacerdote de la Arquidiócesis de Washington y autor del libro The Hell There Is: An Exploration of an Often-Rejected Doctrine of the Church (El infierno sí existe: una exploración de una doctrina frecuentemente rechazada por la Iglesia), publicado por TAN Books y disponible a través del Catálogo Religioso de EWTN.
«Jesús advierte que muchos están en el camino equivocado. Y tenemos que detenernos, tomar una decisión y asumir con mayor urgencia este asunto en nuestras vidas», explicó.
«Y si puedo decir algo sobre la Iglesia hoy, es que no tenemos sentido de urgencia», añadió. «Todos dan por hecho que “ya está todo arreglado; ¿quién necesita ser salvado? Ya estamos… ya está resuelto”. Y eso no es verdad».
Incluso muchos católicos que asisten diariamente a Misa rechazan la existencia del infierno, aseguró, lo cual atribuyó a lo que denominó «una tendencia cultural en la que hemos reducido el amor a mera amabilidad».
Recordó que es posible que las personas se condenen porque Dios nos ha creado libres, y esa libertad implica poder rechazarlo.
«No se puede forzar a nadie a amar», afirmó Mons. Pope, párroco de la iglesia Holy Comforter-St. Cyprian en Washington D. C., no lejos del Capitolio. «Y por eso existe el infierno. No se trata de un Dios enojado que quiere mantener a la gente fuera del cielo, sino de un Dios profundamente amoroso que respeta profundamente nuestra libertad, y que se queda a la puerta y llama. No irrumpe».
«Y debemos recuperar la conciencia de que tenemos una decisión que tomar, si realmente queremos estar con Dios en el cielo algún día —el cielo real, no uno imaginado», continuó. «Y por eso escribí el libro. Quise replantear esta enseñanza para deshacerme de la idea de que estamos diciendo que hay un Dios malo y enojado que no ama a las personas y quiere mantenerlas fuera».
Mons. Pope aclaró que no está particularmente preocupado por «quienes saben cómo acudir a la confesión», que están «luchando» y que «tienen pecados habituales de algún tipo».
«Esto es muy común en la familia humana, pero ellos saben que está mal y van a Dios y le dicen: “Lo siento, necesito ayuda”. Y eso, en sí mismo, es hermoso. Dios quiere ayudarlos y los liberará», dijo.
«Pero los que me preocupan», continuó, «son los desafiantes, los que levantan el puño contra la Iglesia y las enseñanzas de la Escritura y dicen: “Mira, a mí no me vas a decir qué hacer. Voy a celebrar mi estilo de vida, celebrar mi aborto, celebrar un estilo de vida que Dios llama una abominación”, o lo que sea, celebrar la codicia o la violencia. “Y no creo que haya nada malo. No necesito perdón”».
Mons. Pope señaló que esta falta de urgencia sobre la salvación no es exclusiva de los laicos, sino que también se encuentra «entre el clero y los obispos».
«Todos estamos distraídos con cosas mundanas menores mientras las almas se están perdiendo. Y parece que lo único importante es que todos se sientan bien y acogidos. Pero ¿y si están yendo al infierno?», advirtió.
Un segundo motivo para hablar con claridad sobre esta batalla espiritual entre el cielo y el infierno, dijo, es que, sin esa lucha, tampoco hay alegría verdadera.
«Si no conoces la mala noticia», concluyó, «la Buena Noticia no es noticia».