(LifeNews/InfoCatólica) En un nuevo estudio a ciegas sobre el tema, se encuestó a 2,829 mujeres estadounidenses de entre 41 y 45 años sobre su salud reproductiva e intentos de suicidio. El estudio, realizado por el director del Instituto Elliot, David Reardon, y publicado en la revista Journal of Psychosomatic Obstetrics & Gynecology, reveló que las mujeres que habían abortado o sufrido una pérdida natural del embarazo tenían el doble de probabilidades de intentar quitarse la vida.
La investigación buscó determinar si los intentos de suicidio posteriores al aborto son «totalmente incidentales y probablemente explicados en su totalidad por una enfermedad mental preexistente» (como algunos han afirmado) o si están directamente relacionados con la pérdida de una vida en el vientre materno. Para obtener resultados imparciales, las encuestadas no sabían cuál era el propósito del estudio.
Según los hallazgos, el 35 % de las mujeres con antecedentes de aborto habían intentado suicidarse. Incluso aquellas que no se sometieron a un aborto pero perdieron a sus bebés debido a un aborto espontáneo o complicaciones en el embarazo mostraron tasas de intento de suicidio cercanas al 30 %. De manera notable, la investigación encontró que las mujeres que fueron coaccionadas para abortar tenían las tasas más altas: el 46 % de ellas intentó quitarse la vida. En contraste, solo el 13 % de las mujeres que tuvieron un parto exitoso sin abortos, abortos espontáneos o problemas en el embarazo reportaron intentos de suicidio, la tasa más baja entre todas las encuestadas.
Si bien algunos medios de comunicación han citado estudios que afirman que más del 90 % de las mujeres no se arrepienten de sus abortos, los expertos que han analizado los datos sostienen que la evidencia es clara: las mujeres que han experimentado un aborto son significativamente más propensas a la ideación suicida. Como concluyó el estudio: «Las mujeres que abortaron, especialmente aquellas que fueron coaccionadas o no deseaban el aborto, tenían una probabilidad significativamente mayor de afirmar que el desenlace de su embarazo contribuyó directamente a pensamientos y comportamientos suicidas en comparación con las mujeres de todos los demás grupos». Además, se enfatizó que «estos hallazgos deben ser utilizados para mejorar tanto la evaluación previa al aborto como el asesoramiento y la atención post-aborto».
«Debemos creer a estas mujeres cuando nos dicen directamente que el aborto les causó daño», declaró la Dra. Ingrid Skop, gineco-obstetra y vicepresidenta del Instituto Charlotte Lozier, en una entrevista con The Christian Post. «La devastadora realidad de que el aborto puede llevar al suicidio de una mujer debe motivar a la comunidad provida a seguir proporcionando recursos y apoyo a mujeres vulnerables que enfrentan un embarazo en crisis». Finalmente, agregó: «Debemos acompañar a estas mujeres en su decisión de embarazo y en el parto, e incluso en los primeros años de vida de su hijo, tal como lo hacen muchos centros de recursos para embarazadas».
Mary Szoch, directora del Centro para la Dignidad Humana del Family Research Council, calificó los resultados de este estudio como «devastadores» y «trágicos». En declaraciones a The Washington Stand, señaló: «Esto resalta cuán terrible es el aborto para las mujeres. El impacto de interrumpir la vida de un niño no nacido en la salud física y mental de la mujer no puede subestimarse. Lamentablemente, las mujeres que experimentaron un aborto espontáneo también presentaron una tasa alarmantemente alta de intentos de suicidio».
Ya sea que un niño en el vientre pierda la vida por aborto o por causas naturales, Szoch enfatizó que este estudio «pone de manifiesto la realidad de que la pérdida de cada niño no nacido es una tragedia», una que «debe ser afrontada con verdadero amor y cuidado, especialmente para la madre». También añadió que «aunque un país que ha legalizado el aborto desde 1973 a menudo ignora tanto al niño no nacido, brutal y trágicamente eliminado por el aborto, como al que fallece en un aborto espontáneo, estas estadísticas sugieren que las madres ciertamente no lo hacen».
Según Szoch, «se necesita más investigación sobre el impacto tanto del aborto como del aborto espontáneo en la salud física y mental de la mujer». En última instancia, observó que «un intento de suicidio es un grito desesperado de ayuda. Los estadounidenses deben tomar en serio los resultados de este estudio y reconocer la necesidad de proteger la vida no nacida, no solo porque hacerlo respeta la dignidad y vida del niño no nacido, sino también porque respeta la dignidad y vida de la madre».
En lugar de «destinar millones de dólares a financiar grandes corporaciones abortistas como Planned Parenthood», Szoch argumentó que «los legisladores estadounidenses deberían invertir esos recursos en investigación para determinar cómo prevenir los abortos espontáneos y ayudar a las mujeres a llevar a término sus embarazos». Pero más allá de la necesidad de más investigación y una mayor atención a las madres en dificultades, Szoch afirmó que «sobre todo, este estudio apunta a la necesidad de Dios».
«El suicidio nunca es la respuesta», exhortó, y añadió que «con Dios, siempre hay esperanza; el sufrimiento tiene un propósito. En este tiempo de Cuaresma, oremos por todas las madres que han experimentado la pérdida de un hijo no nacido, ya sea por aborto o aborto espontáneo; que puedan unir su sufrimiento a la Cruz y, un día, experimentar la gloria de la Resurrección con Cristo».
